El proceso de transición y cambio implicado, la profundización y transformación, no solo es para las religiosas, sino también es un don y una gracia para toda la Iglesia. Señala el camino hacia una experiencia de apertura a la guía del Espíritu hacia una nueva manera de vivir en comunidad, una nueva manera de estar en misión y servicio, por caminos nuevos y desafiantes.
No es posible examinar los cambios que se han producido en la vida consagrada femenina durante estas últimas décadas sin volver nuestra mirada al Vaticano II, examinando cómo sus deliberaciones y documentos posteriores han dado forma a la vida consagrada contemporánea.
En la época del Vaticano II, había más de un millón de religiosas en todo el mundo y, aunque hoy la cifra ronda las 630.000, sigue siendo un número considerable. El último día del Concilio, el 8 de diciembre de 1965, los Padres Conciliares firmaron el decreto que aprobaba la creación de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG) formada por congregaciones femeninas tanto diocesanas como pontificias. La creación de esta nueva estructura permitiría a las religiosas establecer redes y comunicarse en todo el mundo, reflexionar juntas sobre los signos de los tiempos y discernir juntas cómo las religiosas podían responder a las necesidades de la Iglesia y del mundo.
Del Vaticano II al Sínodo sobre la Sinodalidad
Varios documentos del Vaticano II han influido de forma efectiva en la evolución y el desarrollo de la vida consagrada femenina. Si bien los documentos están dirigidos a todas las personas consagradas, la mayoría son mujeres.
Las mujeres religiosas han reflexionado sobre todos los aspectos de sus congregaciones a la luz de estos y de otros documentos más recientes, discerniendo continuamente la llamada de Dios.
En un artículo reciente, Michael Czerny SJ afirmaba que “los Padres Conciliares redefinieron la vida religiosa sobre la base de la categoría “consagración”, sentando así las bases para el desarrollo posconciliar de una “teología del carisma” y un enfoque en el “misticismo de la vida consagrada.” (1)
A medida que las religiosas comenzaron a estudiar sus carismas fundacionales, comenzaron a reimaginar su vida y sus ministerios. Lumen Gentium, publicada en 1964, puso énfasis en el sacerdocio común de todos los bautizados y en la llamada universal a la santidad. También se veía la identidad del ser religioso definida más en términos de ser conformado a Cristo que de hacer.
El significado de esta distinción se irá viendo a medida que pasen las décadas y que las religiosas en muchas partes del mundo comiencen a encontrar nuevas formas de traspasar sus grandes instituciones educativas, de salud y de bienestar social, para dedicarse a nuevos campos de apostolado donde su presencia, su “estar con el pueblo” era de vital importancia. Según Michael Czerny SJ, en las reflexiones del Concilio sobre la vida consagrada se unieron varias dimensiones distintivas. En primer lugar, la vida consagrada es vista como una vocación eclesial y la misión y espiritualidad de los religiosos es para “el bienestar de toda la Iglesia” (2).
A partir del Vaticano II, las religiosas comenzaron a reconocer que necesitaban compartir su espiritualidad con los laicos. Esto dio lugar a un aumento del número de asociados laicos cuya vida espiritual y laboral se ha enriquecido con una variedad de experiencias de formación dirigidas por congregaciones. En segundo lugar, para quienes abrazaron la vida consagrada, después del Vaticano II, el planteamiento no estuvo en la “pérdida” sino más bien en la “ganancia” en términos de su desarrollo humano a través del respeto personal, la educación, la maduración psicosocial y el cultivo de dones y talentos (3).
Las congregaciones religiosas femeninas comenzaron a sentir la necesidad de educar a sus miembros en nuevos campos de apostolado, además de los tradicionales de educación, salud y servicios sociales. Las hermanas ahora reciben formación como teólogas, estudiosas de las Escrituras, abogadas civiles y canónicas, científicas ambientales, economistas, científicas informáticas, ingenieras y en muchos otros campos emergentes. En tercer lugar, debido a la naturaleza escatológica de la vida consagrada que anuncia el Reino de Dios en la plenitud de los tiempos, después del Vaticano II, la vida de votos ya no era considerada como una huida del mundo. Más bien es un compromiso apasionado con la historia y con la realidad del aquí y ahora (4).
