Durante el encuentro los obispos le expresarían su preocupación por los "nuevos pobres" que, advierten, dejará el ajuste. Y le señalarían la necesidad de asistirlos de alguna manera. La agenda presidencial impidió que la reunión fuese la semana pasada.
Sergio Rubin
El presidente Javier Milei recibirá muy probablemente esta semana a la cúpula de la Iglesia. Como hace cada año con el primer mandatario de turno, los obispos quieren transmitirle los saludos por la Navidad. Se descuenta que, a la vez, le dejarán un pedido: que la ayuda social abarque también a los nuevos pobres que consideran que la fuerte subida de la inflación está produciendo como consecuencia de la suba de tarifas y la liberación de precios.
En rigor, los obispos aspiraban a que la reunión se concretara el viernes pasado cuando estaban sesionando. Pero la premura del pedido y la saturada agenda presidencial lo impidieron. La contención social frente al fortísimo ajuste en curso -además de la búsqueda de consensos con las otras fuerzas políticas para afrontar la crisis- constituye una cuestión clave para la Iglesia, temerosa de un aumento de la conflictividad social.
La delegación eclesiástica será encabezada por el presidente de la Conferencia Episcopal, el obispo de San Isidro Oscar Ojea, quien antes del traspaso del mando recibió la visita de la entonces mencionada futura canciller, Diana Mondino. La flamante ministra de Relaciones Exteriores y Culto viene deslizando su deseo de que el gobierno tenga una óptima relación con el Papa Francisco tras las críticas de Milei al pontífice.
Mondino, sin embargo, aún no nombró a un funcionario relevante con vistas a ese vínculo no solo con el Papa, sino con la Iglesia argentina: el secretario de Culto, que, además, deberá intervenir en la organización de la anunciada visita del pontífice al país, que se produciría en los meses de otoño. Si se supo que no continuará como embajadora ante la Santa Sede la diplomática de carrera Fernanda Silva.
Otro que visitó antes de la asunción de Milei a Ojea fue el nuevo secretario de Desarrollo Social, Pablo de la Torre, hermano del ex intendente de San Miguel, Joaquín de la Torre, con el que comparte la fe católica y la férrea oposición a la legalización del aborto que desplegaron durante los debates en el Congreso. Pablo fue el secretario de Salud en la intendencia de Joaquín.
De la Torre -acerca de cuya designación la Iglesia dice ante versiones que no tuvo que ver- le ratificó a Ojea lo que Milei venía diciendo en la campaña: que los planes sociales seguirán vigentes hasta que los beneficiarios accedan a un trabajo, pero que a la vez se avanzará en la eliminación de la intermediación de su adjudicación por parte de los movimientos sociales.
La buena relación que De la Torre procura con la Iglesia puede llegar a ser clave porque los curas villeros se enfrentaron duramente durante la campaña con Milei por sus críticas al Papa Francisco y por haber descalificado el principio de justicia social. Su principal referente, el padre Pepe, llegó a decir que un católico no podía votar por el libertario.
De la Torre necesitará del aporte de la Iglesia, no sólo a través de su vasta obra social, comenzando por la red de comedores comunitarios, muchos de ellos gestionados por Cáritas. También por sus vínculos con los referentes barriales y los movimientos sociales, ya que podría ayudar a pacificar los ánimos y facilitar el necesario diálogo.
La última medición de la UCA, correspondiente al tercer trimestre de este año, arrojó que el 44,7% de los argentinos -casi 20 millones- son pobres (el 62%, menores de edad), de los cuáles el 9,6 % -alrededor de 4 millones- son indigentes. Pero si se quitarán las ayudas del Estado la pobreza llegaría al 49% y la indigencia al 20,8%.
Son niveles de pobreza sólo superados durante la crisis de 2001 y que están cabeza a cabeza con los de la cuarentena. Niveles que crecerán con el sensible aumento que está teniendo la inflación -la gran productora de pobreza- y que, según las proyecciones, perdurará al menos en los primeros meses del nuevo gobierno.
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