El sábado 2 de enero fue ordenado obispo Mons. Roberto Ferrari, nuevo obispo auxiliar de Tucumán, cuyo lema episcopal es "Yo los llamo amigos".
El nuevo obispo auxiliar de Tucumán, monseñor Roberto Ferrari, recibió su ordenación episcopal en la tarde del sábado 2 de enero, en el templo de San Francisco Solano, de Villa de la Concepción del Río Cuarto, diócesis de la que es originario.
Su obispo consagrante fue el obispo de Río Cuarto, monseñor Adolfo Armando Uriona FDP, y el obispo coconsagrante, monseñor Carlos Alberto Sánchez, arzobispo de Tucumán. Acompañaron concelebrando el arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Eliseo Martín; el arzobispo de Córdoba, monseñor Carlos José Ñáñez; los obispos auxiliares de Córdoba, monseñor Ricardo Orlando Seirutti y monseñor Pedro Javier Torres Aliaga; el obispo de San Francisco, monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva; el obispo de Villa María; monseñor Samuel Jofré Giraudo; el obispo de Cruz del Eje, monseñor Hugo Ricardo Araya; el obispo prelado de Deán Funes, monseñor Gustavo Gabriel Zurbriggen; el obispo de Concepción, monseñor José Melitón Chávez; el obispo de Quilmes, monseñor Carlos José Tissera; y sacerdotes de los cleros de Río Cuarto y Tucumán.
En su homilía, monseñor Uriona manifestó su alegría por la designación del papa Francisco al padre Roberto -ocurrida el pasado 10 de octubre-, y le dijo: “Te agradezco de corazón por haberme elegido para que presidiera esta celebración; lo considero un regalo tan grande como inmerecido”.
En referencia a las lecturas elegidas para la celebración, el prelado mencionó: “Así como las palabras de Jesús quedaron grabadas en el corazón de Pedro, que estas palabras de Pedro se te graben en tu corazón… Somos llamados y constituidos pastores por el Señor, pero no para servirnos a nosotros mismos, sino al rebaño que se nos ha confiado, servirlo hasta dar la vida como Cristo, el Buen Pastor”.
En este sentido, hizo referencia al verbo “pastorear” y explicó que significa “acoger con magnanimidad, caminar con el rebaño, permanecer con el rebaño”, y luego desglosó los tres puntos de la definición.
Para el primer significado, acoger con magnanimidad, monseñor Uriona dijo: “Que tu corazón sea tan grande como para saber acoger a todos los hombres y las mujeres que encontrarás a lo largo de tus jornadas y que irás a buscar cuando visites las parroquias y las comunidades. Que puedas preguntarte siempre: los que llamen a la puerta de mi casa, ¿cómo la encontrarán?... Si la encuentran abierta, a través de tu bondad y disponibilidad, experimentarán la paternidad de Dios y comprenderán cómo la Iglesia es madre que siempre acoge y ama”.
Seguidamente, “caminar con el rebaño” es “acoger a todos para caminar con todos. El obispo está en camino con y en su rebaño. Esto quiere decir ponerse en camino con los propios fieles y con todos los que se dirigirán a vos, compartiendo sus alegrías y esperanzas, dificultades y sufrimientos, como hermano y amigo, pero más aún como padre, así como lo hiciste siendo párroco y luego rector del Seminario. Tendrás que seguir cultivando tu capacidad de escucha y comprensión, ayudando, orientando. El caminar juntos requiere amor, y el nuestro es un servicio de amor”.
Y le aconsejó que en el caminar recuerde preocuparse por los sacerdotes, “que son el primer prójimo del obispo, indispensables colaboradores”; y también “que puedas estar en medio de tus fieles, también en las periferias de la diócesis y en todas esas «periferias existenciales» donde hay sufrimiento, soledad, pobreza, degradación humana...”
“Que tu estilo de servicio esté siempre fundamentado en la humildad y en la austeridad. No es sólo con la palabra, sino sobre todo con el testimonio concreto de vida como hemos de ser maestros y educadores de nuestro pueblo. El anuncio de la fe pide conformar la vida con lo que se enseña, y por ello es una pregunta para hacerte: ¿lo que vivo se corresponde con lo que enseño?...”
Finalmente, el tercer elemento: “Permanecer con el rebaño. Es la condición para conocer verdaderamente como pastores al propio rebaño, cuidándolo con la enseñanza, la administración de los sacramentos y el testimonio de vida. Que seas un pastor acogedor, en camino con tu gente, con afecto, con misericordia, con dulzura del trato y firmeza paterna, con humildad y discreción… También que puedas mirar tus limitaciones con paz”, deseó monseñor Uriona.
Al despedirse, invocó a Nuestra Señora de la Merced, patrona de la arquidiócesis de Tucumán, para que “te proteja y acompañe en tu servicio episcopal en aquella Iglesia particular”.+
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