Con el título “En los pies del migrante”, las conferencias episcopales de Colombia y Venezuela hacían ayer público un comunicado, fruto del encuentro de obispos de ambos países en Necoclí y Apartadó, con el que se solidarizan y se ponen a disposición de los muchos emigrantes que cruzan el Urabá Darién. Se trata de la zona donde comienza el istmo centroamericano, un área selvática y pantanosa, de difícil acceso y que abriga numerosos peligros de la naturaleza y, desgraciadamente, también de los hombres. Los obispos en este encuentro pudieron conocer la labor que se lleva a cabo y las terribles situaciones que afrontan personas que, en muchos casos, parten con toda su familia.
“Los migrantes y refugiados forzados por la pobreza, los conflictos políticos y de violencia”, dice el comunicado, “se han visto obligados a salir de sus países de origen en búsqueda de mejores condiciones de vida y de oportunidades de futuro para sus familias”.
Son muchos los peligros que los emigrantes afrontan, dicen los obispos, “hasta llegar a Necoclí y los temores por cruzar el denomina ‘infierno del Darién’, por las situaciones de enfermedad, robos, violaciones, accidentes, y explotación por parte de quienes ven una oportunidad de grandes ganancias económicas, sin ningún control institucional local y nacional. Las diócesis por donde pasan los emigrantes hacen todo lo que está en su mano por prestarles ayuda, pero resulta insuficiente, por eso, en el comunicado, se pide que “se respete el derecho a la movilidad humana” y se evite “toda actitud xenófoba”. Además, que se les acompañe “para evitar la trata de personas, la violencia de género, la explotación laboral y sexual especialmente de niñas, niños y adolescentes”. Sobre todo, exigen un compromiso a todas las entidades públicas para que se promuevan “rutas seguras de tránsito, ordenadas, informadas, reguladas y que respeten los derechos humanos”.
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