Entrevista con el pastor bautista Marcelo Figueroa, amigo de Bergoglio y referente del diálogo ecuménico en Argentina
La Iglesia evangélica en América Latina no ha sabido cómo reaccionar al “fenómeno Francisco”. Los grandes pastores, acostumbrados a proponer un liderazgo bíblico relacionado con el éxito material, están desconcertados. Muchos aún no logran reaccionar ante la sorprendente capacidad de convocatoria del Papa desde una propuesta totalmente distinta: La sencillez y la centralidad de los pobres.
En entrevista con el Vatican Insider analiza este y otros aspectos del actual pontificado Marcelo Figueroa, pastor argentino, exponente de la Iglesia Presbiteriana de San Andrés y viejo amigo de Jorge Mario Bergoglio, con el cual llevó adelante el programa televisivo “Biblia, diálogo vigente”.
¿Cómo ha recibido al Papa Francisco el movimiento evangélico latinoamericano?
Tengo la sensación, lo digo con todo respeto, que la Iglesia evangélica en Argentina y en América Latina no ha sabido cómo reaccionar adecuadamente al fenómeno Francisco. En los últimos años ha habido una influencia muy fuerte de una teología enfocada a un pastor exitoso, a un estilo de liderazgo fuerte, con templos grandes y una capacidad económica importante. La idea de que el éxito en el liderazgo se relaciona con un modelo de un gran convocador de masas, comunicador proactivo de que el evangelio sirve para vivir mejor, para prosperar económicamente y para encontrar el éxito en la vida.
Desde el inicio de su pontificado Francisco tiene un mensaje sencillo, una predicación entretenida, una lectura del evangelio que privilegia a los pobres, una cercanía con los que sufren. Es un modelo de liderazgo que está en las antípodas de lo que muchos creían que era un estilo de liderazgo bíblico. Lo que más desconcierta es que la gente, el pueblo, la base, el creyente sigue más el estilo de liderazgo de Francisco.
¿Y los fieles cómo reaccionan a esto?
Los hechos demuestran que los fieles le reclaman, al liderazgo evangélico, protestante, ese modelo. Es una revisión muy profunda la que se debe hacer y sería muy bueno que se haga. La teología de la prosperidad ha hecho mucho daño, lo digo sin dudar. Creo que es una mal llamada teología, Jesús dijo claramente que no se puede servir a dos señores: a Dios y al dinero. Creo que sería muy sano espiritualmente para un sector de la Iglesia evangélica abandonar estas prácticas que pensaban que iban a traer éxito.
¿Qué viene después del desconcierto?
Le hace bien, a la Iglesia católica y a la Iglesia evangélica, pero también al mundo todo un referente moral de las características de Francisco. Creo que sería un error enorme tratar de competir contra ello o tratar de diferenciarse por lo opuesto, porque eso sería como negar el mismo evangelio. Uno puede leer la mayoría de las homilías de Francisco y puede darse cuenta que son más puras, desde el punto de vista exegético bíblico, que la gran mayoría de aquellas que se escuchan en los púlpitos evangélicos y protestantes, donde se toma un versículo de la Biblia como trampolín y después hablan de cualquier otra cosa.
¿El desconcierto tiene que ver con algunas frases del papa, que pueden ser malinterpretadas como sus recientes comentarios sobre los “conejos”?
Francisco es un hombre muy cuidadoso de las palabras. Es un hombre que improvisa mucho, pero en la improvisación no improvisa, aunque suene paradójico. Es muy preciso, no le sobran y no le faltan palabras. No hay ninguna frase que uno podría decir: Se le escapó. Pero si lo hizo o lo ha hecho alguna vez, no tiene problema en rectificarse. Las palabras que él ha dicho y que parecen fuertes, han sido necesarias. A veces hay que golpear un poco la mesa. Hay en sus frases, en cada una, todo un contenido de una reflexión muy profunda de mucho tiempo. Por eso digo que cada palabra de él aunque parece muy simple no lo es.
¿Eso qué significa?
Un análisis correcto de la semiótica de Bergoglio debería considerar cómo dice lo que dice, dónde lo dice, cuál es el lugar, si lo dice en el avión, en una misa, en un encuentro, a los políticos, a los sacerdotes, etc. La forma, el estilo, el tono tienen mucho que ver para entenderlo bien. Es un gran orador, un gran comunicador del evangelio, sencillo y profundo, pero no solamente se comunica con las palabras, sino también con los gestos. Cuando él se acerca y abraza a un niño, a un anciano, a un enfermo, no lo hace para la foto, lo hace porque le nace pero forma parte de su predicación evangélica. Ahí está su semiótica, es inseparable la palabra del gesto. El tercer elemento para entender su mensaje es su estilo de vida. Viste como viste, no quiere aceptar privilegios que le corresponderían y nadie se asustaría por ello. Eso no lo hace para ser famoso sino porque le nace, y eso hay que entenderlo también.
Usted compartió con él iniciativas de diálogo ecuménico que en Argentina fueron muy criticadas, ¿por qué?
Todos estamos plenamente conscientes que debemos pagar un precio muy alto por esto. El gran problema del diálogo interreligioso no es una cuestión de teología sino de ignorancia sobre lo que significa. Él tiene muy en claro que para el diálogo ecuménico, y por extensivo al interreligioso, es imprescindible conocer, afirmar, no diluir ni esconder la identidad propia, porque solamente funciona este en la medida en que yo no renuncio a mis valores, no por una cuestión de soberbia sino por una cuestión de autenticidad de mi identidad religiosa.
Eso implica un respeto y un involucramiento muy grande, ¿no?
Desde ese lugar yo reconozco al otro como mi hermano y espero que él me reconozca como su hermano. Así nos encontramos unidos en la diversidad, porque si no hay diversidad no hay encuentro. Si hacemos una gran mezcla y todos somos iguales, en realidad es una hipocresía el diálogo interreligioso. Pero lo más importante no es hablar sino escuchar, aprender del otro, reconocer a Dios en el otro, saber que somos mejores cuando dialogamos, eso es el concepto que él siempre tuvo claro. Unidos en la diversidad, donde la unión es muy importante pero no menos importante es la diversidad.
Juntos podemos dar un humilde ejemplo de paz y en eso Francisco está llevando la vanguardia. En este tiempo el diálogo interreligioso tiene un peso espiritual y político indudable. Por ese peso político Bergoglio pagó un precio muy alto en críticas, algo similar le está ocurriendo ahora que es Francisco. La Iglesia evangélica te debería sumarse a esto, porque es un mensaje que el mundo está necesitando.
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