¿Qué se puede esperar del encuentro del Papa Francisco con los obispos y qué perspectivas puede tener?
por Luis Badilla
La noticia es bastante insólita pero nada sorprendente: los obispos de la Comisión directiva del Episcopado venezolano solicitaron hace pocos días al Papa Francisco ser recibidos en audiencia especial para hablar sobre la dramática situación del país, que desde el 4 de abril hasta la actualidad suma 60 muertos en las manifestaciones de protesta de los partidos de la oposición contra el gobierno del presidente Maduro. El gobierno, como si nada ocurriera, sigue adelante con sus planes para elegir una Asamblea constituyente que la inmensa mayoría del país rechaza. En particular la Iglesia católica del mismo, que en la práctica es la única institución que ha quedado en pie, libre y autónoma, frente al control totalitario que Maduro ejerce sobre la nación – por lo menos eso es lo que han subrayado los obispos de Venezuela en reiteradas oportunidades -, y al mismo tiempo goza de un amplio consenso en toda la región.
La prensa local sigue insistiendo: si Venezuela todavía no es una dictadura, falta muy poco, y el régimen, fuertemente redimensionado y en desbande, se sostiene sencillamente gracias al apoyo de las Fuerzas Armadas de ideología y formación “chavista”, encabezadas por el hombre fuerte del momento, el general Vladimir Padrino López, “Ministro del poder popular para la defensa de la república bolivariana de Venezuela” desde 2014. Más que Maduro y su partido, o los restos de la organización que fundó Hugo Chávez, el verdadero núcleo duro de la situación venezolana son los más altos oficiales, que no solo controlan las armas sino también la economía, una buena parte de los medios de comunicación y los puestos clave de la burocracia estatal.
¿Qué puede hacer el Papa más allá de todo lo que, junto con la diplomacia vaticana, ya hizo desde 2013? Obviamente el Pontífice y el Vaticano, y el Episcopado venezolano, no pueden dejar de insistir en la necesidad del diálogo, de apertura entre las partes, de puentes, para ahorrar cuanto antes ulteriores sacrificios y lutos a un pueblo que desde hace tres años sufre de manera indecible, no solo por falta de libertad, de dialéctica democrática, de respeto de los derechos humanos, sino también por falta de alimento y de medicamentos, de combustible y de todo tipo de artículos de primera necesidad. Sin duda el Papa y los obispos venezolanos no pueden incitar al choque, a lo que el chavismo llama con arrogancia irresponsable “enfrentamiento final”.
La reunión en el Vaticano servirá, y eso es muy importante, para demostrar la plena y total comunión de los obispos de Venezuela con el Papa, una comunión que ha sido negada desde muchos lados y puesta en discusión incluso por órganos de prensa católica y en ambientes vaticanos. Entre Francisco y los prelados venezolanos nunca hubo ninguna controversia o desacuerdo, aunque el tono de las palabras tal vez permitiría suponer presuntas divergencias. El Papa siempre enfocó la situación venezolana desde una óptica general, poniendo en el centro la búsqueda de soluciones consensuales. Es lo mismo que siempre procuraron los obispos del país aunque, como es natural, en sus documentos la realidad de ese momento los obligaba, precisamente, a poner de relieve las consecuencias nefastas y a veces mortíferas – y cotidianas – de un enfrentamiento en el cual, en realidad, ninguna de las partes quiso nunca el diálogo.
Es más, no pocas veces los obispos se encontraron en dificultades frente a las groseras manipulaciones de las intenciones del Papa y de la diplomacia vaticana que tanto las oposiciones como el gobierno intentaron siempre usar en ventaja propia.
Del Comunicado de la Comisión directiva del Episcopado, difundido hace pocas horas en Caracas, se deduce con claridad que los obispos se encuentran en el Vaticano, y tal vez harán también declaraciones a la prensa, para hablar y apoyar abiertamente los siguientes puntos: respeto de la Constitución y no reformulación; elecciones generales inmediatas, libres y transparentes; respeto de los acuerdos alcanzados que nunca se cumplieron, sobre todo de parte del gobierno; apertura de canales humanitarios; liberación de los presos políticos y por último, respeto del Parlamento.
En la práctica tal vez se pretende también que esta plataforma sea asumida por la Santa Sede, que en algunos puntos ya se pronunció por medio de una carta del cardenal Pietro Parolin el año pasado. Es una perspectiva posible y seguramente útil, pero sigue en pie una pregunta: cómo se convence a Maduro. y sobre todo a las Fuerzas Armadas, para que cambien de rumbo y comiencen negociaciones reales y sinceras.
La cuestión humanitaria. Para el Papa Francisco y para el Episcopado venezolano la dramática situación humanitaria probablemente sea la prioridad absoluta y por eso, seguramente, durante la audiencia en el Vaticano se le dará a este tema un amplio espacio y quizás se estudien diferentes formas posibles de ayuda. Una de ellas podría ser una colecta dentro del mundo católico, como se hizo para Ucrania, para salir al encuentro de tantas urgentes necesidades de este pueblo ya exhausto. El gobierno de Maduro hasta hoy, con momentos de cauta apertura, básicamente – y de una manera completamente inexplicable – sigue oponiéndose a recibir ayuda humanitaria desde el exterior.
Habría que ver si este gobierno tendrá el coraje de oponerse a que ingrese la ayuda reunida por el Papa Francisco a través de una colecta regional o mundial.
Comentá la nota