Aunque sólo fuese por el beneficio que al diálogo interreligioso reporta, convendría echarle más valor, y entendimiento, entre cristianos.
Empieza siendo el ecumenismo movimiento tendente a restablecer la unidad de los cristianos y en concreto de las Iglesias entre sí. Desde el punto de vista técnico, pues, se trata de un concepto teológicamente relativo a las Iglesias. El de las religiones, en cambio, puede afectar al ecumenismo o no, según lo integren sólo religiones no cristianas, o éstas y el cristianismo.
En un mundo posmoderno y globalizado como el nuestro hay que reconocer que la ciencia de las religiones ha adquirido un alto grado de complejidad, al igual que otras disciplinas científicas.
19.07.2022
Sólo con libertad termina cayendo en el fértil campo de la investigación teológica el fruto maduro de la plenitud. Sólo llevados de valor en el análisis los investigadores consiguen vencer el grueso muro del enigma. Sólo con el áncora del respeto al misterio y de la humildad ante la eventual corrección desde arriba, en fin, lleva el teólogo su nave de la verdad a buen puerto.
Investigar a fondo y exponer con parresía conlleva proceder sin miedo a censuras ni a posibles enfrentamientos, ya al tradicionalismo romano, ya al vanguardismo de moda. «La agresividad contra ese anti-espíritu del endiosamiento de la tradición, del patriarcalismo, del confesionalismo y del centralismo papal no brota de una indiferencia por lo católico, sino del amor por la causa de la Iglesia, a la cual desearíamos ver atenta a sus orígenes y al presente, fraternal, abierta a la ecumene, verdadera y universalmente católica, donde la catolicidad fuera precisamente la fuerza para afirmar también lo extraño, según el paulino «Probadlo todo y quedaos con los bueno» [1 Tes 5, 21] (Kuschel, Madrid 1998, 46s).
Eberhard Jüngel, teólogo evangélico de Tubinga, decía en 1980: «también pertenece a la libertad de la teología aquella pasión por la verdad que se atreve a diferenciar la doctrina correcta del error [...] En todo caso, el "no" en nombre de la verdad ha de ir acompañado como criterio definitorio por el "sí" del amor» (Kuschel, Madrid 1998, p. 34, not. 24). Teólogos con abundantes escritos sobre la reconciliación de las Iglesias cristianas divididas, Hans Küng por ejemplo, consideran un escándalo de la historia del cristianismo mantener la excomunión entre la Reforma y Roma. Aunque sólo fuese por el beneficio que al diálogo interreligioso reporta, convendría echarle más valor, y ganas de entendimiento entre cristianos. ¿Se dio esa valentía en 2017, año de Lutero?
Suele entenderse por diálogo ecuménico el de las entidades propias del ecumenismo. Y por diálogo interreligioso el de las religiones. Qué alcance tengan entidades y religiones es lo que ahora mismo desbordaría el espacio de estas reflexiones. Son conceptos pletóricos de sentido. En entidades, por ejemplo, habría que empezar por distinguir entre Iglesias y organismos cristianos que, sin embargo, no son Iglesias [aunque de ellas dimanen o a ellas propendan].
En religiones, por su parte, será preciso determinar primero qué haya de entenderse por religión, al objeto de orillar a un segundo plano las politeístas [descender a ellas resulta prolijo] para terminar centrados en las monoteístas, y no todas, sino sólo en las encuadradas dentro de la común denominación de religiones universales, o también en la no menos frecuente de religiones del Libro.
Del diálogo ecuménico al interreligioso es, de entrada, título que apunta al estudio comparado. Bien sabido es que, en cualquier estudio así, han de contar las dos partes, si son dos, o cuantas conformen el grupo al que la comparación afecta.
El ecumenismo es, a fin de cuentas, concepto implicado en el interreligioso, de mayor amplitud. Siendo más explícito, el movimiento ecuménico no tiene por qué ser necesariamente movimiento interreligioso, ni éste, a su vez, forzosamente ecumenismo: otra cosa es que, en uno y otro, flote siempre un aire de ecumenicidad, un espíritu de concordia y de entendimiento.
Empieza siendo el ecumenismo movimiento tendente a restablecer la unidad de los cristianos y en concreto de las Iglesias entre sí. Desde el punto de vista técnico, pues, se trata de un concepto teológicamente relativo a las Iglesias. El de las religiones, en cambio, puede afectar al ecumenismo o no, según lo integren sólo religiones no cristianas, o éstas y el cristianismo. Antes que un proceso reductivo [de más a menos, en cuyo caso habría que invertir el título poniendo Del diálogo interreligioso al diálogo ecuménico], empleo aquí el prospectivo [de menos -una religión: la cristiana- a más: las religiones del Libro, a saber: Biblia: Toráh y Talmud (Judaísmo); Biblia: Evangelios (Cristianismo); Corán (Islamismo); y Bagavad-Gita (Induismo).
