Con una misa presidida por el arzobispo de Tucumán, monseñor Carlos Alberto Sánchez, la arquidiócesis celebró el inicio de la Causa de Canonización de la madre Elmina Paz Gallo.
El arzobispo de Tucumán, monseñor Carlos Alberto Sánchez, presidió el 8 de agosto en el templo Dulce Nombre de Jesús, una misa en acción de gracias por el inicio de la Causa de Canonización de la madre Elmina Paz Gallo, fundadora de las Hermanas Dominicas del Santísimo Nombre de Jesús.
Para comenzar la celebración, fueron leídos distintos saludos que llegaron a la arquidiócesis con motivo del inicio de la fase diocesana de la causa. Se unieron espiritualmente a la celebración el maestro de la Orden de Predicadores, padre Gerard Francisco Timoner OP; el cardenal Luis Héctor Villalba, arzobispo emérito de Tucumán; el obispo castrense y delegado para las causas de los santos argentinos, monseñor Santiago Olivera; monseñor Carlos Alfonso Azpiroz Costa OP, arzobispo de Bahía Blanca; monseñor Carlos José Ñáñez, arzobispo de Córdoba; monseñor Luis Urbanc, obispo de Catamarca; monseñor José Vicente Bokalic CM, obispo de Santiago del Estero; monseñor José Melitón Chávez, obispo de Concepción; monseñor Jorge Vázquez, obispo de Morón; monseñor José María Arancibia, arzobispo emérito de Mendoza.
También expresaron su cercanía fray Gianni Festa OP, postulador general de la Orden de Predicadores para las causas de los santos; fray Javier Abanto OP, encargado de comunicaciones de la Orden de Predicadores; fray Pablo Sicouly OP, socio del Maestro de la Orden de Predicadores para la Vida Intelectual; fray David Orique, Providence College, Estados Unidos; fray Rafael Colomé OP, vicario de la provincia dominicana de España en Buenos Aires; hermana Margaret Mayce, coordinadora de Dominican Sisters International; hermana María del Carmen Bruzzone, dominicas de la Anunciata; hermana Juana Segura, dominica de Santa Catalina de Siena; hermana Ángeles Lederos, dominica del Santísimo Rosario; hermana Angélica Ibarra, hermanas Adoratrices; hermana Marita Barrionuevo, hermanas Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús; fray Domingo Cosenza OP, del Convento Dominicano de Santiago del Estero; padre Guillermo Cassone, padres de Schoenstatt; hermana Susana Roani, presidenta de Fedar, Federación de Dominicas de la Argentina; Conferencia de Religiosas y Religiosos de la Argentina; Conferencia de Religiosos y Religiosas filial Rosario; Faera, Federación de Asociaciones Educativas Religiosas de la Argentina; integrantes de nuestras comunidades educativas de distintas provincias, exdocentes, exalumnos, amigos, vecinos y descendientes de la familia de Elmina Paz.
En su homilía, monseñor Sánchez destacó la figura de Elmina, “una mujer de aquí, tucumana, nacida en una familia donde aprendió la fe, donde aprendió a amar a Jesús, donde aprendió la grandeza del amor de Dios en esa vida familiar, y viviendo esa vida familiar experimentó esa grandeza del amor de Dios, de este Dios que es comunión, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo”.
“Se dejó encender el corazón por la fe y ella misma quiso, de acuerdo a lo que había aprendido, de acuerdo a lo que había ido viendo, ejercer el servicio. Lo hizo a través de su vida matrimonial, lo hizo a través de su maternidad, lo hizo en el amor y en el servicio a los más necesitados”, destacó.
En ese sentido, señaló: “Una mujer, hija de Dios como cada uno de nosotros, que se dejó iluminar la mente y el corazón por la gracia y la luz de la fe, que se dejó amar y aprendió a amar dándose ella misma y viviendo esa dignidad de su ser mujer, muy enamorada de su esposo, y por eso también el Señor les regaló el don de la vida en su maternidad, de esa hija que la disfrutaron muy poco tiempo. Pero esa experiencia de dolor ante la muerte de su hija no la aplastó, después acompañando a su esposo, en la entrega generosa, tratando de estar al lado de su esposo y en la vicisitudes que le tocó vivir, hasta que se enferma y muere su esposo”, relató.
“No se deja aplastar, no se deja amargar, no se deja ganar por la angustia y por el dolor, y por eso también esa fuerza del amor que experimentaba en lo profundo de su corazón, como lo experimentamos cada uno de nosotros, que creemos en el Señor, que amamos al Señor y que le damos lugar a este Dios de amor”.
“Ella también lo hizo así y descubrió que el Señor la llamaba a una consagración especial: después de haber sido esposa y madre, poder consagrarle su vida al Señor y con otras mujeres también, para atender a los más necesitados, ser signo del amor, de la ternura de Dios, ser signo de un Evangelio vivo, actuante”, valoró.
“Tenemos que confiar en el Señor como esta mujer; nos tenemos que dejar encender el corazón por el amor de Dios, como esta mujer; nos tenemos que entregar al servicio de los hermanos, como esta mujer. Y por eso queremos iniciar este proceso, esta fase diocesana, este camino de beatificación y canonización”, afirmó.
Comentá la nota