Los momentos salientes de la presentación de la Orquesta Juvenil Árabe Judía, la evocación del abrazo de Francisco con un rabino y un musulmán junto al Muro de los Lamentos y el cierre con la Misa Criolla.
En momentos en que varios países están sacudidos por la violencia producto de cruentos atentados protagonizados por fanáticos que pervierten lo religioso y a la vez afrontan desafíos a la integración con la llegada de oleadas de refugiados por los conflictos en Medio Oriente y África, el Teatro Colón de la ciudad de Buenos Aires fue el majestuoso escenario de un nuevo y emotivo hito interreligioso e intercultural de la ciudad de Buenos Aires que confirmó una vez más que la Argentina es, en este aspecto, un ejemplo para el mundo.
Convocado por la Fundación Banco Ciudad y Valores Religiosos, bajo el lema Abracemos un Mundo Mejor y presenciado por 1.500 personas que colmaron la sala, se realizó un singular concierto que quiso testimoniar que la convivencia en la diversidad es posible y que la variedad de credos y culturas, lejos de ser un obstáculo, enriquece a las sociedades. Y reafirmar el compromiso, desde cada identidad religiosa, en la construcción de una humanidad mejor, tan necesario en estos momentos.
La velada se inició con la Orquesta Juvenil Árabe Judía -venida especialmente de Israel-, integrada por judíos, musulmanes, cristianos y drusos de entre 16 y 28 años. Fundada en 2002 por Juventudes Musicales de Israel y con el auspicio de la Universidad de Haifa, cada presentación quiere ser un punto de encuentro. Bajo la dirección del maestro Taisser Elías, interpretan reconocidas obras no sólo de reconocidos autores de Medio Oriente, sino tradicionales del repertorio internacional, ejecutadas con instrumentos autóctonos como el ney, el oud y el qanum y otros como el violín en su versión tanto occidental como oriental.
A su término, se evocó el histórico abrazo del Papa Francisco con el rabino Abraham Skorka y el dirigente musulmán Omar Abboud frente al Muro de los Lamentos, ocurrido hace tres años, en el marco de la visita del pontífice a Tierra Santa. Presentados por el editor periodístico de Valores Religiosos, Sergio Rubín, los propios Skorka y Abboud -amigos porteños del pontífice de los tiempos en que era arzobispo de Buenos Aires- lo recordaron desde el escenario.
El rabino dijo que “el gesto se recordó un salmo del rey David que le dice a Dios: ‘Con todos mis huesos he de alabarte’ . En el abrazo que nos dimos entendí qué significa alabar con el cuerpo, con los huesos. Habernos abrazado frente al Muro, que resguardaba al pueblo de Israel y que esconde tantas historias sagradas (Moisés, Jesús, Mahoma) -completó-, sirvió para decir: Que se terminen los miles de años de desencuentro entre cristianos, musulmanes y judíos. Que trabajemos por alcanzar la paz, la forma más genuina de amar a Dios”. Y que espera que el gesto quede como “un clamor por un mundo mejor”.
Por su parte, Abboud recordó que Jerusalén significa “ciudad de paz” y que el muro, el sepulcro y la mezquita que están en ella tienen su valor sagrado según la creencia de cada uno. Pero señaló que el desafío, más allá de los sitios sagrados, “es ver al otro como un verdarero hermano”. En ese sentido, afirmó que en aquel abrazo fue protagonista, pero que también con ese gesto testimonió una actitud “que los argentinos aprendimos hace mucho: el encuentro entre las diversas religiones”. Al tiempo que auguró que “ese abrazo se multiplique y que, así como en el Mes de Ramadán conmemoramos que se abren las puertas del Cielo, se abran para todos las puertas del corazón y podamos construir un mundo bien diferente”.
Finalmente, el padre Guillermo Marcó –asesor general de Valores Religiosos y co-presidente del Instituto de Diálogo (IDI) junto a Abboud y el rabino Daniel Goldman, también presente- recordó que en Buenos Aires “se gestó el compromiso por la cultura del encuentro que promueve Francisco. Aunque –admitió- ni soñábamos que iba a tener esta proyección mundial”. Y pidió a los presentes que “se comprometan con el mensaje del abrazo respetando al que piensa distinto para que lo de hoy no sea solo un espectáculo”.
La evocación se cerró con un abrazo de los tres, celebrado con un estruendoso aplauso del público. Entre ellos, el Nuncio Apostólico, monseñor Emil Tscherrig; los ministros de Educación, Esteban Bullrich, y de Medio Ambiente, Sergio Bergman; el secretario de Culto, Santiago De Estrada, y el subsecretario, Alfredo Abriani; el secretario de Gestión Educativa, Max Gulmanelli; el ministro de Cultura de la Ciudad, Angel Mahler, y el director general de Cultos porteño, Federico Pugliese.
También se contaban el presidente de la Acción Católica Argentina, Rafael Corso; el encargado de las Relaciones Interreligiosas de la DAIA, Alberto Zimerman, el secretario de Cultura del Centro Islámico, Ricardo Elía; Marta de Hotton, en representación de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas; Juan Navarro Floria, del Consejo Argentino para la Libertad Religiosa (CALIR), Santiago Fraga, director de la Vicaria de la Educación del arzobispado porteño y miembros de la Fundación Alba.
Además estaban el presidente de ANDAR, Luis Cejas; el titular de la Federación de Comercio de la Ciudad, Osvaldo Cornide; la directora del Parque Tierra Santa, Betty Ferro; el gerente de RR.II del Banco Hipotecario, Javier Varani; el presidente del Club Gente de Prensa, Jorge Rouillón; el secretario de la Academia Nacional de Periodismo, José Ignacio López, y el presidente y el tesorero de la Asociación Civil Trabajar para la Caridad –promotora de Valores Religiosos-, Luis Crego y Sergio Díaz.
La segunda parte comenzó con la actuación del joven cantante no vidente Nahuel Pennisi, premio Gardel 2016 al Mejor Álbum Nuevo Artísta, acompañado por un destacado sexteto, que conmovió al público con sus notables interpretaciones de clásicos del cancionero nacional.
Por último, Pennisi, los músicos, el Coro del Banco Ciudad y los coros juveniles del ministerio de Educación de la Ciudad, bajo la dirección general del maestro Hernán Sánchez Arteaga, interpretaron partes de la Misa Criolla. Con 150 músicos y cantantes en escena, la interpretación de la obra cumbre de Ariel Ramírez fue un gran broche de oro.
En un mensaje leído para la ocasión, el presidente del Banco Ciudad, Javier Ortiz Batalla, considera al espectáculo “un evento cultural y religioso único” que expresa la “firme convicción de que la diversidad fortalece las relaciones humanas, tal comoencarnaron los socios fundadores de la fundación del banco, de la mano de don José Hernández”.
Y en otro mensaje, el titular de la Fundación Banco Ciudad, Mario Morando, subraya que el espectáculo “quiso generar un espacio de confraternidad entre las religiones y culturas. Y promover que todas las personas de buena voluntad, sin renunciar a sus identidades, se tomen de la mano y caminen juntas”.
Esa fue, precisamente, la propuesta de Abracemos un Mundo Mejor. Y el desafío.
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