Del 5 al 7 de marzo, el vigésimo noveno viaje apostólico del Pontífice. Animará a las exiguas comunidades católicas de los dos países balcánicos, que equivalen al 1% de la población. La visita al campo de prófugos de Sofía; Juan XXIII y la Madre Teresa, los dos patrones
Desde 2002 un Papa no volvía a pisar territorio búlgaro. Ese año, a finales de mayo, Juan Pablo II visitó el país del este de Europa para demostrar su cercanía a la población que seguía, después de diez años, tratando de levantarse con mucho esfuerzo de las restricciones y de la persecución del régimen comunista y del bloque socialista. Una ocasión para que Wojtyla cancelara la llamada “pista búlgara”, que durante años fue una de las principales hipótesis sobre el atentado en su contra del 13 de mayo de 1981.
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Ahora le toca a Francisco, el segundo Papa que viajará a Bulgaria, tocar con las manos los problemas de un país que pertenece a la Unión Europea pero que todavía se encuentra al margen, con la pobreza en la que vive la mitad de la población (según los datos de Eurostar), con pensiones de hambre, corrupción, relaciones ecuménicas e interreligiosas complejas. Además, el fenómeno de las migraciones y las consecuentes tensiones nacionalistas, entre prófugos de Siria e Irak y más de dos millones de migrantes durante los últimos quince años.
Juan Pablo II conectó su viaje a Bulgaria con la etapa en Azerbaiyán; ahora Bergoglio proseguirá su “peregrinar”, como lo definió, hacia otra encrucijada de nacionalismos ideológicos, que es Macedonia del Norte. Será el primer Papa que la visite, a dos días de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de la república, en las que se desafían el filoeuropeísta Stevo Pendarovski y Gordana Silyanovska-Dvkova, apoyada por soberanistas.
El viaje de Francisco, 29º de su Pontificado, no tendrá matices políticos, subrayó el portavoz “ad interim” de la Santa Sede, Alessandro Gisotti durante la acostumbrada rueda de prensa en la Sala de Prensa vaticana. El Papa tampoco entrará en cuestiones de “política” eclesial que se están viviendo en la Iglesia ortodoxa, llena de tensiones internas. Desde sus orígenes, luchando para distanciarse de Constantinopla, alineada durante mucho tiempo con Moscú, guía del movimiento tradicionalista y antiecuménico (aunque en épocas recientes haya cambiado postura), la Iglesia búlgara parece permanecer impasible ante los problemas sociales, de los que se ocupa la exigua comunidad católica con la que no existe, en los hechos, ningún vínculo ecuménico.
Es más, las controversias intestinas han llegado a las relaciones con los católicos, para quienes se ha mantenido la prohibición de la communicatio in sacris, es decir la prohibición de rezar juntos. Los líderes ortodoxos, efectivamente, se negaron a cualquier tipo de celebración ecuménica con el Papa durante los días de su viaje. Lo indicaron en una nota publicada hace dos meses, en la que recordaron que el Obispo de Roma había sido invitado por las autoridades civiles, mientras que su papel en la organización de la visita fue relegado a un segundo nivel.
Sin embargo, el Papa Francisco se encontrará con el Santo Sínodo y con el patriarca Neófito, pero irá a rezar a la catedral de Sofía solo, sin los paramentos litúrgicos, sin ninguno de los representantes del clero ortodoxo a su lado. En realidad «nunca se pidió una oración en común, no es correcto decir ahora que ha habido retractaciones», aclaró Gisotti.
El vocero vaticano indicó cuál es la verdadera cuestión de fondo del viaje papal: animar a las Iglesias católicas locales de ambos países. Dos «pequeñas greyes». En Bulgaria, de 7 millones de habitantes, de los cuales el 91% es ortodoxo, los católicos representan el 1% («se habla de alrededor de 70 mil personas») y los musulmanes el 8%. Y son muchos menos en Macedonia: de dos millones de personas, menos del 1% es católico (teniendo en cuenta el territorio incluido en la diócesis de Skopie). Se trata de alrededor de 15 mil creyentes divididos entre fieles de rito latino (al cual pertenecen menos de 3 mil de etnia albanesa) y de rito católico bizantino (etnias eslavas). No hay particulares tensiones, pero parece significativa la decisión del Papa de nombrar, hace algunos años, a un solo obispo eparca, monseñor Kiro Stojanov, como líder de los latinos y de los bizantinos. Un unicum en la Iglesia.
