En Roma el encuentro de los delegados del Movimiento de los Focolares de todo el mundo para su encuentro anual. La carga de dolor de los países en guerra, el drama de los refugiados, pero también las expectativas de esperanza por las semillas de paz que siguen floreciendo.
«Este es el grito de todo Medio Oriente: detengan los conflictos». Así empieza diciendo la libanesa Arlette Samman ante el éxodo sin precedentes de enteras poblaciones de Siria, Irak y otros países: «Quien parte lo hace con un dolor inmenso. Va hacia lo desconocido, porque siente que la muerte está cerca o se encuentra sin recursos y seguridad para el futuro de la familia… de lo contrario nadie dejaría la propia tierra».«Es confortante ver la reacción de muchos países de Europa –sigue diciendo Philippe, quien desde hace 14 años vive en Egipto- pero quisiéramos hacer escuchar la voz de Medio Oriente que espera ansiosamente la paz y el derecho de “vivir y no de morir”». Ambos subrayan la importancia de encontrar juntos siempre nuevos caminos hacia la fraternidad y sobre todo de levantar la voz ante la opinión pública. Sigue esa línea lamovilización por la paz que el Movimiento de los Focolares ha relanzado en estos días junto a todos los que trabajan en este sentido.
En Europa, interpelados por las palabras del papa Francisco, y también por el despertar de las autoridades políticas –como recientemente expresó el presidente de la Comisión de la Unión Europea, Jean-Claude Juncker – se multiplican las iniciativas de acogida, ya desde hace tiempo en curso: casas privadas abiertas, coordinación de la ayuda, campañas de recolección de fondos…
Pero es todo el mundo el que está presente en estos días en Roma, con 80 delegados de 36 naciones, representantes de las respectivas macro-áreas geográficas: «Venir aquí es una ocasión para reencontrar hermanos y hermanas que también trabajan por la paz, que siguen sosteniéndonos en los momentos difíciles», es el sentir común de quien proviene de las áreas menos favorecidas. De América Latina, María Augusta De La Torre, trae consigo otros panoramas: «En Cuba hay una gran expectativa llena de esperanza. Por un lado la “nueva amistad” entre Cuba y los Estados Unidos, por el otro la Iglesia católica cubana, que se presenta más viva que nunca. La mediación del Papa y su próxima visita a la Isla ayuda a este despertar».
Con respecto a la crisis diplomática entre Colombia y Venezuela debido al contrabando fronterizo, declara: «Es una situación muy dolorosa. La gente tuvo que abandonar sus casas, y hay incerteza por el futuro, dolor y rebelión por todo lo sucedido. El contrabando siempre ha existido, pero ahora no se sabe realmente qué está detrás de estas decisiones. A las personas del Movimiento las sostiene la fuerza que viene del Evangelio y quieren seguir testimoniando la fraternidad entre las dos naciones».
Desde Nigeria, Ruth Wambui Mburu, keniata, confiesa que el desafío más grande que tienen que afrontar como Focolares es la polarización entre el norte y el sur, entre musulmanes y cristianos, entre etnias. Su esfuerzo y compromiso es dar testimonio de la fraternidad vivida en medio de las diferencias. Georges Sserunkma, también el de Nigeria, llegando a Roma precisamente en este momento histórico advierte que «el mundo es realmente una única casa en donde todos tenemos que vivir; ver cómo la Iglesia y el Movimiento toman en serio la situación hace que se me ensanche el corazón y me da esperanza».
«Cada uno de nosotros llega con una carga de dificultades –afirma Marcella Sartarelli, de Vietnam – pero también llega lleno de esperanza, creyendo que “el mundo tiende a la unidad”». Uno de estas señales es para ella «la apertura que se registra en Vietnam, por ejemplo en lo que respecta al contacto con la Iglesia. Es un fermento que aumenta la esperanza. De Vietnam se conoce la guerra de hace 30 años, pero no se conoce casi nada del Vietnam de hoy, un país que vive un desarrollo acelerado. Algunos párrafos de la Laudato Si’ parecen un retrato de este país: una economía que avanza velozmente, con ciudades modernísimas y contemporáneamente campos abandonados por la contaminación. Con un grupo de jóvenes, en una aldea cerca de Hanoi donde la situación es crítica, estamos documentando este problema desconocido y, al mismo tiempo estamos viendo cómo hacer para empezar a limpiar».
También en Oceanía la problemática ambiental es muy sentida: «En Nueva Zelanda los jóvenes promovieron la acción “Give one hour of your power”, apagar la corriente eléctrica por una hora, el día de la conservación de la Creación -cuenta Augustine Doronila –, en tanto desde hace años está en curso una acción a favor de la población de Kiribati, el archipiélago que corre el riesgo de desaparecer debido a la elevación del nivel del agua».
Reflexiones e intercambio de experiencias durante dos semanas, del 14 al 27 de septiembre de 2015, bajo el signo de la palabra “unidad”: no sólo es uno de los puntos de la espiritualidad focolarina, sino la clave de la acción espiritual y social del Movimiento, la palabra que puede resumir su mensaje.
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