Por Mario Cohen
«Para la fiesta de Janucá no hemos preparado muchas cosas: algunas golosinas solamente y, sobre todo, las velitas. Debido a la escasez de velas únicamente las encendimos durante diez minutos; pero el canto ritual no fue olvidado y eso es lo principal». Comenta Ana Frank en su diario, el 7 de diciembre 1942. Cabe recordar que esto ocurrió en plena Guerra Mundial, en un minúsculo refugio donde estaba hacinada con su familia y amigos. ¿Por qué hicieron un alto para festejar? ¿A qué se refería cuando detalla que hubo golosinas, cantos y velas?
Es que estaban celebrando la festividad de las luminarias (o Janucá). La misma recuerda un hecho histórico ocurrido hace 2184 años en la tierra de Israel: se trata de la histórica victoria de los macabeos contra el terrible rey grecosirio Antíoco Epífanes, que quería imponer el politeísmo heleno y había prohibido -bajo pena de muerte- los rituales judíos.
Los invasores fueron expulsados y se produjo la restauración de los servicios religiosos en el Templo de Jerusalén. Janucá justamente significa «inauguración», «consagración». El aceite que solamente servía para un solo día alcanzó milagrosamente para ocho días. De allí la costumbre de dar vida a la luz al prender gradualmente luminarias hasta llegar a ocho (unido a un canto tradicional).
Janucá fue un triunfo que reinstaló la soberanía política y religiosa sobre la tierra de Israel. Se trata, posiblemente, de la primera guerra de guerrillas que registra la historia, con el objetivo de obtener la libertad religiosa. Fue, además, una victoria en la justa lucha de pocos contra muchos, de una minoría que luchó por mantener su identidad.
Acaso algunos se hayan sorprendido al ver enormes candelabros (de ocho brazos y uno adicional) en plazas públicas de varias ciudades argentinas y en urbes de sesenta países. Es que justamente estamos en estos días en esta festividad y el objetivo de estos candelabros «es hacer público el milagro».
Este año el calendario parece querer darnos un mensaje de convivencia. El martes 24 a la noche, al tiempo que los judíos encenderemos tres luminarias de Janucá, los católicos (y muchas iglesias protestantes) iluminarán en su totalidad el árbol hogareño de Navidad. Posiblemente los símbolos de ambas festividades se encuentren hermanados, ventana a ventana, en algún barrio de Buenos Aires o del interior, y sean mudos testigos de la convivencia. En ambos casos habrá alegres reuniones familiares y regalos a los más pequeños (recordemos las golosinas que recibió Ana Frank). Otro detalle relevante es la importancia que ambas tradiciones le dan en estos días a la luz. Debe tenerse en cuenta que estas festividades nacieron en el hemisferio norte, donde las noches son las más largas del año y a veces las más gélidas, propicias para reuniones familiares.
¿Cuál es la importancia actual de Janucá en una época en que la globalización borra todas las minorías? Lo que los macabeos hicieron fue luchar por el derecho de todos los seres humanos a vivir en sus propias tradiciones y reverenciar al Dios de su creencia. Defendieron el derecho de hablar en el idioma de su elección, de cultivar la memoria de su historia y venerar sus antepasados. Válidos para todas las épocas.
El siglo XXI se caracteriza por reconocer el valor de las mujeres. Justamente en esta festividad recordamos a dos heroínas: Jana (llamada también Salomé), que prefirió sacrificar a sus siete hijos para no caer en paganismo, y Judith, que con un ardid le dio comida salada y luego emborrachó al general griego Holofermes para decapitarlo y así consiguió ahuyentar su ejército. ¡Feliz Janucá, feliz Navidad!.
Mario Cohen: Presidente del Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefardí
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