Rogelio Pfirter, ex embajador de Argentina ante la Santa Sede, recuerda la época en que el actual Pontífice, aún seminarista, enseñaba literatura y psicología en el colegio jesuita de la Inmaculada de Santa Fe. "Tenía un conocimiento universal. Con él aprendimos cine italiano, que tanto le gustaba".
Por Eugenio Bonanata
Parada en Santa Marta en los últimos días para Rogelio Pfirter, ex embajador de la República Argentina ante la Santa Sede. "Tuve el privilegio de visitar a mi amigo", dijo a Telepace, refiriéndose a la reunión privada que tuvo con el Papa Francisco. "Siempre es una experiencia profunda", continúa el diplomático, que mantiene una relación especial con el Santo Padre salpicada de visitas y llamadas telefónicas. "Le conocí cuando tenía 14 años", relata. "Era mi profesor de literatura y psicología en el colegio jesuita de la ciudad de Santa Fe, Argentina, donde nací y donde estudié".
Un profesor "excelente"
Como es sabido, se trataba del colegio jesuita de la Inmaculada Concepción, una estructura muy antigua a la que Bergoglio asistió entre 1964 y 1965 para el aprendizaje previsto por el curso de formación jesuita. El Papa recordó aquel periodo el pasado 27 de mayo durante una audiencia con los participantes en la conferencia promovida por "La Civiltà Cattolica" con la Universidad de Georgetown. "Debo agradecer también a mis alumnos del Colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe", dijo Francisco, "con quienes compartí mis lecturas de juventud y enseñé literatura". "Todavía no era sacerdote", señaló Pfirter. "Era un excelente profesor y tenía un conocimiento universal, desde la literatura española hasta la argentina. Con él conocimos a grandes autores y poetas y también aprendimos sobre cine italiano, que tanto le gustaba". Y hay más sobre su estilo: "Aunque era muy exigente, tenía una actitud de ayuda y estímulo a la inteligencia y también a la fe". Hay varias anécdotas de esos dos años. El Papa", cuenta su antiguo alumno, "dirigió una obra de teatro sobre la conversión de San Ignacio. Y me eligió para hacer de protagonista, así que primero tuve que ponerme el uniforme de general y luego la túnica sacerdotal: fue una experiencia muy buena'.
El afecto de los antiguos alumnos
Todos los antiguos alumnos miran hoy al Papa con gran afecto. "Somos muchos los que seguimos en contacto: seguimos su misión apostólica y, desde luego, rezamos por él", añade Pfirter, que se detiene en el encuentro de los últimos días. Se habló de Argentina y también del Piamonte, una referencia implícita y constante a este último por las raíces comunes. El Santo Padre, además, manifiesta a menudo su cercanía a la región de la que tantos -incluidos sus abuelos- partieron hacia el país sudamericano.
El vínculo con los piamonteses
Es bien sabido que Francisco responde con gusto -en privado- a los mensajes de los fieles piamonteses. Por ejemplo, recientemente dio las gracias a una histórica familia de pasteleros de Grinzane Cavour que le había enviado una caja de bombones. Se la llevó, al margen de la audiencia general del 15 de marzo en la plaza de San Pedro, la investigadora de Asti Orsola Appendino (que ya en 2014 reconstruyó los orígenes de Francesco Langa en el libro Nonna Rosa, la roccia delle langhe, del que es coautora con Giancarlo Libert). Con ella, detrás de las barreras, estaban también Don Taddeo Judson Livero, párroco de Piana Crixia (donde fue bautizada Nonna Rosa) y la feligresa Natalina Pera. Los tres portaban pancartas bastante llamativas. El Papa", cuenta Appendino, "se me acercó en su silla de ruedas, se quedó unos minutos y hablamos un poco en piamontés mientras le entregaba la caja". La mujer, muy apasionada por el idioma y la cultura locales, envió a Santa Marta algunos libros con términos dialectales en los últimos meses. ¿El resultado? "Me han hecho sonreír mucho", respondió el Papa en una misiva en la que animaba a la señora "a seguir anunciando con fervor la alegría del Evangelio, especialmente en la querida tierra de Asti".
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