Uno las cosas más bellas de la doctrina judía es que siempre se aplica lo que se aprende. Difícilmente uno explora preguntas que no tengan un impacto emocional, social o ético directamente sobre su vida. Esto hace que Agadá (filosofía) y Halajá (ley o practica) vayan siempre mano o mano y sean inseparables. La primera nos lleva a descubrir el mundo a encontrar una descripción profunda de la realidad que nos rodea y la forma que debemos actuar en ella; la segunda es la forma en que esa filosofía impacta sobre nuestras vidas, más concretamente sobre nuestras acciones. Como bien notaron Hayim Nahman Bialik y Yehoshua Hana Rawnitzki, dos escritores prominentes del siglo XIX, Agadá y Halajá, son el corazón de la práctica judía y la simbiosis que generan va mucho más allá incluso que la interpretación dentro de la doctrina, dentro de la ortodoxia o incluso más haya de la ley toraica.