La Iglesia al servicio de la paz fue el nombre del Congreso latinoamericano y caribeño que el Centro de formación bíblico, teológico y pastoral (Cebitepal) del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) organizó del 29 al 31 de marzo de 2023, en Bogotá, para visibilizar los esfuerzos en esta materia, en un continente azotado por diversas violencias –coyunturales o estructurales–.
Invitados internacionales participaron de este evento: Adolfo Pérez Esquivel, argentino y premio Nobel de la paz (1980); el jesuita Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Ver- dad de Colombia; y Emilce Cuda, secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina (PCAL), entre otros/as.
Mons. Miguel Cabrejos, presidente del Celam y arzobispo de Trujillo, en su discurso de bienvenida, abordó las causas de los conflictos en América Latina tenemos la violencia estructural, la opresión política, los abusos de poder, el atropello de los derechos de las comunidades indígenas. La Iglesia se ha ido involucrando en la facilitación del diálogo, en la gestión mediadora, asumiendo un rol de garante”.
Por ello, “nuestra misión como discípulos misioneros es aportar a la construcción del reino de Dios y su justicia, de modo que, la paz del Señor que recibimos como un re- galo es también una tarea pastoral”. Para el prelado, la paz es “un encargo misionero, un desafío, un reto que necesariamente requiere que no tiemble nuestro corazón, ni ser cobardes, porque el Señor nos encarga humanizar la vida, promover respeto, diálogo, escucha mutua, ni imposición, enfrentamiento o dogmatismo. Somos la región donde se registran las mayores desigualdades sociales y económicas”. Por tanto, “buscar la paz, sobre todo la paz que la Iglesia impulsa, es una tarea fundamental para seguir siendo garante en situaciones de conflictos”.
Vínculo entre la teoría y la praxis
En el documento conclusivo de este congreso ha trascendido que para construir la paz debe existir “la coherencia y vínculo entre la teoría y la praxis”, y la necesidad de “una cohesión interna capaz de superar las polarizaciones de la misma Iglesia y la exigencia de unas prácticas más conectadas y de conjunto”.
Aseguran que “las causas estructurales de los conflictos en el continente” deben ser detectadas claramente para “trabajar fuerte y proféticamente en los derechos de los pueblos; visión contenedora y superadora de los derechos humanos”.
Inspirándose en el magisterio de Francisco refuerzan “la urgencia de impulsar procesos de diálogo. La Iglesia está llamada a ser facilitadora natural del diálogo, el perdón, la justicia restaurativa y la reconciliación en todo momento y lugar”.
Además han puesto el acento en la importancia de “superar el estado de neutralidad y nos compromete siempre más con la dignidad humana” ante “los gozos, las esperanzas, los dolores y gritos de nuestros pueblos que resonaron en el Congreso”.
Son semillas plantadas “confiando en un presente de la Iglesia que logre escuchar con corazón amplio los clamores de los pueblos que le dan vida”. La Iglesia, acompañada de sus pastores, sigue firme en su compromiso de ser artesana de la paz.
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