Una vez más, las congregaciones femeninas leyendo los “signos de los tiempos” a la luz de sus carismas discernieron continuamente nuevas formas de responder a las necesidades contemporáneas. Finalmente, desde que la vida consagrada es considerada un don especial por medio del cual el Espíritu ha enriquecido a la Iglesia, esta dimensión carismática “pertenece a su vida y misión” (5). Esta idea dio lugar al nuevo reconocimiento de la necesidad de que las religiosas colaboren con el clero y los laicos y con hombres y mujeres de buena voluntad.
Perfectae Caritatis publicado en 1965 manifestaba las múltiples formas de vida consagrada: contemplativa, activa, monástica y laica (6). Se invitó a cada instituto a estudiar sus orígenes e historia para que “el Espíritu y los objetivos propios de los fundadores” pudieran ayudar a la congregación a aplicar la intuición carismática original a “las condiciones cambiantes de nuestro tiempo” (7). El estudio posterior realizado por las religiosas favoreció una comprensión y valoración más profunda de sus carismas fundacionales por parte de los miembros. Muchas congregaciones se habían visto obligadas a adoptar una forma de vida monástica para obtener la aprobación eclesial, a pesar de que el carisma fundacional había previsto una vida y una misión comunitaria insertada plenamente en los contextos contemporáneos. Para otros, el proceso de renovación y adaptación condujo a una valoración y un estudio más profundos de su identidad monástica o laical.
Los cambios implementados en relación con los signos y símbolos externos (presencia o ausencia de clausura, uso de un hábito formal o adopción de vestimenta contemporánea, oración del oficio en común o en privado, enfoque misionero y alcance ministerial reflejaron los nuevos conocimientos adquiridos en términos de identidad fundacional y objetivo. La catolicidad de la vida consagrada femenina con su multiplicidad de tipos y formas ilustra la riqueza y diversidad de los dones del Espíritu Santo. Lo que une a todas las religiosas es su amor a Dios y el amor al prójimo. La fecundidad misma de la vida religiosa depende de la calidad de la vida común que surge de la observancia de los votos de castidad, pobreza y obediencia.
Otros documentos influyentes
En el año 1971 el Papa Pablo VI en Evangelica Testificatio pidió a los religiosos reflexionar nuevamente sobre el Concilio Vaticano para discernir los cambios oportunos que debían realizarse en el seno de las congregaciones. Escribió que redescubrir el carisma del fundador ayudaría a la congregación a determinar sus “opciones fundamentales”, lo cual permitiría “revitalizar continuamente las formas externas” (8).
El Papa Pablo vinculó el voto de pobreza con la opción preferencial por los pobres, haciéndose eco del deseo de Juan XXIII expresado antes del inicio del Concilio de repensar la Iglesia y su misión a partir de los pobres (9). Pablo VI escribió: Se oye cómo surge, más apremiante que nunca, desde su angustia personal y de su miseria colectiva, “el grito de los pobres”… ”En un mundo que vive la avalancha de desarrollo, esta persistencia de masas e individuos afectados por la pobreza constituye una llamada apremiante a ‘una conversión de mentes y de actitudes’, especialmente para vosotros, que seguís más de cerca a Cristo en esta condición terrena de negación de uno mismo” (10).
Pablo VI mencionó una serie de enfoques que podrían adoptarse, entre ellos evitar cualquier compromiso con la injusticia social y despertar las conciencias a las exigencias de la justicia social tal como se encuentran en las Sagradas Escrituras y en la Doctrina social de la Iglesia. También pidió que algunos “se unan a los pobres en su situación y a compartir sus amargas preocupaciones” (11).
