El torbellino que fue el reciente periplo papal dejó abiertas varias preguntas. ¿No quiso encontrarse con los disidentes cubanos? ¿Por qué recibió a una jueza que se negó a casar gays y luego a una pareja homosexual?
Por Sergio Rubin, enviado especial.
Era la gira más larga, pero sobre todo la más difícil: cuatro días en Cuba y cinco en los Estados Unidos llenos de desafíos políticos y religiosos que Francisco sorteó con tal éxito, y suscitando tanto entusiasmo, que llevaron a la mayoría de los analistas a calificarla, con justeza, de histórica. No obstante, el torbellino de discursos, encuentros y oficios religiosos en medio de la gran algarabía que signaron el viaje provocaron que palabras, gestos y actitudes significativas del Papa, como relevantes circunstancias que rodearon el periplo, no llegasen a ser registradas por el gran público, al menos con minuciosidad, cuando no quedaron involuntariamente ocultas. E incluso las respuestas del propio pontífice o de sus colaboradores a cuestionamientos por asuntos puntuales de su paso por ambos países se perdieron en la catarata de noticias que disparó su periplo.
Y si de cuestionamientos se trata, acaso el más sonoro fue por no haber recibido a los disidentes cubanos. Es cierto que tampoco los habían recibido Juan Pablo II ni Benedicto XVI, cuando estuvieron en la isla, el primero en 1998 y el segundo en 2012. Pero el hecho de ser Francisco un latinoamericano y haber contribuido al restablecimiento de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos había llevado a muchos a creer que ahora sí un Papa los recibiría. Con todo, por indicación de Francisco, la Nunciatura Apostólica -embajada papal- invitó discretamente a varios referentes de la oposición a saludar al pontífice durante su visita a la catedral de La Habana.
Es cierto que varios disidentes fueron detenidos para que no pudieran llegar a estar delante del Papa y este no dijo nada al respecto. También es verdad que Francisco tuvo palabras mucho menos cuestionadoras al régimen castrista que las particularmente duras que pronunció Benedicto XVI durante su visita. Pero todo ello está demostrando, no condescendencia con la dictadura de los Castro, sino un cambio de estrategia. Porque hasta ahora las visitas papales -más allá de mínimas concesiones al desempeño de la Iglesia- no habían arrojado cambios relevantes en la vida pública de la isla. Es evidente que hay gestiones en las que será clave el eventual levantamiento del embargo norteamericano a la isla. El cambio de estrategia fue dado a entender con meridiana claridad tras la partida del Papa de Cuba por el vocero del Vaticano para los medios hispanos, padre Manuel Dorantes: “Francisco es una persona de procesos”. Además, hay quienes creen que el Papa eludió las críticas abiertas por temor a las represalias del régimen contra el clero católico que se desempeña en Cuba. De hecho, algunos sacerdotes dicen que eso pasó luego de la visita de Benedicto XVI.
En su visita a los Estados Unidos, todo el mundo apreció la cálida recepción que le tributó el presidente Barak Obama que, en un gesto inusual, fue a recibirlo a la base militar de Washington. Menos se reparó en la catarata de elogios que el mandatario norteamericano le hizo ese día y al siguiente, al darle la bienvenida en la Casa Blanca. Entre ellos: “Usted nos recuerda que a los ojos de Dios nuestra medida como individuos y como sociedad no está determinada por la riqueza, el poder o la celebridad, sino por lo bien que aplicamos el llamado de las Escrituras a elevar al pobre y al marginado”.
Y si bien las imágenes televisivas de su visita a los Estados Unidos reflejaron el gran entusiasmo que despertó en la gente en general, sean católicos o no, el paso del Papa, menos se vio el esfuerzo que había que hacer para verlo, fundamentalmente por las enormes medidas de seguridad. Aún así, las personas no se amilanaban. Esto se lo pudo comprobar con toda elocuencia durante la visita de Francisco al Capitolio. El vallado fue colocado a unos 200 metros y aún así una multitud se congregó, al punto que -como se vio por TV- el Papa debió salir al balcón a saludar. Por otro lado, como en todas partes se cuecen habas y las demandas de entradas para los actos papales superaban la oferta, también en los Estados Unidos floreció la reventa. Para el festival y la misa en el Madison Square Garden, de Nueva York, llegaban a costar ... ¡ varios miles de dólares ...!
Hubo algunos encuentros del Papa en los Estados Unidos que dieron que hablar. Pero que exigen una debida contextualización. Por caso, Francisco saludó en la Nunciatura Apostólica a una secretaria de un registro civil de Kentucky, Kim Davis, de fe cristiana, que se negó a firmar actas de matrimonio de parejas del mismo sexo alegando objeción de conciencia. Por ello estuvo presa seis días. El Papa le reconoció su “gran valor” Y en el vuelo de regreso a Roma, dejó en claro que, para la Iglesia, la objeción de conciencia es un derecho humano como cualquier otro. Pero, acaso como un modo de decir que el matrimonio es entre hombre y mujer, y a la vez de mostrar respeto y consideración hacia los gays, Francisco también recibió en la embajada papal a un ex alumno suyo del colegio jesuita de la Inmaculada Concepción de Santa Fe radicado en EE.UU., Yayo Grassi, quien concurrió a la cita acompañado por otro hombre con el que convive desde hace dos décadas. “Tres semanas antes del viaje, Francisco me llamó y me dijo que le encantaría darme un abrazo”, contó Grassi, al confirmar su antigua amistad con el pontífice.
Mucho se habló, además, de las veces en que el Papa se pronunció contra la pena de muerte durante su visita a los Estados Unidos donde está vigente en varios estados y del fracaso de su petición para detener la ejecución de una mujer, Kelly Gissendaner, condenada por haber planeado la muerte de su marido, pena que se concretó dos días después de su regreso a Roma. Menos se habló del hecho de que el Papa revivió el debate sobre el tema y, menos todavía, de que otra ejecución fue detenida casi simultáneamente. Es que la gobernadora de Oklahoma ordenó suspender la aplicación de la inyección letal a Richard Gossip, condenado por asesinato. Si bien la mandataria argumentó que debía estudiarse la sustancia utilizada, habría pesado una carta del Papa pidiendo detener la ejecución. Ahora, la familia de un argentino, Víctor Saldaño, también sentenciado a la pena máxima en EE.UU., espera que este sea eximido.
Aunque poco difundido, acaso por la hora, el mensaje más profundo y, a la vez, emotivo del Papa se produjo la noche de la vigilia del Encuentro Mundial de las Familias, en Filadelfia, cuando improvisó unas palabras sobre la institución familiar que llegaron al corazón de la multitud. Y la conclusión más elocuente de la visita fue de John Allen, el vaticanista del Boston Globe: “En Estados Unidos nació un nuevo Nelson Mandela”.
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