Lo siento, pero confieso que sigo siendo católico. Y a veces me siento incómodo cuando algún artículo o conferencia critica al cristiano burgués de hoy. No es lo mismo, pero algunas de esas críticas me recuerdan a los curas que riñen precisamente a los pocos fieles, generalmente mayores, que aún le van a misa.
Por: Antonio-Carlos Pereira Menut.
Juzguemos con realismo. En general, el cristianismo burgués es muy criticable; eso lo ve cualquiera. Pero en concreto los pocos católicos aburguesados que aún resisten a pesar de las dificultades desde fuera y desde dentro, más merecerían parabienes que reproches. José María Torralba publicó hace poco un notable artículo, "Cristianismo burgués" (ABC, 21-V-2024), que dice mucho en poco espacio. Hay en él un equilibrado juicio histórico del cristianismo burgués, con lo bueno y lo malo. Cita a Ratzinger, De Lubac y otros; un análisis correcto (recordemos la hipocresía en la burguesía victoriana) pero, para mí, un poco de libro, y de libro más bien del norte de Europa.
Es interesante que a veces esas críticas presuponen una España que seguiría siendo católica, por lo que la hipocresía y el aburguesamiento serían particularmente llamativos. Pero ni España es católica (salgamos a la calle, a ver a quiénes les suenan los Mandamientos; o miremos las estadísticas), ni la gente conserva actitudes católicas básicas; se conservan más en Italia y Portugal.
Incluso algunos de entre los bravos católicos jóvenes de 2024, no tienen la antropología católica, tan clara en Sancho Panza. Según cómo sean de jóvenes, ya no la respiraron. Ejemplo: hoy hay menos providencialismo y misericordia en la visión social; sólo legalismo. Niños y viejos son vistos como hace 50 años entre los capitalistas ex-protestantes. La vida, la muerte, el trabajo o el descanso, tampoco se ven como antes. Apenas se imparte educación cristiana porque pocos colegios católicos realmente lo hacen; imparten ODS o lo que sea; pocas humanidades, educación inclusiva, tecnologismos nada formativos, y así. Nada raro, entonces, que salgan los chicos y chicas con poca mentalidad cristiana, sobre todo si ya no traían mucha de casa.
También se señala a menudo que los cristianos burgueses se limitan a respetar los mandamientos, cuidar la familia, algo de vida de piedad y lo mismo en limosna. De acuerdo, pero, ¿es que eso no tiene ningún mérito? Si no lo tuviera, lo harían todos. No lo tendría (o no mucho) en 1960 o 70; hoy, es casi heroico. Los pocos cristianos que distinguen el bien del mal y saben los Mandamientos merecen un monumento y están resultando ser más fieles que quienes más deberían serlo. No son la manzana podrida; al contrario, son más víctimas que causantes de los actuales problemas de la Iglesia. Han resistido como pudieron sin ganar con ello ni un poco más de aceptación social; a veces, ni en sus familias.
También se les reprocha carecer de sentido de misión. De nuevo, es cierto. Pero volvamos a pisar tierra. Para alguien ajeno y no informado, ¿se distingue mucho, hoy, nuestra Iglesia de una gran ONG ético-social transnacional? Un extraterrestre, ¿vería en ella una clara y fuerte misión?
Entonces, ¿cómo van a tenerla precisamente los cristianos aburguesados? Con toda la educación, católica o no, rendida ante la ideología de género, la digitocracia y demás, ¿qué sentido de misión llevará el alumno cristiano? ¿Buscar un buen sueldo en las antípodas, desarraigándose lo más posible, y siempre sin formar una familia? ¿Quién, incluso en buenas escuelas, ha oído que un cristiano (o cualquiera) puede tranquilamente tener más dos hijos? Humpty Dumpty era muy listo. Si hasta el lenguaje y los marcos mentales —metas, valores, solidaridades— en uso en nuestra Iglesia son no-cristianos, ¿qué sentido de misión cabrá esperar de ese católico asediado, que resiste malamente mientras que los que mandan en la Iglesia no le hablan mucho de Dios pero le insisten en que pague los más salvajes impuestos?
Hoy, vivimos en unas "waste lands”. Y, viviendo en ellas, uno echa de menos lo que antes no imaginaría; hasta los hombres que salían a fumar el cigarro durante la homilía, hombres de fe que sabían los Mandamientos. Así que para los católicos aburguesados de 2024, sugiero la medalla al resistencialismo (aunque no sólo eso). Además, siendo tan pocos, insistir tanto en sus defectos es como tomar precauciones contra las inundaciones en el Sahel. Digo yo.
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