Se pidió a las congregaciones que dedicaran sus apostolados al bienestar de los pobres. Muchas congregaciones religiosas en todo el mundo hicieron cambios significativos en sus instituciones ya existentes (escuelas, hospitales, clínicas, etc.) para hacerlas cada vez más disponibles para las necesidades de los pobres. Se abrieron nuevas comunidades y nuevos tipos de ministerios se extendieron entre la gente tanto de áreas urbanas como áreas rurales que sufrían extrema pobreza y privaciones. Muchas comunidades religiosas abrieron apostolados en áreas remotas que necesitaban imperativamente la presencia de la iglesia.
El Sínodo de Obispos de 1971 fue otro de los pasos significativos en la renovación en curso de la vida religiosa. Una declaración concreta inspiró las reflexiones del Capítulo y la planificación congregacional: “La acción en favor de la justicia y la participación en la transformación del mundo se nos presentan plenamente como una dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio o, en otras palabras, de la misión de la Iglesia. por la redención de la raza humana y su liberación de toda situación opresiva” (12).
El Sínodo de Obispos sobre la Evangelización en el Mundo Moderno de 1974 declaró que “evangelizar significaba llevar la Buena Nueva a todos los estratos de la humanidad y, a través de su influencia, transformar a la humanidad desde dentro y hacerla nueva” (13). Michael Czerny señala que en la década de 1970: “La Iglesia estaba atravesando diversas vicisitudes, especialmente a causa de las tensiones que habían surgido entre y dentro de los institutos religiosos. Había dos tendencias opuestas: los que deseaban conservar los patrones tradicionales y los que esperaban que el impulso de la innovación no se agotara” (14).
En 1996, el Papa Juan Pablo emitió la Exhortación Post-Sínodo, Vita Consecrata después del Sínodo sobre “La vida consagrada y su misión en la Iglesia y en el mundo”. El Sínodo recordó la obra incesante del Espíritu Santo, “que en cada época muestra la riqueza de la práctica de los consejos evangélicos a través de una multiplicidad de carismas” (15). Celebraba “la multitud de fundadores y fundadoras, de hombres y mujeres santos que eligieron a Cristo siguiendo radicalmente el Evangelio y sirviendo a sus hermanos y hermanas, especialmente a los pobres y marginados” (16). Se hizo una llamada a los miembros de las congregaciones a encontrar nuevas formas de mostrar “la iniciativa emprendedora, la creatividad y la santidad de sus fundadores y fundadoras en respuesta a los signos de los tiempos que emergen en el mundo de hoy” (17). El documento invitaba a los religiosos a desarrollar relaciones más estrechas de intercambio y colaboración con los laicos, afirmando que la vida religiosa no podía ir en paralelo a los laicos. Por el contrario, la colaboración entre ellos se considera indispensable para “hacer más eficaz la respuesta a los grandes desafíos de nuestro tiempo” (18).
Una sección concreta del documento se centraba en la dignidad y el papel de las mujeres consagradas. Se instó a las mujeres consagradas, desde su experiencia de Iglesia y como mujer en la Iglesia, a ayudar a eliminar las perspectivas unilaterales que no reconocen plenamente su dignidad. Decía que “las mujeres consagradas aspiran con razón a que se reconozca más claramente su identidad, su capacidad, su misión y su responsabilidad, tanto en la conciencia de la Iglesia como en la vida día a día” (19).
Instó a las religiosas a “promover un nuevo feminismo que rechazara la tentación de imitar modelos de “dominación masculina”, con el objetivo de reconocer y afirmar el verdadero genio de las mujeres en todos los aspectos de la vida en sociedad y superar toda discriminación, violencia y explotación” (20). Otras áreas que implicaban la necesidad de la presencia de las religiosas incluían la evangelización, las actividades educativas y de formación, la animación de las comunidades cristianas, el apoyo espiritual, la promoción de la vida y la paz y la educación de las mujeres.
