El papa Francisco nos dice: "Todos los días de la vida cotidiana debemos ser fuertes, necesitamos esta fortaleza para llevar adelante nuestra vida, nuestra familia, nuestra fe. El apóstol Pablo dijo una frase que nos hará bien escuchar: "Todo lo puedo en Aquel que me conforta" (Flp 4, 13). Cuando afrontamos la vida ordinaria, cuando llegan las dificultades, recordemos esto: "Todo lo puedo en Aquel que me da la fuerza". El Señor da la fuerza siempre, no permite que nos falte" (Audiencia General 14 de Mayo del 2014).
Ya en su tiempo, se describe a Mama Antula como una mujer capaz de vencer cualquier dificultad a la hora de llevar adelante su misión. En ella no faltaron contrariedades, censuras, pruebas y múltiples sufrimientos. ¿Acaso estas dificultades no son propias de los que enamorados de Jesús caminan tras sus pasos?
En el "Estandarte de la mujer fuerte" se dice: "Me limito, pues aquí, a hablar de la grande maravilla de nuestros días, de esa mujer fuerte que con el estandarte de San Ignacio ha subyugado y asegurado a su legítimo soberano una gran parte de la América Meridional".
Esta fortaleza nace de su fe en Jesús, de su obediencia al Padre y su celo por la salvación de almas. Cautivada por Dios ha consagrado toda su vida a su servicio: su pensar, su sentir y su obrar se conjugan armoniosamente para el cumplimiento de la voluntad de Dios: "y así yo no quiero más que lo que Dios quiere, por quien estoy pronta a sacrificarme" (carta de Mama Antula al padre Juárez 2 de diciembre de 1784).
Sin dudas que esa fuerza interior la habrá acompañado desde el primer momento en que escuchó el llamado de Dios y se hizo beata, pero como toda virtud, se fue acrisolando con la fuerza del Espíritu en sus tareas y desvelos apostólicos. Ante la expulsión de los Jesuitas, su celo por la salvación de las almas se volvió una "santa pasión": "Desde 1775 hasta 1779 recorrió las ciudades, aldeas y desiertos con los pies descalzos. Su espíritu verdaderamente gigantesco habría querido extender su carrera a todos los países para extender la gloria de Dios y atender la salud del prójimo".
El papa Francisco comentando la vida de San Pablo dice: "Pero a lo que más se dedica es la predicación: cuando está llamado a predicar y a anunciar a Jesucristo, la suya ¡es una pasión!... Tenía adentro un fuego, un celo... un celo apostólico que lo llevaba adelante. Y no se echaba atrás. Siempre adelante. Y esta es una de las dimensiones, que trae dificultades, verdaderamente". ¿Acaso esta descripción de la vida de San Pablo no se adecua a la de Mama Antula? Era una apasionada por Dios y el Evangelio; todas las contrariedades, censuras y hasta enfermedades que soportó fueron por vivir esta pasión que ocupaba toda su vida, todo su tiempo, todos sus sueños. Soportó burlas cuando llegó a Buenos Aires, desaires del Obispo y el Virrey, desconfianza de muchos que al verla "mujer desconocida en sí, pobre, y sin ningún poder ni crédito, ni autoridad" pensaron que su obra era presuntuosa. María Antonia le dirá al padre Juárez: "Hoy me hallo en esta ciudad fomentando la propagación de la misma empresa, y aunque hace once meses a que estoy demorada por defecto de licencias del Ilmo. Con todo mi fe no varía y se sostiene en quien la da. Se me proponen varios impedimentos: el mundo está un poco alterado; los superiores no muy flexibles; los vecinos vacilando sobre mi misión; otros la reputan de fatua; en suma, cooperaron a ello rumores frívolos; empero, la providencia del Señor hará llanos los caminos, que a primera vista parecen insuperables" (7 de agosto de 1780).
Su "Manuelito" la sostiene, la "Abadesa" (Virgen de los Dolores) enjuga sus lágrimas y el Dios de los consuelos y de las misericordias acompaña su peregrinar.
Hoy más que nunca los discípulos de Jesús tenemos
que pedir a Dios la gracia de la fortaleza porque cada vez son más arduos y pedregosos los caminos que debemos recorrer para llevar a Jesús a los hermanos.
¿Acaso Dios puede abandonar a quienes ha llamado para servir en su Reino? Dios es fiel y nunca nos abandonará. Con el auxilio del Paráclitosigamos sembrando "buenas nuevas" en el mundo.
Al contemplar la obra y todo el bien que hizo Mama Antula, y aún sigue haciendo como testimonio de fe, no podemos dejar de admirarla, amarla y desear imitarla.
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