Mons. Destivelle explica lo que sucedió: la cumbre ortodoxa marca una novedad importante, comienza un nuevo camino de confrontación entre las Iglesias de oriente. Una modalidad que se encuentra casi naturalmente con la visión sinodal de Francisco
Por FRANCESCO PELOSO - CIUDAD DEL VATICANO
Mons. Hyacinthe Destivelle, responsable de la sección oriental del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, pudo seguir de cerca las sesiones de trabajo del Concilio ortodoxo que se llevó a cabo hace pocos días en la isla de Creta. Superados los temores y las incertidumbres, la cumbre se llevó a cabo en un clima de colaboración. Mientras tanto, se está trabajando en la próxima cita de la comisión mixta ortodoxo-católica que se llevará a cabo en septiembre, justamente sobre el tema de la relación entre el primado y la conciliaridad.
Padre Destivelle, antes que nada le pediría que nos diera algunas impresiones generales sobre el Concilio ortodoxo, sobre el clima que se respiraba…
A la vigilia había muchas incertidumbres, discusiones sobre la ausencia de algunas Iglesias (cuatro Iglesias ortodoxas no participaron, y entre ellas estaba el Patriarcado de Moscú), había rumores de problemas y discrepancias sobre algunos de los documentos que el Concilio habrá debido aprobar. Después, cuando el Concilio comenzó con la liturgia del Pentecostés, todo se llevó a cabo de una manera muy, muy tranquila y positiva. En un clima de diálogo fraterno y de oración. Me sorprendió la diferencia entre la vigilia, cuando se veían estas dificultades, estos obstáculos, estos rumores, y la manera en la que después se llevaron a cabo los trabajos, en un clima de diálogo. La orden del día fue seguida hasta el fondo, documento a documento. Todos los documentos fueron adoptados. Y además hubo una encíclica y un mensaje finales.
¿Es posible resumir los resultados más importantes de la cumbre?
El primer fruto del Concilio es justamente este intercambio fraterno entre las diferentes Iglesias que estaban presentes. Algunos primados expresaron la necesidad de que esta forma de trabajar en la sinodalidad sea institucionalizada con una frecuencia regular, y este deseo también se expresó en el Mensaje en el que se dice que cada 7 o 10 años se deberían convocar concilios.
Entonces, el Concilio entendido como método es un primer objetivo…
El primer punto, más allá de los documentos, es el Concilio mismo; hubo un largo camino para prepararlo y, al mismo tiempo, se trata de un nuevo camino de sinodalidad que acaba de comenzar. Está este camino de conciliaridad que es todavía más importante, yo diría, que el Concilio mismo, un camino que acaba de comenzar, con la posibilidad de otros encuentros como este.
Este es también un aspecto importante para Papa Francisco…
Sí, otro punto particularmente importante es que esta idea de sinodalidad constituye un ámbito importante para Papa Francisco. El Papa, efectivamente, ha mencionado la sinodalidad en varias ocasiones en el ámbito del intercambio de dones entre los católicos y los ortodoxos; en la Exhortación apostólica «Evangelii gaudium» dice que la sinodalidad es un don que nosotros los católicos podemos recibir de los ortodoxos, y justamente este argumento será el centro del diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa en conjunto. Se puede esperar que la próxima plenaria de la comisión mixta católico-ortodoxa, que se llevará a cabo en septiembre en Chieti, adopte un nuevo documento justamente sobre este argumento, de la relación entre el primado y la conciliaridad. En la comisión están presentes las 14 Iglesias ortodoxas.
¿Qué tanto pesaron las ausencias? Por ejemplo, faltaba el Patriarcado de Moscú…
El Concilio fue preparado prácticamente en el arco de 50 años por las 14 Iglesias ortodoxas, hasta el último momento, incluidos los documentos y las decisiones que fueron tomadas por todas las Iglesias. La preparación fue verdaderamente panortodoxa. Ahora tendremos que ver cuál será la recepción de las decisiones que tomadas entre todas las Iglesias y, particularmente, entre las que no estuvieron presentes; estas Iglesias, sobre todo, tendrán que pronunciarse sobre el estatuto del Concilio, y también sobre los documentos que fueron adoptados en la cumbre. Y luego, repito: este Concilio es el inicio de un camino, entonces se verá con el tiempo de qué manera recibirán y valorarán este Concilio las Iglesias ortodoxas. Por otra parte, todos los Concilios han tenido una historia complicada, como recordó el Patriarca Bartolomeo, el tercer Concilio de Efeso (en el que no participó la Iglesia de Antioquía) fue reconocido como ecuménico; otros Concilios en los que no estaban presentes todas las iglesias no fueron reconocidos como tales. Lo cierto es que el principio de recepción es muy importante en la eclesiología y, sobre todo, en la eclesiología ortodoxa.
