"Prefiero los conventos que se abren para acoger a los pobres, que los que se convierten en Hoteles"
Roma se despertaba conmiles de peregrinos que iban a la Plaza de San Pedro a esperar durante horas para poder disfrutar de la audiencia del Papa Francisco, como ocurre cada semana. La gente quiere escucharle, tocarle, hablarle, pedirle una bendición.
Desde las 6:30 de la mañana con Sor Juana Mari, mi priora, esperábamos en la Puerta de Santa Ana, donde están la Guardia Suiza, nuestra acreditación. Allí los argentinos invitados a través de la Nunciatura, seríamos conducidos por el Padre Guillermo Karcherhacia lo que llaman -irónicamente- "el corralito" de los argentinos, a la derecha del Papa en la misma explanada desde donde da su catequesis semanal. En ese recinto éramos unos 200 argentinos.
El Padre Guillermo, persona cercana a Francisco, nos dijo: "Cuando el papa se acerque, podéis darle regalos, hablarle, pedirle la bendición, lo que queráis. A él le gusta estar con la gente y disfruta. Aprovechen, porque están en un lugar inmejorable."
Una hora antes de lo previsto, ya que amenazaba lluvia, comenzamos a oír al Papa. Desde la Sala Pablo VI, saludaba a algunas personas enfermas y sus familiares. Luego, apareció en un Papa móvil que iba muy despacio, porque el Papa quiere estar cerca de la gente. No faltaron los niños que se le acercaban, ni sus gestos más que elocuentes de simpatía, complicidad, alegría.Todo un torrente de vitalidad, que supera los límites de su edad y que deja a todos con mucha paz.
Comenzó la audiencia con un profundo sentido de humildad, pidiendo perdón por los escándalos del Vaticano en estos días. Sin duda se refería al padre Charamsa, a quien dijo perdona de corazón, y también a la carta difundida presuntamente por al menos seis cardenales que manifiestan su temor o desconfianza ante lo que pueda deparar el Sínodo. Estoy segura que el Padre Charamsa, si hubiera hablado con Francisco, hubiera conseguido mucho más que con toda la puesta en escena de la salida del armario -que no juzgo, todo lo contrario-, y estoy segura que hubiera sido mucho más positivo para el Sínodo, porque su situación "YA" está sobre la mesa en el mismo. Tanto la homosexualidad, como la situación de los divorciados, está en su realidad más profunda, porque Francisco ha querido preguntar a todos, y todos hemos podido hacer llegar nuestras preocupaciones y esperanzas. Y lo ha hecho, porque quiere una Iglesia que afronte la realidad y acoja a todos y a todas las realidades que viven las personas, las familias y los nuevos retos.
La audiencia continuó, y llegó el momento de los saludos. Francisco iba muy poco a poco. Escuchando a cada uno, haciendo bromas, bendiciendo, aconsejando. Cada uno, era lo más importante para él, y eso se notaba.
Al llegar donde estábamos nosotras, Francisco nos abrazó a ambas. Parece que el tiempo se detuvo y que estaba para nosotras. Le explicamos lo que nos traía a Roma y nuestro deseo de vivir siempre en comunión con la Iglesia viviendo el Evangelio al lado de los más pobres, siendo una Comunidad Contemplativa al Servicio del Reino. Él escuchaba y me dijo: "Ah, vos sos la monja que hace lío".
Le expliqué los proyectos que tenemos entre manos desde la Comunidad, la Fundación, el trabajo contra la pobreza infantil, las 1300 familias de la Plataforma de alimentos, el Albergue, los pisos. Él escuchaba atentamente. Le hablé del compromiso de los voluntarios. Y cuando le dije: "-Hemos acogido refugiados y vamos a acoger más". Él con un gesto de preocupación nos cogió del brazo y nos dijo: "Este es el gran drama que tenemos hoy. Acójanlos, abran las puertas, no dejen de acoger a los más pobres, prefiero los conventos que se abren para acoger a los pobres, que los que se cierran en sí mismos o los que se convierten en Hoteles."
Le dije: "Sí, Santidad, pero la Iglesia no nos lo pone fácil, hoy es muy difícil ser cristiano en la Iglesia católica". El no lo dudó, largó una carcajada cómplice y me dijo: "-Te voy a responder como aquel que dijo:`¿Señora, a mí me lo dice?´.
Reímos los tres y me dijo: "- Vos, continúa haciendo lío, no te canses, los pobres son lo más importante, eso es el Evangelio. Hacé lío".
Luego bendijo a mi priora y en ella a las monjas de la comunidad. Sor Juana Mari, flotaba. Finalmente me bendijo a mi y conmigo a la Fundación Rosa Oriol, a todo el equipo que me ayuda y a los más pobres, tal como se lo había pedido.
Nos regaló una sonrisa y un nuevo abrazo y continuó con una bendición.
Nos quedamos con mucha paz. Pedro de alguna manera nos confirmaba en la fe, una fe que nos pone al servicio de los más pobres y que nos hace dar lo contemplado, animando el servicio a los preferidos del Reino.
Con su gesto y su acogida, con su bendición animaba nuestra caridad que es la que nos hace entender que le corazón de Dios tiene unas dimensiones infinitas en la que entramos todos y que lo único importante es amar y servir, amar como somos amados por el Dios de la vida, que lo único que desea es que todos sus hijos vivan con dignidad.
Francisco, con su bondad y con su gran humanidad, es un signo de la bondad y la ternura de Dios, que en Jesús ha puesto su tienda entre nosotros y que camina con su pueblo animando nuestro paso hacia la libertad plena para todos.
Gracias Francisco, tu bondad nos anima, tu fe nos confirma, tu caridad nos ayuda a avanzar en la línea del Evangelio, que es la del amor que se hace servicio.
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