El documento esperaba que un reconocimiento de la misión de la mujer proporcionaría a la vida consagrada femenina una mayor conciencia de su papel específico y una mayor dedicación a la causa del Reino de Dios. En el año 2005, el Instrumentum Laboris del Congreso Internacional sobre la Vida Consagrada con el tema Pasión por Cristo, Pasión por la Humanidad señaló que el Espíritu parecía llamar a la vida consagrada a una “reorganización interna – no sólo de cada instituto sino también de todos los institutos” y la necesidad de promover el diálogo intercongregacional y construir “puentes de colaboración e integración al servicio de la misión” (21).
El documento habla de “nuevos paradigmas”, “refundación”, “fidelidad creativa”, señalando que la vida consagrada “siempre ha sido un laboratorio de nuevos modelos culturales y organizativos… (con) una fuerte tendencia a la inculturación presente en nuestros tiempos y que deberíamos volver a actualizarnos” (22).
Durante esta última década, especialmente durante 2015, año dedicado a la Vida Consagrada, el Papa Francisco instó a los religiosos a despertar al mundo e ir a los márgenes de la vida. El Papa Francisco llamó a los religiosos a “dejar sus nidos”; “sal por esa puerta y conoce a la gente” “sal a la calle”; “ir a las fronteras” “dejar el centro e ir hacia las periferias”; “llegar a los márgenes de la humanidad” (23). Las religiosas saben que allí se encontrarán con inmigrantes y refugiados, con aquellos que han sufrido la trata, la explotación y la opresión y con aquellos que sufren muchos tipos diferentes de pobreza, especialmente como resultado del cambio climático y la destrucción ambiental.
Además, en Laudato Si, el Papa Francisco deja claro que “no nos enfrentamos a dos crisis separadas, una medioambiental y otra social, sino a una crisis compleja que es a la vez social y medioambiental”. Este es un camino profético de transformación. Vivir la transición – Un laboratorio del Espíritu de Dios en acción Está claro que desde el Vaticano II la vida consagrada femenina ha extendido y profundizado su alcance y presencia desde los conventos hasta los márgenes de la sociedad por el bien de la misión evangelizadora de la Iglesia.
Los documentos de la Iglesia proporcionaron la inspiración teológica y espiritual que guiaría los cambios que se produjeron en la vida religiosa femenina. El proceso de transición y cambio implicado, la profundización y transformación, no solo es para las religiosas, sino también es un don y una gracia para toda la Iglesia. Señala el camino hacia una experiencia de apertura a la guía del Espíritu hacia una nueva manera de vivir en comunidad, una nueva manera de estar en misión y servicio, por caminos nuevos y desafiantes.
Estas llamadas resuenan con lo que está surgiendo en el Sínodo sobre la Sinodalidad.
Cuatro caminos importantes recogen los frutos de este camino de transformación y conversión.
Primer paso. Del hacer al ser: la importancia de la presencia
Como podemos ver en las últimas décadas, los miembros de las congregaciones femeninas han estado reflexionando sobre el significado de su vida de votos y su importancia para la iglesia y el mundo. Su experiencia de vulnerabilidad tanto a nivel personal como congregacional ha permitido una mayor comprensión del voto de pobreza. Para las religiosas, dar nombre a la vulnerabilidad ha implicado una profunda honestidad y humildad que crea un espacio para la conversión y el cambio.
En otros tiempos ya pasados, las congregaciones femeninas tenían renombre mundial por sus instituciones educativas, sanitarias y sociales. Más recientemente, las religiosas han sido denunciadas por no cuidar y proteger a los niños de diferentes tipos de abuso.
Esta experiencia ha traído consigo un profundo sentimiento de vergüenza y arrepentimiento. En muchas partes del mundo las hermanas viven en el lugar de los últimos, diferentes tipos de últimos. Para algunas la congregación está llegando a su fin, para otras el cierre de una comunidad o el fin de un determinado ministerio, es una experiencia dolorosa. Se vive una especie de “noche oscura del alma”.