Los pocos católicos de los dos países participarán en todas las misas del Papa: en la misa de Sofía, del 6 de mayo, en la Plaza Alexander I, en donde se prevé la participación de 7 u 8 mil personas; la misa del martes 7 en la Plaza Macedonia, con más de 10 mil fieles. «Números consistentes», indicó Gisotti, si se tienen en cuenta las estadísticas.
“Acompañarán” al Papa a lo largo de su viaje balcánico (región a la que volverá con el viaje del 31 de mayo al 2 de junio a Rumania) dos santos patrones: Juan XXIII y la Madre Teresa de Calcuta. El primero, recordado por el Pontífice en su videomensaje de hoy a los fieles búlgaros, fue durante diez años visitador y después delegado apostólico en Sofía, y es tan considerado una figura de la identidad nacional reciente que se le conoce como «el Papa búlgaro»; la segunda nació y fue bautizada en Skopie, su más ilustre representante. «El Santo Padre quiere subrayar el bien de estas figuras, recorrer sus huellas. Se siente acompañado por ellos», dijo el director de la Sala de Prensa vaticana, indicando que el lema del viaje del Papa a Bulgaria lleva la misma frase que da el título a la histórica encíclica del “Papa bueno”, la Pacem in terris.
A propósito de la paz, el Papa Bergoglio presidirá en la capital búlgara un encuentro de paz con exponentes de diferentes confesiones en la misma iglesia reconstruida después del terremoto de 1928, por voluntad de Roncalli. Durante la cita, en la que habrá intervalos de coros de niños ortodoxos (algunos de los cuales encenderán un cirio pascual), pronunciará un discurso y recitará la oración de la paz atribuida a San Francisco de Asís.
Un evento parecido se llevará a cabo en Macedonia, durante la visita al memorial de la Madre Teresa, lugar que cada año recibe a alrededor de 100 mil peregrinos, construido en donde estaba la iglesia del Sagrado Corazón en la que la santa fue bautizada (iglesia que fue destruida por el terremoto de 1963). Francisco se encontrará con los consejos religiosos y rezará en la capilla en la que se encuentran las reliquias de la fundadora de las Misioneras de la Caridad. Después abrazará a los pobres asistidos por las monjas, saludará a los parientes de la Madre Teresa y bendecirá la primera piedra del Santuario a ella dedicado.
De gran importancia será la visita que el Papa hará, el 6 de mayo por la mañana, antes de volar a Racovsky, corazón católico de Bulgaria, con un grupo de migrantes, principalmente sirios e iraquíes, que se encuentran en una ex escuela que funciona como campo para refugiados en Sofía. Serán alrededor de unos cincuenta y entre ellos habrá muchos niños, según explicó Gisotti. Algunos de ellos le entregarán al Papa sus dibujos. La visita no será transmitda en vivo precisamente para mantener el carácter de intimidad y para dejar que el Pontífice pueda hablar libremente con estas personas, cuya llegara no siempre ha sido bien vista por la población búlgara.
En total, las “intervenciones” oficiales del Papa serán doce: cinco discursos, tres homilías, tres oraciones y un saludo. Todos serán pronunciados en italiano. En el séquito estará presente, al contrario del último viaje, el director de “L’Osservatore Romano”, Andrea Monda. Estarán también los cardenales Leonardo Sandri, prefecto de las Iglesias Orientales, y Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, el Secretario de Estado, Pietro Parolin, y el Secretario para las Relaciones con los Estados, monseñor Paul Richard Gallagher, y un obrero del Gobernatorado en representación de los empleados de la Santa Sede.
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