Entrevista al Padre Mauricio Scoltore.
El padre Mauricio Scoltore ya superó el Covid-19 por segunda vez. Estuvo entre los 74 recuperados que hubo el pasado sábado, y ya desde ayer volvía al ruedo, a recorrer cada lugar por donde anda llevando la fe y su alegría y buena onda, como de costumbre.
LA MAÑANA lo entrevistó en esta modalidad vía Zoom para hablar de varios temas que tienen que ver con la vida de la Iglesia en Bolívar.
Es un momento difícil incluso para quienes profesan la palabra de Dios, se nos está muriendo mucha gente con la pandemia y así como muchos se aferran más a su fe, otros empiezan a cuestionar por qué pasan estas cosas…
– Es muy complejo, es muy triste todo lo que pasa, siempre la muerte es triste; pero sobre cuando muere alguien que es insustituible, toda muerte es dolorosa; pero un papá o una mamá de un niño pequeño es insustituible, eso no lo reemplaza nadie por más esfuerzo y amor que tenga el resto de la familia, la mamá es la mamá, la necesitamos todos, y sobre todo en la infancia y la adolescencia. Eso te deja sin respuesta ante algunas cosas, y por otro lado creo que es un desafío de volver a las raíces de lo nuestro y ver qué sentido tiene todo esto, que es lo que hemos leído, escuchado.
Si uno busca la historia del pueblo de Israel en el Antiguo Testamento, hubo muchos momentos difíciles y siempre se asoció el momento difícil con que Dios lo permitía porque se habían apartado de Dios y la mano de Dios obraba a favor de ellos cuando le abrían el corazón a Dios, eso es muy claro. Es un poco lo que estoy contando en estos días, volver el corazón a Dios. Si uno se plantea la vida como experiencia para amar, todo esto sería distinto, gran parte de los contagios, el desparramo de la peste, aquel que no se cuidó, que no fue empático, que no fue solidario, que le decías “quedate en casa” y se juntaba con 500 personas, eso es una falta de amor.
Lo malo que pasa no lo manda Dios, sí lo permite, porque si decimos que es todopoderoso, podría con un dedo aniquilar lo malo. Nuestra vida es un suspiro comparado con la eternidad del cielo que nos han prometido a los que tenemos fe en el Dios y en Jesucristo. Si uno compara lo que se viene, que es lo mejor para siempre, esto es triste, doloroso, sufriente; pero es breve, pasajero y lo otro será mejor.
Me impactó la muerte de Javier Costa, a quien cruzaba mucho por nuestra función. La semana antes de fallecer me mandó un mensaje desesperado desde el Hospital, diciéndome “yo confío en usted Padre, cree que voy a salir? Rece por mí, quiero volver con mi familia”, y ante eso uno siente una gran impotencia porque no lo pude ayudar en lo que él me estaba pidiendo y necesitaba. El equipo de prensa municipal va a encontrar otro fotógrafo, sus hijos un papá no, y eso es lo duro, lo difícil, lo doloroso. Pero tenemos esta mirada puesta en la esperanza, la muerte no es el final de la existencia de nadie, es el paso a la vida mejor y es lo que nos gana Jesús con su resurrección.
Me está pegando de cerca porque tengo un amigo muy querido que en este momento está luchando, intubado con un respirador en la terapia del Hospital de Azul, es un cura de Saladillo con el que nos criamos juntos, vivía frente a la casa de mi abuela, compartimos de adolescentes la vida parroquial y después trabajamos juntos en el Obispado.
¿Cómo imagina que vamos a ser después de la pandemia?
– Al comienzo tenía una gran esperanza y todos decían “de esta salimos mejorados”. Aspiro a que salgamos mejorados y es lo que tenemos que empezar a trabajar, empezar a vivir el amor, lo único que nos saca adelante es la vida con amor. Es cierto que cuando arrancamos esto parecía que la naturaleza se había renovado, que los canales de Venecia eran otros, y un año y pico después estamos con bombardeos entre judíos y palestinos. Es muy difícil el corazón del hombre, y eso es lo que me hace cerrar un poco los ojos a la esperanza. Pero en teoría tenemos que animarnos a cambiar, a ser mejores, tendríamos que ponerle fin a la pandemia por este camino, porque sería pensar la vacuna de otro modo, no pensar políticamente cada cosa que se va haciendo, no pensar en salvar el propio pellejo y que el resto no me importa.
Usted que es un hombre de fe, ¿cómo interpreta esto de que haya gente que no tiene fe en la vacuna?
– Siempre fui pro vacuna, a los cincuentones como yo nos vacunaban en la escuela, terminábamos llorando o aguantando el dolor para no pasar vergüenza. Se ha hecho una mala prensa de la vacuna, y hay mucha gente que está asustada, hay muchos que no han salido de su casa en un año y medio. En líneas generales la vacuna ha sido más positiva que negativa, la mayoría ha tenido muy poquitos síntomas al vacunarse y siguen para adelante.
Quizás con esto de ir a buscar debajo de la alfombra al que no se quiere vacunar, le hacemos pasar un mal momento a aquel que está triste, angustiado y asustado. Si tuviéramos dos dosis de 45 millones de vacunas, haría un pozo para sacar gente y vacunarla; pero como son pocas, no alcanzan, yo empezaría por todos los que tienen ganas de vacunarse, hay mucha gente con ganas que está esperando, que son más que los que no se quieren vacunar.
Todo tiempo complicado como este hace que la gente se aferre más a las creencias, ¿imagina más fe en la gente en estos tiempos?
