Francisco, preocupado porque «a misa va poca gente»: «Tenemos que ir nosotros a buscarla»

Francisco, preocupado porque «a misa va poca gente»: «Tenemos que ir nosotros a buscarla»

El Papa afirmó que, en una sociedad «donde solo se tienen perritos y gatos», los migrantes son «los hijos que no queremos tener».

Por: María Rabell García.

El Papa Francisco destacó este lunes la urgencia de reconocer la falta de feligreses en las iglesias y la necesidad de ir al encuentro de estos. En la tercera audiencia con miembros de Iglesias Hospital de Campaña, organizado por la asociación española Mensajeros de la Paz, del padre Ángel García Rodríguez, el Pontífice compartió su preocupación por la disminución de fieles en las parroquias.

«A veces me da mucha pena cuando le preguntas a un cura: '¿Qué tal la parroquia? ¿Cómo anda?' 'Bien, tenemos tantas misas'. 'Pero, ¿cuánta gente en total viene los domingos?' 'Calculamos 1.000, 1.200'. 'Ah, qué lindo'. 'Y tu barrio, ¿cuánta gente tiene?' Y ahí titubea antes de decir: 200.000, 250.000. O sea, tenemos que ser conscientes de que a la Iglesia viene poca gente. Tenemos que ir nosotros a buscarla», expresó el Papa en su discurso, y enfatizó la necesidad de una Iglesia en movimiento, que busque acercarse a quienes están alejados.

Francisco también destacó la importancia de abrir las puertas a los pobres y a los migrantes. Al respecto, señaló: «Demos gracias que vienen los migrantes porque el nivel de edad de los locales es un poquito escandaloso. Creo que en Italia la media es de 46 años de edad. No tienen hijos. Ah, eso sí, todos tienen un perrito o un gato, pero no tienen hijos. Los migrantes vienen, y bueno, de alguna manera, son los hijos que no queremos tener. Piensen un poquito en esto».

El Papa insistió, además, en la misión de la Iglesia de denunciar las desigualdades, especialmente aquellas entre ricos y pobres y entre ciudadanos nacionales y extranjeros. Finalmente, subrayó la importancia de «sembrar esperanza», para quienes carecen de hogar, los refugiados, las familias vulnerables, las víctimas de conflictos y todos aquellos marginados por distintas circunstancias. En su llamado final, el Santo Padre recordó que cualquier persona, «cualquiera, ateo, no ateo, cualquiera, de esta religión o de la otra», tiene la capacidad de ayudar a la Iglesia a servir a los más pobres.

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