Han Pasado más de dos siglos desde su muerte en 1799. Pero este domingo, María Antonia de San José de Paz y Figueroa, conocida como Mama Antula y nacida en Santiago del Estero, fue consagrada santa de la Iglesia católica por el Papa Francisco, en una ceremonia realizada en la basílica de San Pedro.
Por Elena Llorente.
Desde Roma: Se trata de la primera santa argentina, aunque el país contaba ya con otros santos , entre ellos el enfermero Artémides Zatti y el Cura Brochero, ambos canonizados por Francisco en 2022 y 2016 respectivamente. Y también varios beatos que todavía no han cumplido el completo recorrido para adquirir la santidad, como el Obispo Enrique Angelelli, asesinado por la dictadura en 1976, el joven mapuche Ceferino Namuncurá y el fraile Mamerto Esquiu, entre otros.
Estuvieron presentes en la ceremonia unos 5.500 fieles, según el Vaticano. Entre ellos numerosos obispos, sacerdotes y monjas argentinos, pero también el presidente Javier Milei que llegó el viernes a Roma proveniente de Israel.
Milei será recibido el lunes por el Papa Francisco en audiencia privada en el Vaticano y luego por el presidente de Italia, Sergio Mattarella, y la primera ministra derechista Georgia Meloni en los palacios de gobierno.
Milei estaba sentado en el área destinada a los diplomáticos, no muy lejos del Papa. Antes de comenzar, se vio al presidente argentino que fue a saludar al Pontifice en la sacristía. Francisco no celebró la misa porque no puede estar mucho tiempo de pie a causa de sus problemas en la rodilla pero sí leyó la homilía y otras partes de la celebración.
En la homilía Francisco hizo referencia a actitudes en la vida similares a la lepra, la enfermedad tremendamente contagiosa y mortal que mató a millones de personas, sobre todo en la antiguedad y el medioevo, en todo el mundo. “Miedo, prejuicio y falsa religiosidad son tres causas de una gran injusticia, son ‘tres lepras del alma’. Cuando tomamos distancia de los demás para centrarnos en nosotros mismos, cuando reducimos el mundo a nuestro ‘estar bien’, cuando creemos que el problema son siempre los demás, en estos casos hay que tener cuidado porque el diagnóstico es claro: lepra del alma, una enfermedad que nos hace insensible al amor, a la compasión, que nos destruye por las “gangrenas” del egoísmo, de los prejuicios, de la indiferencia y la intolerancia”. ¿Cual es la cura? “Amar a Dios y entregarse al prójimo sin miedos ni prejuicios”, tal como hizo la nueva santa argentina, Mama Antula.
“Mama Antula recorrió miles de kilómetros atravesando desiertos y caminos peligrosos para llevar a Dios. Hoy es para nosotros un modelo de fervor y audacia apostólica”, añadió Francisco que recordó además que cuando los jesuitas fueron expulsados del virreinato, “se encendió en ella una llama misionera basada en la confianza, la providencia y la perseverancia”.
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