Otro aspecto importante fue el del ecumenismo. ¿Cómo fue la discusión?
El documento sobre las relaciones con el conjunto del mundo cristiano no distingue entre las diferentes Iglesias y confesiones, habla en términos generales. El proyecto inicial establecía una distinción entre las diferentes Iglesias y comunidades eclesiales. Había, pues, un enfoque diversificado según las confesiones de las que se hablara. Pero en este texto esto no sucede y no se habla específicamente de la Iglesia católica.
Muchos de los temas enunciados en los documentos finales parecen estar en sintonía con el magisterio de Papa Francisco…
Hay que distinguir: el documento sobre el ecumenismo se ocupa principalmente del aspecto teológico, y luego están las cuestiones sobre los desafíos del mundo contemporáneo, afrontadas por ejemplo en la encíclica, pero que no están relacionadas estrictamente con la colaboración ecuménica. Como sea, se puede pensar y se puede esperar que estos campos sean un terreno de compromiso como, como, por lo demás, ya sucede. Papa Francisco comenzó la encíclica «Laudado si’» con una referencia al Patriarca Bartolomeo, y también con el Patriarcado de Moscú se habla de varios temas comunes: desde los cristianos perseguidos hasta la familia, etc… por lo que ya existen estos campos de testimonio común y de colaboración.
¿Se puede decir que hay una visión cristiana común sobre algunos temas?
Sí, claro que se puede decir. Y podemos alegrarnos de que haya una visión común sobre el mundo y sobre todos los desafíos contemporáneos: desde la tutela de la Creación hasta la promoción de la paz, desde la secularización hasta la familia, y luego sobre las migraciones, los prófugos y así, por lo que todos estos desafíos constituyen un campo de colaboración.
¿Qué tanto pesan los encuentros de alto nivel entre el Papa y Bartolomeo y entre el Papa y Kirill en el camino ecuménico?
Las relaciones entre las Iglesias no se limitan a relaciones entre «los jefes»; estos últimos son un ejemplo, un modelo, para que también nos encontremos en los niveles más bajos, de base. Estas cumbres, además, tienen no solo un significado para el diálogo de la caridad, sino también a nivel teológico. Cuando Atengoras (Patriarca Ecuménico de Constantinopla, ndr.) fue a Jerusalén en 1964 para encontrarse por primera vez después de siglos con Pablo VI, dijo a una periodista que le preguntó qué habrían pensado los teólogos sobre su encuentro: «los jefes se encuentran, los teólogos explican». Entonces debemos volver a leer estos gestos que han hecho los líderes religiosos también desde una óptica teológica. El camino que está haciendo ahora Papa Francisco con el Patriarca Bartolomeo y con el Patriarca ruso Kirill y con otros dará frutos teológicos.
Mientras se llevaba a cabo el Concilio ortodoxo de Creta, Papa Francisco estaba en Armenia, y también ahí, con otra Iglesia, construía otro pedazo de este diálogo con el oriente cristiano…
Sí, de hecho para Papa Francisco el ecumenismo es un camino, un camino que se hace juntos. En griego caminar juntos se dice «sínodo»; Papa Francisco tiene esta preocupación por la sinodalidad dentro de la Iglesia católica, pero podríamos también decir que para Papa Francisco el ecumenismo es también un tipo de sinodalidad exterior, un camino como con los demás cristianos y lo importante es justamente esto: proceder juntos, hacer las cosas juntos, ofrecer testimonio juntos, rezar juntos. Y la unidad entre los cristianos saldrá de esto: caminemos juntos y un día se nos dará la unidad como un don del Señor. Pero no podemos prever las formas de esta unidad.
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