El cardenal Leonardo Sandri celebró en Roma una misa de acción de gracias por el avance de la causa de la religiosa, conocida como "la madre de los sacerdotes".
El cardenal argentino Leonardo Sandri, vicedecano del Colegio Cardenalicio, celebró en la basílica romana de San Juan de Letrán una misa de acción de gracias, con motivo de la conclusión de la fase diocesana del proceso de beatificación de la Madre Bernardita de la Inmaculada, Religiosa del Instituto de las Hermanas Pobres Bonaerenses de San José, fallecida en Roma el 12 de diciembre de 2001, después de haber sido visitada por el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio y de recibir de él la Unción de los Enfermos .
En la celebración, participaron varios sacerdotes y una delegación de fieles y cofradías, venidos desde Montella, ciudad natal de Madre Bernardita.
Tras la celebración, la asamblea se trasladó a la Sala dell Conciliazione del Palacio Apostólico Lateranense, para la clausura del proceso canónico.
En su homilía, el cardenal argentino recordó que, no lejos de donde estaban celebrando la Eucaristía, la sierva de Dios “concluyó su peregrinaje terrenal tras recibir el sacramento de la Unción de los Enfermos de manos del entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio”.
El purpurado destacó cómo la Madre Bernardita era “un reflejo de la luz de Dios” para todos aquellos seminaristas y sacerdotes que la conocieron, y que encontraron en ella “una hermana y una madre capaz de acoger, escuchar, corregir y animar, para seguir con mayor determinación el camino de la consagración”.
Reflexionando sobre la conversión de san Pablo narrada en la primera lectura, y acerca de cómo la vida del apóstol dio un vuelco decisivo, el cardenal Sandri señaló que “incluso la Madre Bernardita, en su amor por el Señor Jesús, se dejó acompañar por el Espíritu en viajes siempre nuevos: el de su ciudad natal, Montella, donde fue enterrada más tarde, a la Argentina y a los Estados Unidos, para luego regresar a Italia; pero, especialmente, en las diversas misiones que le fueron encomendadas y que acogió con obediencia”.
“Ella misma fue madre de muchas almas, añadió, porque tuvo la experiencia directa de ser acompañada interiormente, recibiendo también ella algunas gracias”. Tal el episodio relatado por la misma Sierva de Dios, cuando se encontraba en estado muy crítico por una fuerte caída en las escaleras, y vio dos veces junto a su cama a la Fundadora de su congregación, quien en base a los testimonios recogidos le dijo: ‘Oren mucho por la comunidad, para que lo que están detrás lleguen pronto’.
Más adelante, el ex prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales destacó que la Madre Bernardita amaba la Eucaristía y siempre se alimentaba de ella, “no sólo por devoción exterior sino por necesidad de amor”, y también habló de la sencillez que la caracterizaba: “Siguió siendo ella misma, una persona sencilla y humilde, nunca posando, pero cuánto bien sembró y despertó con su testimonio”, expresó Sandri.
El cardenal argentino contó, además, sobre el estrecho vínculo entre la sierva de Dios y el cardenal Bergoglio, hoy papa Francisco, tal como se lo transmitió el padre Diego Fares SJ: “Bergoglio siempre nos la señalaba para que sirviera de ejemplo, evidenciaba su cariño y las oraciones que dirigía a los seminaristas, su compromiso con los pobres , la prontitud en saber pedir limosna y conquistar el corazón de quienes le dieron todo lo que necesitaba, la contemplación profunda de quien sabe ver cómo es el alma de cada hijo o hija”.
“Demos gracias al Señor por el don de Madre Bernardita, pidamos que pronto tengamos la alegría de verla elevada a la gloria de los altares, pero sobre todo comprometámonos -cada uno en su propia condición y vocación- a vivir como ella ha vivido, con la mirada fija en Jesús, y el corazón y las manos inclinados hacia los hermanos y hermanas que Él nos da para encontrarnos”, concluyó.
Bernardita Sesso: “Madre de los sacerdotes”
La Sierva de Dios, nació en Montella (Italia) el 15 de octubre de 1918. Deseosa de consagrarse totalmente al Señor, en 1935 comenzó el período como postulante en Roma.
El 19 de marzo de 1938, en la capilla de San Giuseppe, en la misma Roma, hizo sus primeros votos religiosos en la Congregación de las Hermanas Pobres Bonaerenses de San José. Fue desde entonces, para todas las hermanas, un ejemplo de humildad, piedad, laboriosidad, bondad y abandono a la Divina Providencia. Sirvió, a lo largo de su vida, en varias comunidades, incluyendo Buenos Aires y Virginia (Estados Unidos).
La mayor parte de su vida consagrada la vivió silenciosa y humildemente, desde el oficio de cocinera, en los distintos seminarios. Desde ese modesto y oculto lugar, ofreció su vida, hecha trabajo, ofrenda y oración. Tuvo un amor especial por los sacerdotes desde niña, y rezaba y se sacrificaba de forma extraordinaria por ellos y por los seminaristas. Por tal motivo, se la conoce también como “madre de los sacerdotes”.
Comentá la nota