El reconocimiento de la dignidad de la Mujer en todas sus dimensiones es un signo de madurez social que no se puede postergar más. En un momento donde se desarrollan numerosos esfuerzos por la afirmación de los derechos de las personas, sin embargo tenemos que seguir lamentando la multiplicidad de casos de violencia que afecta particularmente a las mujeres.
Golpean el corazón de los argentinos la violencia psicológica, física, sexual, espiritual de muchas mujeres que padecen por amenazas, humillaciones, golpes, acosos, discriminación,explotación, esclavitud, hasta llegar al extremo lamentable del femicidio.
Dice el Papa Francisco “Símbolo de la vida, el cuerpo femenino a menudo es agredido y desfigurado incluso por quienes deberían ser sus custodios y compañeros de vida” (Discurso, 7 de febrero de 2015). Esto hace pensar en la necesidad de la educación personal y comunitaria sobre el noviazgo, el matrimonio, la amistad y las relaciones humanas en general. La formación - ante todo- es formación del corazón, de los afectos, y no puede realizarse sólo en un aula, sino también en el seno de la familia y de los grupos sociales de contención.
El Santo Padre nos invita también a “atraer la atención sobre la dolorosa situación de tantas mujeres pobres, obligadas a vivir en condiciones de peligro, de explotación, relegadas al margen de las sociedades y convertidas en víctimas de una cultura del descarte” (ibidem)
En la voz del Papa, la Iglesia argentina adhiere a la propuesta de rechazo al femicidio compartiendo la consigna de “Ni una menos”.
Valoramos asimismo el trabajo de tantas instituciones que dedican sus esfuerzos a la promoción y defensa de la mujer, alentándolos a continuar en este camino más allá de las dificultades.
Que la Virgen de Luján, madre de todos los argentinos, conduzca a la comunidad nacional hacia un compromiso profundo por el respeto de la mujer y el enaltecimiento de su rol social.
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