El escritor espiritual Beldon Lane escribe que “el dolor del cierre”, suele ser “el antecedente de toda nueva apertura en nuestras vidas” (24). Abrazar la vulnerabilidad exige “el abandono de toda seguridad y sólo cuando se acepta la vulnerabilidad que la gracia nos pide, nos encontramos invitados a la plenitud” (25).
Quizás como religiosas podamos demostrar que los tiempos de vulnerabilidad requieren oración, reflexión y conversaciones honestas para discernir la llamada de Dios. Durante la primera fase del Sínodo sobre la Sinodalidad los participantes utilizaron la metodología de la Conversación en el Espíritu.
Este método requiere cierta vulnerabilidad para abrirnos entre nosotros después de considerar un tema en oración y poder discernir hacia dónde el espíritu de Dios está guiando a la iglesia actualmente. Este ejercicio de escucha profunda abre a la persona a la conversión y la transformación. Esta práctica de discernimiento ha sido utilizada por las religiosas desde hace muchos años.
Segundo paso: Del centro a los márgenes
A la llamada a ir más allá de la seguridad del status quo y correr el riesgo de ir a los márgenes han respondido las hermanas estableciendo comunidades congregacionales en los lugares de mayor necesidad. A pesar del descenso en el número de vocaciones, las religiosas también han explorado nuevas formas de emprender juntas la misión, creando redes y asociaciones intercongregacionales para llegar a los más necesitados.
La Unión Internacional de las Superioras Generales ha desarrollado una serie de redes de este tipo para combatir la trata de personas, cuidar el planeta Tierra y su gente, atender las necesidades de los niños vulnerables, tender la mano para acoger a los inmigrantes y ayudar a la Iglesia en Sudán del Sur.
Muchas de estas redes implican la colaboración entre mujeres y hombres tanto laicos como religiosos. La iniciativa contra la trata de personas de Talitha Kum vincula a las hermanas y a sus colaboradores de más de 90 países en oración y acción para combatir la trata de personas. Sembrando Esperanza para el Planeta invita a las congregaciones femeninas a compartir sus recursos y sus acciones proféticas para proteger el planeta y salvaguardar a las personas que viven en entornos vulnerables. Catholic Care for Children International forma a hermanas y laicos en África y Asia sobre la reforma del cuidado para que las congregaciones puedan pasar del cuidado de los niños vulnerables en instituciones al cuidado centrado en la familia. Los proyectos Inmigrantes Internacional y Sicilia de la UISG consisten en comunidades intercongregacionales de hermanas que viven y trabajan juntas en lugares críticos o de fronteras donde acogen y satisfacen las necesidades prácticas de los inmigrantes y refugiados. Las hermanas buscan inspiración en Cristo en su forma en que se sumergió en el mundo y caminó con la gente en el camino hacia la liberación
Tercer paso. Reclamar la voz y la visibilidad: El lugar de las mujeres en la Iglesia
En épocas pasadas, las religiosas servían mayormente a la iglesia de manera oculta y silenciosa. Rara vez se les nombraba y solían permanecer invisibles. Más recientemente, y respondiendo a la necesidad de “que se reconozca con mayor claridad su identidad, capacidad, misión y responsabilidad, tanto en la conciencia de la Iglesia como en la vida diaria” (26) las religiosas han pedido representación formal en los sínodos y reuniones eclesiales y en diversas reuniones y comisiones.
En la Constitución Apostólica Episcopalis Communio del Santo Padre Francisco sobre el Sínodo de los Obispos, una de las organizaciones consultadas es la UISG, que ahora puede nombrar cinco representantes con derecho a voto. El Papa Francisco ha nombrado regularmente hermanas para responsabilidades dentro de los Dicasterios, Consejos y Comités del Vaticano. Varias hermanas sirven como Subsecretarias en los Dicasterios del Vaticano (27); la Secretaria General de la Gobernación del Estado del Vaticano es una hermana, mientras que otras han sido nombradas consultoras de los Dicasterios. Esto debe ser replicado a nivel diocesano y parroquial.
