Los “nuevos musulmanes” no hablan árabe, no comen cuscús ni visten chilaba, y no quieren líderes que obedezcan a organizaciones o gobiernos extranjeros.
Por: José Ángel Cadelo.
El Instituto Nacional de Estadística calcula que son un 2% los ciudadanos que practican el islam en España, pero la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE) refiere que ya superan el 4%. Ceuta y Melilla son las ciudades españolas donde la proporción de musulmanes resulta mayor: suponen el 43% y el 52% de su población, respectivamente.
No hay censos oficiales sobre el número de creyentes musulmanes en España y, menos aún, de los españoles que profesan el islam. Pero este último grupo, el de los nuevos musulmanes, representan eso que ya se conoce y se reivindica a sí mismo como el islam español.
La cifra de conversos se acerca a los 200.000. Provienen de otras confesiones o del ateísmo, presumen de un practicar un islam libre de injerencias extranjeras. No hablan el árabe, no comen cuscús ni visten chilaba.
1.700 locales de culto
Según las estadísticas de UCIDE, más de la mitad de los musulmanes que vive en territorio español son extranjeros (sobre todo marroquíes, pakistaníes y senegaleses...). El resto son, sobre todo, españoles que adquirieron la nacionalidad; pero también un importante grupo lo conforman españoles de origen o descendientes de estos.
Trece siglos han transcurrido desde que se construyera en Algeciras el primer templo musulmán de toda Europa, la Mezquita Aljama. La primera mezquita española de nuestros tiempos se edificó en Ceuta en 1940, el mismo año que Franco levantó otra en Córdoba para su Guardia Mora. Después vino la del rey Fahd, en Marbella, de 1981, y la de los ahmeditas en Pedro Abad (Córdoba), de 1982.
Hoy, según los recuentos más fiables, hay unos 1.700 edificios, locales o antiguos garajes diseminados por toda España que se emplean como lugar de culto islámico concentrando a los musulmanes de su periferia cinco veces al día. Sólo una veintena de estos espacios de culto son templos al uso con alminares y madrasas.
No a los partidos islamistas
Los musulmanes españoles, según declara a Confidencial Digital el converso Francisco Bueno, no quieren saber nada de partidos islamistas, ni sienten el menor interés por la política de las naciones que se autoproclaman islámicas.
Se muestran en plena consonancia con los valores constitucionales, y no piden para sí más derechos que aquellos que les corresponden legalmente por su condición de ciudadanos españoles.
“Tenemos derecho a recibir la misma asistencia o educación religiosa que un cristiano o un judío”, dice Bueno, y matiza: “Sabemos que las leyes nos garantizan, por ejemplo, el derecho a ser sepultados según la tradición islámica, pero no a costa del dinero público ni en terrenos cedidos por la Administración”.
No a los barrios islamizados
Los musulmanes españoles contactados por ECD están bien integrados en el mercado laboral y no buscan barrios islamizados para residir. No se interesan por la profesión religiosa de sus amigos, ni la de los amigos de sus hijos. No tienen parabólicas para sintonizar los canales de televisión de Arabsat y dan la espalda a los aparatos de ideologización de ciertos países del Golfo.
Se llaman Antonio, Joseba o Isabel, y muchos de sus vecinos ignoran su adscripción espiritual “porque no hemos hecho de nuestra religión una militancia”, apunta Andrés Gil, cuyo nombre islámico, que solo usa en su comunidad, es Yamal.
“Tenemos, como musulmanes, un estilo de vida propio, pero tenemos que sentarnos en mesas en las que otros consumen alcohol, y no nos importa que nos entierren junto a tumbas de cristianos o de ateos”, señala, aclarando que son conscientes del contexto en el que practican su religión.
Completamente españoles
“Ciertos musulmanes inmigrantes creen, erróneamente, que no podrán nunca ser completamente españoles por causa de su religión”, dice el andaluz Jesús Almagro, operario de grúa, que se hace llamar Isa.
“Por ignorancia, sienten limitados sus derechos por el hecho de profesar el islam, y eso les lleva a una continua reivindicación, a la política y a querer erigirse en representantes de todos los musulmanes que viven en España”.
Son 200.000
Antonio de Diego, de la Federación de Comunidades Islámicas Ibn Masarra, calcula que son, “como muy poco, 50.000 los musulmanes de origen netamente español que viven en España”.
Bárbara Ruiz-Bejarano, investigadora de la Universidad de Alicante y una de las responsables del Instituto Halal, cree que la cifra es bastante mayor “porque muchos hacen la sahada en otros países como Marruecos” no quedando constancia de ello en ninguna mezquita española.
Isabel Romero, presidenta de Junta Islámica, recuerda que el total de los musulmanes que viven en España son unos dos millones y que, de esos, es fácil estimar que 200.000 o más son españoles de origen.
Un ‘islam español’
A pesar de la dificultad de argumentar las cifras exactas de españoles musulmanes, los entrevistados por ECD coinciden en una doble aseveración: que existe un islam español con su propia singularidad, y que no tiene sentido que sean extranjeros los que representen a los musulmanes ante la Administración, “ni los que pretendan marcar las líneas espirituales y doctrinales de los musulmanes en este país”.
Mariam Casado dice que “hay musulmanes que se morirán pensando que el islam siempre será ajeno a los valores de democracia, libertad, igualdad y aconfesionalidad de Europa; no me queda más remedio que considerarlos intrusos”. Y concluye, tajante: “Hace muchos años que los principales órganos de representación de los musulmanes (se refiere a la Comisión Islámica de España y a las federaciones de entidades islámicas más antiguas) están acaparados por personas de fuera, que obedecen consignas de otros gobiernos o de movimientos islámicos transnacionales”.
A mil trescientos años de la construcción de la primera mezquita europea en Algeciras, y cinco siglos después de la expulsión de los musulmanes de España, en el Colegio Andalucía de esta ciudad, 180 alumnos reciben este curso escolar clase de religión islámica frente a los 87 que han optado por la católica.
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