– No sé si mucho más pero hay un volver a Dios, es todo un desafío. La fe está presente en el corazón de la gente y a veces aunque sea a modo de superstición, algo va a buscar, o se compró la medallita, o la estampita, o vino a buscar agua bendita. Me parece que hay mucha gente que está volviendo a esa fe, hay un montón de herramientas hoy a través de las redes para poder llegar. La gente que está buscando esa luz y esa paz en la trascendencia, en Dios, en la fe, las redes están ayudando mucho y el final de la pandemia nos va a volver el corazón a Dios.
Cambiemos de tema, ¿qué se puede hacer para ayudar superada la pandemia para mejorar la imagen del templo parroquial que tiene las paredes descascaradas?
– Sí, ciertamente está muy deteriorado, yo soy el primer responsable, además que me duele, me da vergüenza. El edificio cumple en este 2021 los 100 años de su inauguración y por eso mismo tenemos el compromiso de mejorarlo. Cuando el Obispo me mandó a Bolívar me dijo que me enviaba para que le arreglara la iglesia, ediliciamente. Habiendo vencido el Covid dos veces, algo me está pidiendo Dios que me ponga a trabajar en serio porque ya no hay lugar para fiaca.
Tenemos un compromiso del ministro de Obras Públicas de Nación, Gabriel Katopodis, que dijo “metanlé, mandenmé el proyecto y voy a procurar que mi ministerio arregle la iglesia”. Esto de la pandemia nos ha demorado todo; pero voy a ver si esta misma semana me pongo en camino.
Ya tuvimos una mala experiencia en su momento cuando desde la Municipalidad dijeron vamos a arreglar la Iglesia, se mandó un dron al techo, sacaron cuatro fotos, se armó una licitación y se hidrolavó el frente, así arrancamos. Y quedó peor que antes, porque se hidrolavó bien aunque no se llegó hasta la punta; pero se rompieron vidrios con el chorro de agua.
Le decía a Katopodis cuando me atendió en el despacho del intendente Pisano que “el que se quema con zapallo hasta la sandía sopla”, entonces quiero que se haga algo enserio, que venga gente que sepa de edificios históricos, esto no es de la iglesia católica, es patrimonio de Bolívar y es honrar a nuestros antepasados, no lo podemos remendar. Si no sale lo de Nación lo sacaremos adelante desde acá.
¿Cómo se siente en Bolívar, cómo lo ha tratado la gente en este tiempo que lleva en la ciudad?
– Cuando llegué hubo tres o cuatro que no estuvieron muy contentos con que yo viniera, al poco tiempo nomás, algunos de antes, incluso de muy cerca de la vida parroquial. Me quedé enroscado con eso; pero si tengo que decir lo que yo palpo en Bolívar, me siento honrado, porque cuando ando por la calle la gente me dice “padre, usted nos hace recordar al padre Palazzolo”, y que te digan que tu imagen recuerda al padre Palazzolo se te caen las medias, te emociona, te queda grande el sobretodo de Palazzolo que era grande por dentro y por fuera. Eso me anima y me llena el corazón.
Soy un poco metido, está el Me Encanta Bolívar y me metro atrás del escenario, en Bolívar Cumbia también, vengo de una experiencia parecida en Azul, donde contaba cuentos en la Fiesta de la Vaca.
Me acuerdo la primera misa que celebré acá en la Rural, un segundo domingo de exposición, y me entretuve en la recorrida y llegué tarde al stand de Salinas Grandes que es donde termina ese recorrido con una picada con mate y vino. Como llegué tarde me senté a comer lo poco que había quedado y les conté un cuento a los salineros que se mataban de risa, y creo que por ahí va la cosa, haber podido entrar en distintos lugares fuera de la iglesia. Y la otra es poder estar trabajando con los colegios, porque te vinculan con el chico y por el chico llegás a la familia. El primer día me presenté como el Padre Pollo para lo que gustaran mandar.
Le tocó un destino cerca de su ciudad, Saladillo, justo en este tiempo que tiene a su mamá muy mayor y con algunas dolencias…
– Sí, además ahora estoy yendo con más frecuencia y ahora que estoy grande viajo más de día. Nosotros como Diócesis de Azul, comparada con otras jurisdicciones, tenemos un mapa muy equidistante de todos los lugares, Azul está en el centro de la Diócesis y no hay más de 200 kilómetros de una parroquia hasta la sede en Azul, salvo Pirovano que son 200 y pico. Claro, si te toca Pirovano y tenés la familia en Ayacucho, la distancia es mucho más grande.
Cuando estuve en Tandil, donde arranqué, mis viejos no eran tan grandes e iba con menos frecuencia a verlos. Siempre he tratado de que la Parroquia tenga un buen auto, por si tengo que salir a hacer un servicio acá o ver cómo está mi madre.
El obispo está aplicando otro método, que espero que no me toque a mí, y es que está mandando a cada cura a su casa, es curioso. El cura que falleció en Tapalqué hace poco con Covid era nativo de ahí, el de Juárez es nativo, el de la Iglesia del Carmen de Azul se crió en ese barrio, tenemos varios ejemplos.
Yo acá estoy muy feliz, tengo mucho todavía para hacer, todavía no empecé, y espero que esta segunda oportunidad que Dios me da aprovecharla bien y meterle para adelante, para consolidar la vida de la comunidad, que se viva y se respire el amor de Jesús, seguir creciendo en esto de una comunidad solidaria y caritativa, y sobre todo fortalecer la catequesis, para conocer las cosas de la fe, y la liturgia para las celebraciones.
Por Angel Pesce
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