En la Asamblea de la UISG de 2016, la presidenta, la Hna. Carmen Sammut msola, pidió al Papa Francisco que estudiara si las mujeres podían ser ordenadas diáconos, ya que parecía haber sido una práctica en la Iglesia primitiva. Hasta la fecha, dos Comisiones han trabajado sobre la cuestión del diaconado de las mujeres. En el Sínodo se expresaron diferentes posiciones, donde la cuestión de las mujeres al servicio de la Iglesia recibió mucha atención. Los participantes preguntaron: “¿Cómo puede la Iglesia incluir a más mujeres en los ministerios existentes y qué nuevos ministerios podrían surgir y quién los discerniría?” ¿Quizás la experiencia de las religiosas pueda señalar el camino a seguir para todas las mujeres
Cuarto paso: Vivir Interculturalmente
El teólogo Thomas O’Loughlin dice que debemos reconocer que la diversidad es riqueza y que el Espíritu es el creador de la diversidad. Es importante reconocer que “la noción de sinodalidad asusta a muchos en la Iglesia porque deja espacio para la diversidad; la gente la teme porque la ven sólo como desorden y caos” (28).
Como dice O’Loughlin: “La diversidad está en todas partes. La diversidad es riqueza y fuente de belleza. La diversidad es lo que hace que valga la pena vivir la vida” (29). En el Día de Pentecostés vemos al Espíritu generando diversidad de lenguajes y a cada persona entender en su propia lengua y poder alabar las maravillas de Dios.
Entonces, podemos ver que el Espíritu es Aquel que “unifica en nuestra diversidad y diversifica en la unidad” (30). Esta es una realidad que debemos hacer presente y testimoniar en nuestro vivir diario. Es un desafío. El documento Vino Nuevo y Odres Nuevos de la CICLSA señala el enorme cambio que se ha producido donde “las congregaciones femeninas han pasado de contextos casi totalmente monoculturales al desafío del multiculturalismo” (31).
El rostro de la vida religiosa femenina refleja ahora un “laberinto de culturas” (32). Esta reciente evolución en y entre muchas congregaciones “ha enfatizado todavía más el desafío de integrar diferentes culturas” (33). Antes la expectativa consistía en confiar que la persona que ingresara en una congregación religiosa se “integrara” a la cultura dominante y que los miembros de la cultura dominante no tendrían que hacer ningún cambio.
El mismo documento señala que la desoccidentalización de la vida consagrada se desarrolla paralelamente al proceso de globalización (34). Dice que lo esencial “no es la conservación de las formas”, sino la voluntad “de repensar en continuidad creativa la vida consagrada como memoria evangélica de un estado permanente de conversión” (35). Las líderes y miembros ahora tienen que formarse sobre diferentes aspectos de la cultura para poder liderar bien, vivir sabiamente y crear comunidades interculturales en las que todos se sientan apreciados y respetados.
En una comunidad intercultural ninguna cultura domina y las hermanas de las distintas culturas se esfuerzan para crear una nueva cultura juntas. Se trata de un desafío para toda la Iglesia en el que la formación es necesaria para todos. En conclusión, el Papa Francisco nos desafía a despojarnos del clericalismo y el elitismo y volver a la sencillez del Evangelio. Esto requiere un cambio cultural durante este cambio de época.
