La Canciller de México, Claudia Ruiz Massieu, pronunció un encendido discurso en el marco del Foro Global del American Jewish Committee (AJC) que se llevó a cabo del 5 al 7 de junio en la capital estadounidense. La Canciller arribó al Foro acompañada por una delegación de 50 cónsules y el embajador de Israel en México, Jonathan Peled.
El Foro Global del AJC que se desarrolló del 5 al 7 de junio en Washington por lo 110 años de la organización, contó con la presencia de más de 2800 líderes judíos de las comunidades de todo el mundo, que participaron de sesiones exclusivas para los 100 iberoamericanos que asistieron, reuniones regulares para todos los asistentes y un panel con la participación de periodistas destacados en la región que se enfocó en el impacto de las elecciones en EEUU sobre Iberoamérica, entre otras actividades.
La Canciller se dirigió ante los presentes y pronunció un encendido discurso donde se refirió a las relaciones de amistad históricas entre en pueblo mexicano y judío:
"Amigas y amigos.
Es un verdadero privilegio estar aquí hoy y quiero dar las gracias al AJC por su hospitalidad y su amable invitación. Stanley, David and Dina: Gracias por invitarme esta noche.
Me siento particularmente honrada de compartir este foro con dos mujeres distinguidas, inteligentes y fuertes: la asesora de Seguridad Nacional, Susan Rice, y la Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos
Exteriores y Política de Seguridad, Federica Mogherini.
Hace sólo unos meses, nos reunimos en la Ciudad de México para celebrar la primera década del Instituto Belfer; hoy nos volvemos a encontrar aquí, entre buenos amigos con los que compartimos valores e intereses.
Ustedes saben, la amistad es un regalo que no se puede prometer con palabras, sino que se demuestra con hechos.
Y me siento orgullosa de decir que los pueblos mexicano y judío han forjado una amistad duradera, basada en la solidaridad mutua en épocas de prosperidad, pero sobre todo en momentos difíciles.
Entre 1939 y 1942, Gilberto Bosques, nuestro Cónsul en París, fue uno de los pocos diplomáticos que, enfrentando enormes riesgos personales, albergó y emitió visas humanitarias a cientos de judíos buscados por la Gestapo, pero que gracias a sus esfuerzos encontraron refugio seguro en México y se convirtieron en parte de nuestra familia nacional.
Sin embargo, nuestra historia comienza mucho antes, para los primeros judíos que llegaron a México en 1519, con los españoles.
Y desde entonces, y sobre todo en los siglos XIX y XX, diferentes oleadas de inmigrantes judíos han enriquecido el paisaje multicultural de México.
Esta tradición de puertas abiertas es algo que tenemos en común con Estado Unidos.
En el siglo XX, miles de personas de diferentes nacionalidades, japoneses, armenios, libaneses, chinos y muchos otros llegaron a los puertos mexicanos al igual que arribaban a Ellis Island en el siglo XIX alcanzando una tierra de paz, donde podían prosperar con sus familias.
Esta tradición consolidó la solidaridad, como quedó demostrado en 1985, cuando el terremoto más terrible sacudió la Ciudad de México. En esos días, muchas vidas fueron salvadas porque amigos y aliados de todo el mundo como Israel, no dudaron en enviar misiones y ayuda humanitarias.
Estos ejemplos no son sólo anécdotas, sirven como prólogo para construir juntos un futuro mejor.
Parte de nuestro futuro compartido se está construyendo aquí en Estados Unidos, hogar de ambos, las mayores diásporas judías y mexicanas en el mundo.
En el siglo XIX la relación con nuestro vecino del Norte estaba tan llena de sospechas que alguien acuñó la frase: "Oh, pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos". Por cierto, un amigo judío me dijo una vez que él lo expresaría de forma diferente: "oh Israel, tan cerca de Dios, pero tan lejos de los Estados Unidos."
Bueno, esos días se fueron hace tanto tiempo que ahora podemos bromear al respecto. Hoy en día, nuestra frontera con EE.UU. es una fuente de prosperidad y de oportunidades para ambos países.
Por lo tanto, la voy a decir aquí, fuerte y claro, porque es importante. Estados Unidos se beneficia, en gran medida, de la relación económica con México; y el pueblo estadounidense se beneficia, inmensamente, de la presencia de los mexicanos en este país. Esto es natural, porque somos aliados y amigos.
La cruda verdad es que hoy más de 6 millones de empleos de Estados Unidos dependen de la relación comercial con México. Esto representa un número mayor a toda la población judía en este país. Entonces, permítanme desmentir uno de los mitos más grandes: no robamos trabajos a las compañías estadounidenses. Por el contrario, somos vitales para millones de mujeres y hombres que proveen a sus familias en este lado de la frontera. [...]
En este punto como pueden ver, las contribuciones de México al mundo y a los Estados Unidos en particular no son enormes, ¡son talmúdicas!
Pero lo más importante, y para consternación de los que se aprovechan de la desinformación y el miedo para obtener beneficios políticos, el pueblo mexicano es y ha sido siempre una presencia positiva y una fuerza para el bien de Estados Unidos. Esto no es una opinión: Es un hecho.
Aquellos migrantes mexicanos que aún están llegando a Estados Unidos son cada vez más educados, más hábiles y más calificados.
