En el Regina Coeli de ayer, en la plaza de San Pedro, el Papa Francisco meditó sobre el evangelio del día (Jn 14, 23-29), en el que Jesús anuncia la venida del Espíritu Santo y les deja su paz, que no es “como la da el mundo”.
La escena ocurre antes de la Pasión, después de que Judas ha salido a traicionarlo y antes de que los apóstoles lo abandonaran. “El Señor lo sabe, y con todo no reprocha, no usa palabras severas, no pronuncia discursos duros” y muestra su mansedumbre hasta el final.
El Señor busca transmitir a los apóstoles – y a todos los hobmbres – su mansedumbre. El Papa aprovecha la ocasión y pregunta si a ejemplo de Cristo somos mansos o “tenemos una mala relación con alguien, estamos siempre preparados para reaccionar, para estallar”.
Debemos pedir a Dios la venida del Espíritu Santo a nuestros corazones
Ser manso no es fácil, sin embargo hay una solución pues transmitir paz “es ante todo don de Dios. En efecto, Jesús dice: «Les doy mi paz, pero no como la da el mundo». ¿Qué es esta paz que el mundo no conoce y que el Señor nos dona? Es el Espíritu Santo, el mismo Espíritu de Jesús”, dijo el Papa.
El Espíritu Santo es el gran don de Dios, que trae la paz.
“Es Él, el Espíritu Santo quien nos da la fuerza para perdonar, para recomenzar, para volver a partir. Y con Él, con el Espíritu Santo, nos transformamos en hombres y mujeres de paz”.
“Cuanto más sentimos que el corazón está agitado, cuanto más advertimos en nuestro interior nerviosismo, intolerancia, rabia, más debemos pedir al Señor el Espíritu de la paz”, el Espíritu Santo.
“Aprendamos a decir cada día: ‘Señor, dame tu paz, dame el Espíritu Santo’”, animó, exhortando a pedirlo también “para quienes viven junto a nosotros, para quienes encontramos todos los días y para los responsables de las naciones”.
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