Constantemente llama a la Iglesia a ser menos autorreferencial, a mirar más hacia afuera, animando a hombres y mujeres, laicos, religiosos y clérigos a caminar juntos y afrontar las ambigüedades y complejidades de la vida. ¿Cómo podemos responder al desafío de ser una iglesia en los márgenes hoy? ¿Dónde están las nuevas “periferias” y los nuevos “horizontes” que necesitan cercanía y proximidad? ¿Quizás el camino de la vida consagrada femenina desde el Vaticano II y los caminos emergentes puedan ofrecer a la Iglesia un mapa del camino a seguir? Requiere una atención constante a los signos de los tiempos, una escucha profunda de la realidad de la vida de las personas y una contemplación orante y un discernimiento que pueda sentir la invitación del Espíritu. A principios de este año, el Papa Francisco dijo a las religiosas: “Vayan siempre con valentía, busquen al Señor y lo que él nos dice hoy” (36).
Para el Papa Francisco, las religiosas saben crear nuevos caminos, y eso implica “escuchar, orar y caminar”. Emprendamos, pues, con alegría el camino sinodal.
Notas:
1 Michael Czerny SJ, vice secretario, Inmigrantes y refugiados sección, Roma, “Religious Life from Vatican II to Fratelli Tutti” en Review for Religious, vol 1, Issue1, verano 2021,
2 Lumen Gentium (LG), par. 44.
3 LG, par. 46.
4 Ibid.
5 Ibid., par 44.
6 Perfectae Caritatis (PC), par. 7-11.
7 PC, par.2.
8 Pablo VI, Evangelica Testificatio, (ET) 29 junio 1971, par. 12.
9 Juan XXIII, “Radio Mensaje de su santidad Juan XXIII un mes antes de la apertura del Concilio Vaticano II, 11 septiembre 1962.
10 ET, par. 26, 29, 30.
11 ET, par. 18.
12 Sínodo de los Obispos, Justicia en el mundo, 1971, par 6.
13 Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 8 diciembre 1975, par. 18.
14 Czerny, Religious Life from Vatican II to Fratelli Tutti,” 92.
15 Juan Pablo II, Vita Consecrata, 25 marzo 1996, par. 5
16 Ibid.
17 Ibid., par 37.
18 Ibid., par. 54.
19 Ibid., par. 57.
20 Ibid., par. 58.
21 “Instrumentum Laboris” en International Congress on Consecrated Life, Passion for Christ, Passion for Humanity (Boston: Pabloine Books and Media, 2005), 57.
22 Ibid. 48.
23 Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, «Alegraos: Carta circular a los consagrados y consagradas hacia el año dedicado a la Vida consagrada (R) # 10, KW, p. 60; Exhortación Apostólica del Santo Padre Francisco, La alegría del Evangelio: Evangelii Gaudium (EG), #46.
24 Beldon C. Lane, The Solace of Fierce Landscapes: Exploring Desert and Mountain Spirituality (London: Oxford University Press; 8ª edición, 26 febrero 2007), 25.
25 Ibid., 30.
26 Papa Francisco, Audiencia con las religiosas de Italia, 14 abril 2023.
27 Hna. Carmen Ros y Hna. Simona Brambilla (Dicasterio Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica): Hna. Nathalie Bequart (Oficina del Sínodo; Hna. Raffaella Petrini (Secretaría-General del Gobierno del Estado de la Ciudad del Vaticano.)
28 Thomas O’Loughlin “Pentecost and a synodal Church: The diversifying Spirit, La Croix International, 20 mayo 2021.
29 Ibid.
30 Ibid.
31 Vino nuevo en odres nuevos, La vida consagrada y sus desafíos actuales desde el Vaticano II, Ciudad del Vaticano: Librería Editrice Vaticana, 2017), par. 7.
32 Marie Chin RSM, “Towards a New Understanding of Cultural Encounter in Our Communities,” Horizon, Winter 2003, 16.
33 Vino nuevo en odres nuevos, #13.
34 Ibid. 35 Ibid. 36 Papa Francisco, Audiencia con las religiosas de Italia, 14 abril 2023.
La autora es Secretaria Ejecutiva de la Unión Internacional de Superioras Generales
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