De esta manera seguiremos trabajando juntos, proporcionando hechos, verdades e información objetiva de los bloques de la fundación de la relación duradera, mutuamente fructuosa, cimentada en confianza mutua y respeto.
Trabajando juntos para empoderar a nuestras comunidades.
En su magnífica autobiografía, Una historia de amor y oscuridad, Amos Oz nos describe cómo cuando su padre era un niño pequeño en Polonia, las calles de Europa estaban cubiertas con grafiti: "Judíos, vuelvan a casa".
Hoy en el siglo XXI, aquí en Estados Unidos, un clima de intolerancia está enviando un mensaje similar: "Mexicanos, vuelvan a casa".
El contexto es absolutamente diferente, pero en su núcleo se encuentra el mismo razonamiento preocupante las mismas mentiras el mismo hedor punzante de la intolerancia ¡Menospreciar a aquellos que son diferentes!
¡Culpar a las minorías! ¡Demonizar al extranjero! Bueno, déjenme decirles quienes son esos "extraños".
No es distinto de los judíos estadounidenses de todos los ámbitos de la vida, los mexicano-estadounidenses y los migrantes mexicanos son los que aran la tierra y se aseguran de que haya comida en nuestras mesas.
Son médicos, académicos, agricultores, empresarios, policías, ganadores del Oscar, atletas, y también son soldados que van a combatir en el extranjero para que la libertad se encuentre sana y salva en casa.
Aquellos que buscan sacar provecho político estigmatizando a esa gente, ya sean mexicanos, judíos, musulmanes, personas de color, asiáticos están equivocados ya que este país fue fundado sobre el mismo principio de la verdad evidente de que todos los hombres y mujeres están dotados con los mismos derechos inalienables: vida, libertad y la búsqueda de la felicidad.
Y saben, esta idea de que todos somos iguales en dignidad es uno de los más importantes conceptos judíos.
Esa idea, que hoy suena como sentido común, fue revolucionaria hace 3 mil años, cuando se convirtió en fundamento para la ética judía. En primer lugar, de manera religiosa y posteriormente de manera secular, se extendió por todo el mundo, y hoy es la piedra angular de lo que entendemos colectivamente como "civilización".
Sin embargo, en muchas partes del mundo parece que hay demasiadas personas demasiado dispuestas a olvidar las lecciones de la historia.
Agresiones contra los judíos ocurren en todo el mundo de manera cotidiana, y los estereotipos están muy extendidos, incluso en las sociedades más avanzadas. Es desgarrador presenciar que entre los lugares con las tasas más altas de incidentes están Francia, Reino Unido y otros países europeos, donde Aliá está en aumento.
Si la historia nos ha enseñado algo es que cuando se permite la discriminación contra un grupo, sólo es cuestión de tiempo antes de que empiece contra otros. La pasividad envalentona a los intolerantes y florece en medio del silencio.
De tal manera que debemos de ser fuertes y enérgicos, y no ser temerosos. Debemos de levantarnos para dejar las cosas en claro. Los mexicanos y los judíos participamos en esta herencia en común. Son nuestros valores compartidos los que nos unen: el respeto a la pluralidad, la diversidad, la libertad y la tolerancia.
De tal manera no debe sorprender que la comunidad judía mexicana la tercera más grande de América Latina, no sólo se sienta como en casa en México, sino que ha hecho a México su casa.
Los judíos mexicanos han prosperado con éxito y han contribuido a nuestro desarrollo nacional: en la ciencia, los negocios, la filantropía, las artes, los servicios públicos, la academia, y en casi en todos los campos, México se beneficia y es se fortalece gracias a su comunidad judía.
Y déjenme decirlo fuerte y claro: combatir el anti-semitismo, al igual que confrontar sentimientos anti-mexicano, no es un asunto judío, ni un asunto mexicano.
Es una batalla común de derechos humanos y un asunto de dignidad universal que va más allá de la raza, la religión, la ideología o las políticas.
Y este asunto ¡simplemente no es negociable!
Es por eso que quiero reconocer al American Jewish Committee, porque desinteresadamente, ha levantado su voz en favor de los derechos humamos y la decencia humana.
Especialmente, deseo reconocer su férrea defensa de los inmigrantes en Estados Unidos. Al hacerlo, han inspirado a otros a abandonar la apatía y perder el miedo y seguir su ejemplo.
Y esto también ha estado en el centro de las tradiciones y la ética judías, desde que se escribió: "debes amar a los extranjeros, porque alguna vez tú también fuiste ajeno en tierras extranjeras."
Estamos agradecidos por su apoyo, y quiero decirles que estamos listos para llevar nuestra sociedad al siguiente nivel. Por eso hoy, la red entera de consulados mexicanos en Estados Unidos la más grande que cualquier país tenga se reúne aquí, junto con docenas de líderes de la comunidad mexicana-americana de todos los estados de esta gran Unión.
Sólo una organización del calibre del AJC podría haber alcanzado esta participación.
Compartimos aspiraciones y defendemos valores comunes.
No tengo duda, de que trabajando juntos, el futuro que heredemos a nuestros hijos será uno en el que:
La esperanza prevalecerá sobre el miedo,
La razón sobre la ignorancia,
La libertad y la dignidad sobre la discriminación y el fanatismo.
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