El obispo ofició la homilía central en San Cayetano. "La compasión es no pasar de largo, la solidaridad no es un momento", advirtió, y pidió "que no se nos endurezca el corazón por habernos acostumbrado a vivir en la emergencia".
Monseñor Pedro Javier Torres, obispo de la Diócesis de Rafaela, presidió en la tarde de este miércoles la misa principal que se ofició en la parroquia de San Cayetano, en el barrio Amancay, y allí -ante cientos de fieles que colmaron el espacio exterior del templo-, pidió a los rafaelinos que "no se nos endurezca el corazón por habernos acostumbrado a vivir en la emergencia", en lo que fue un llamado a los creyentes para que tiendan la mano al necesitado, en un momento de crisis aguda como el que atraviesa la sociedad argentina.
Torres encabezó la tradicional procesión que recorrió las calles en torno a la plaza de la Bandera y luego ofició la homilía, mientras un incesante desfile de creyentes ingresaba a la parroquia para dejar su testimonio de fe y devoción al Santo Patrono del pan, la paz y el trabajo.
En lo que fueron los párrafos centrales de su mensaje, y luego de recordar que "San Cayetano tenía el como un diamante, bello y duro. Pero se le ablandó cuando conoció a Dios", hizo mención a que fue "Mamá Antula la que trajo la primera imagen de San Cayetano con una espiga de pan, allá por mil setecientos y pico".
"La Providencia que le pedimos a Cayetano es pan, paz y trabajo. Pero eso nos compromete a ser providencia para los demás. Tener un corazón blando es tener un corazón compasivo, solidario, y la compasión es más que la empatía, es ponerse en el lugar del otro, comprender al otro, no pasar de largo, como aquella escena del buen samaritano que ofrece lo que tiene, se detiene, comparte el vino, el aceite, la cabalgadura", dijo Torres.
En esa línea, convocó a los rafaelinos a aceptar que "no es sólo un momento la solidaridad: es un proceso, un acompañar. Hoy tenemos que pedir que no se nos endurezca el corazón", dijo.
La procesión se realizó a las 17 en torno a la plaza de la Bandera.
"Hoy tenemos que pedir la Gracia de no acostumbrarnos a lo que no puede ser normal. No es normal ni el robo, ni la mentira, ni la injusticia. Hemos sido creados para el amor, para la paz, para la fraternidad. Tenemos que ser conscientes, coherentes, reconocer que nuestra vocación, es el Cielo, encontrar la vocación de amar, de servir. Que no se nos endurezca el corazón porque nos hemos ido acostumbrando a vivir en emergencia. Que no se les endurezca el corazón ni a las autoridades, ni a los que dan trabajo, ni al que trabaja y se siente seguro porque lo tiene. Vivimos, servimos y trabajamos no sólo por el sueldo del mes, sino para la Gloria de Dios, con la responsabilidad de los hijos que saben que somos sal, luz y fermento en la sociedad. El que no ilumina no sólo no ilumina: hace sombra, entenebrece. Nosotros, los bautizados, estamos llamados a ser luz, sal y fermento de una sociedad que tiene que sembrar paz, solidaridad, justicia, equidad. El trabajo es el camino dignificante", enfatizó.
Durante la jornada, miles de fieles concurrieron a venerar a San Cayetano, y las actividades se extendieron hasta la noche, ya que la última misa -de las seis que hubo a lo largo del día- se realizaba a las 20.
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