En un encuentro con sacerdotes ligados al movimiento carismático católico, el pontífice expuso cuál es su pensamiento más profundo sobre la “lucha de clases”, los pobres y los ricos
POR ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ
“La ideología desprecia. La ideología te arma la lucha de clases y eso no es evangélico”. No usó medias tintas, el Papa, para referirse a los pobres, a los ricos y a la actitud que los pastores de la Iglesia deben tener hacia esos dos grupos sociales. Un debate tan antiguo cuanto vigente. Francisco lo abordó con naturalidad la tarde de este viernes 12 de junio, durante un encuentro con sacerdotes de diversas nacionalidades vinculados al movimiento carismático católico. Y vertió conceptos sin desperdicio.
La reunión, convocada por la federación de grupos carismáticos ICCRS y la Fraternidad Católica, se llevó a cabo en la Basílica San Juan de Letrán de Roma. En la primera parte Bergoglio respondió preguntas de cinco clérigos: uno por cada continente. Representando a América Latina tomó la palabra un fraile franciscano del Perú, quien explicó vivir en “una sociedad muy diversa” caracterizada por “ricos seguros de sí” y “pobres con poca esperanza”. Entonces cuestionó: “¿Cuál debe ser nuestra actitud como pastores?”.
Instintivamente el Papa afirmó que, si hubiese pretendido darle una respuesta superficial le hubiese dicho “sembrar esperanza”. Pero prefirió ir más allá, profundizar, recordando que el problema de la injusticia social en América Latina es una realidad tanto como lo es en el resto del mundo. Un problema “estructurado” que afecta mayoritariamente a los países del sur.
“En América Latina debemos estar junto a los que más sufren, pero sin despreciarlos. La ideología desprecia, la ideología te arma la lucha de clases y eso no es evangélico. Si hay una lucha de clases en el evangelio es entre la misericordia que predicó Jesús y la rigidez de los doctores de la ley”, abundó.
Constató que Cristo “no se prendió” a ninguno de los cuatro partidos políticos de su época (los fariseos, los saduceos, los esenios o los zelotes), sino que optó por predicar las bienaventuranzas. Por eso –dijo Francisco- los sacerdotes de hoy deben predicar el evangelio, estar con los pobres, anunciar la buena nueva, ofrecer paz a las almas, caminar con el pueblo y ofrecer “un servicio gratuito”.
Y entonces, advirtió: “La tentación más grande que podemos tener nosotros en América Latina es apegarnos al poder y al dinero. Nuestro pueblo fiel de Dios perdona a un sacerdote que tiene un resbalón afectivo o le da un poquito al trago. Pero nunca el pueblo va a perdonar a un sacerdote apegado al dinero o que maltrate a la gente”.
Según el líder católico, falta un mejor trabajo de organización en la Iglesia latinoamericana para dejar atrás estructuras y actitudes “arcaicas”. Entonces contó una anécdota de su tiempo como obispo auxiliar de Buenos Aires y vicario de una de las zonas pobres de la ciudad. A él le tocaba asistir a los migrantes originarios de países limítrofes, muchos de los cuales no tenían certificados de sus bautismos.
Cuando estos feligreses querían casarse debían pedir a sus parroquias de origen los respectivos certificados y confesó que muchas veces encontraron curas dispuestos a enviar los papeles, siempre y cuando les girasen antes 100 dólares. Abundó que para solucionar esos problemas propuso un decreto que eximía a los futuros esposos de la obligación de presentar el certificado de bautismo a cambio de un juramento de su papá, mamá, padrino, madrina o de un familiar que atestiguase la existencia del sacramento.
“Eso el pueblo de Dios no lo tolera: el estructuralismo, el eficientismo, transformar a la Iglesia en la ONG (organización civil). En América Latina se tiene la posibilidad de ser una Iglesia pobre y para los pobres, pero la tentación va a entrar ahí. Nunca se olviden que el demonio se mete por el bolsillo, se mete ahí y el segundo escalón es la vanidad (‘yo soy el cura patrón del pueblo’). Después viene la soberbia: Me junto con los poderosos y los pobres quedaron allá, aparte”, insistió.
Por eso repitió su petición de “no ideologizar” y se refirió, quizás por primera vez en público desde el inicio de su pontificado, a cuál debería ser la actitud pastoral a tener con las personas ricas.
“Hay mucha pobreza, hasta miseria espiritual, en los ricos. Que en mi oración estén ellos, que mi preocupación sea la de buscar modos de acercarlos para permitirles liberarse y que no sean esclavos de esas riquezas. ¿Cuántos explotadores y tratantes de personas hay en América Latina? ¡Montones! Pero nuestra condena no es ideológica, es la única que permite Jesús: El evangelio. Y el corazón siempre abierto”, explicó.
Recordó que el mismo Jesús llamó “a un corrupto” y a “un explotador de su pueblo” como Mateo. Cuando lo hizo “sabía a quien llamaba” y, no obstante, “fue a hacerse el banquete con él”, insistió. “Jesús recibe a todo el que se acerca con tal que deje el vicio y la esclavitud, que deje de ser rico en el sentido mundano de la palabra y que sea rico en grandeza, misericordia y seguimiento”, apuntó el Papa.
Y sentenció: “Los pobres en América Latina son el santo pueblo de Dios, son los protagonistas de nuestra tierra. Al decir Latinoamérica pienso en Filipinas, la India… son la riqueza de la Iglesia. Aquí en Roma, a nuestro diácono Lorenzo, antes que lo mataran en la parrilla le pidieron que llevara la riqueza de la Iglesia y él se fue con los pobres. Si no estamos convenidos que los pobres son la riqueza de la Iglesia los vamos a usar como propaganda proselitista ideológica y eso tampoco se puede hacer, es pecado”.
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