Las características más significativas del verdadero diálogo interreligioso reflejan, entre otras cosas, que:
* El diálogo constituye una de las notas más importantes del hombre contemporáneo. Diálogo es la palabra que está en los orígenes mismos de los desarrollos conocidos por la Iglesia y por el mundo de hoy, y de los que cabe que sobrevengan en el futuro.
* Un auténtico diálogo interreligioso debe estar arraigado en la condición humana y en la revelación divina. Para las Iglesias cristianas, por ejemplo, el diálogo se basa, o fundamenta, sobre el mismo misterio de la comunión trinitaria, misterio de amor, de comunión y de comunicación, así como sobre la naturaleza misma de la revelación, que es, en definitiva, diálogo de Dios con el hombre.
* Es importantísimo el espíritu del diálogo, a saber: la discreción y la humildad, la sabiduría y la perseverancia, el respeto del otro, de sus tiempos y de su mentalidad, la aceptación de las contradicciones... Implica ello relaciones personales, de las que nos dio sobrado ejemplo Jesús en sus diálogos con interlocutores llegados a nosotros en los Evangelios. Sólo con estas condiciones el diálogo interreligioso puede contribuir a que caigan no pocos prejuicios y barreras que se suelen levantar entre las religiones, así como también a que se conozca mejor la propia (religión), impulsados a ello por la necesidad de mostrarla al otro de manera clara y convincente [Cereti, 122].
* Un auténtico diálogo entre creyentes tiene que ser no sólo doctrinal, sino también experiencial y vital. El diálogo constituye, de hecho, un momento de encuentro y de careo entre personas, profundamente arraigadas en la propia tradición religiosa. La afirmación de cada religión en su propia identidad no excluye el respeto, el diálogo, la colaboración con creyentes de todos los credos y de todas las religiones [Cereti, 122].
* Muchos extienden los principios del ecumenismo también al diálogo interreligioso, o abrazan asimismo éste bajo la dicción ecuménica genérica. En realidad, estos se diferencian profundamente, por el fin y los puntos de referencia comunes al uno o al otro. En el diálogo interreligioso, a fin de cuentas, no compromete el diálogo ecuménico: es más, este ofrece motivaciones todavía más urgentes a la búsqueda de la unidad de los cristianos.
Todo aquel que ha hecho experiencia de encuentros interreligiosos sabe que los otros colegas del diálogo no se dirigen a él como católico, protestante, ortodoxo, sino como cristiano, y que él, en referencia de estos colegas no cristianos siente profundamente la unidad fundamental que en la fe evangélica existe con los otros cristianos. El diálogo interreligioso constituye siempre un estímulo a crecer en la unidad con los otros bautizados [Cereti, 124].
Acerca de las formas del diálogo interreligioso, la Iglesia católica distingue:
a) El diálogo de la vida. Las personas que lo practican se esfuerzan por vivir con espíritu de apertura y de buena vecindad, compartiendo sus alegrías y sus penas, sus problemas y sus preocupaciones humanas, o, por decirlo desde el pórtico mismo de la constitución pastoral Gaudium et spes: «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo» (n. 1).
b) El diálogo de las obras: Cristianos y no cristianos colaboran en él con vistas al desarrollo integral y a la liberación de la gente, dada la altísima vocación del hombre, y siempre en sincero y mancomunado esfuerzo interreligioso para lograr la fraternidad universal que responda a esa vocación.
c) El diálogo de los intercambios teológicos, es decir, de aquel con cuya aportación los expertos tratan de profundizar en la comprensión de sus respectivas herencias religiosas apreciando los valores espirituales de unos y de otros. A modo de un intercambio de valores que redunde siempre en bien fraternal y compartido.
d) El diálogo de la experiencia religiosa: Las personas radicadas en las propias tradiciones religiosas comparten gracias a él sus riquezas espirituales, por ejemplo en lo que afecta a la oración y a la contemplación, a la fe y a las vías de búsqueda de Dios o del Absoluto.
La experiencia religiosa reporta siempre señalados beneficios a quienes fomentan el diálogo interreligioso. En un mundo posmoderno y globalizado como el nuestro hay que reconocer que la ciencia de las religiones ha adquirido un alto grado de complejidad, al igual que otras disciplinas científicas. La verdadera investigación abre vías a nuevos descubrimientos sobre el ser humano y su sentido religioso de la trascendencia [Waardenburg, pássim].
Del diálogo ecuménico al interreligioso, pues, no es que medie un abismo, pero sí la distancia suficiente para tener que dar pasos precisos a favor de un estudio razonado del fenómeno de la religión sin prescindir del ecumenismo, ni a la inversa.
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