«Necesitamos ayuda humanitaria directa, no a través de ministros corruptos», asegura el cardenal y arzobispo de Colombo. La forma en que se gestiona la sucesión política genera «frustración»
¿Qué perspectivas abrió la elección de nuevo presidente en el Parlamento el pasado miércoles?
La frustración está creciendo. Hay acusaciones de intercambios de dinero para comprar votos y de todo tipo de maniobras egoístas. Esto es muy desafortunado para el país. Lo importante no son las luchas políticas, sino que la gente espera una implicación clara de los líderes políticos a favor de su bienestar. Muchas personas están sufriendo los efectos de la mala gestión: pasando hambre (también los niños), haciendo colas de kilómetros para echar gasolina… Los hospitales no tienen medicinas. La economía se ha derrumbado a causa de los políticos. Para el público no es aceptable seguir con la misma organización política corrupta que hasta ahora.
A pesar de ser una minoría, la Iglesia ha intentado aportar soluciones. En mayo, dos de sus obispos auxiliares se reunieron con el presidente.
Pero no ocurrió demasiado, no hubo ningún acuerdo ni dejó el cargo, como le sugerimos. Solo lo ha hecho después de que casi un millón de personas se concentraran en Colombo y tomaran su residencia y la del primer ministro y les obligaran a escuchar. Nosotros estamos con la gente, y también los líderes budistas, musulmanes e hindúes.
¿Las religiones están presentando un frente común?
Hemos realizado distintos proyectos a varios niveles, algunos de ayuda directa por medio de la red de Cáritas, y otros interreligiosos. Todos los líderes religiosos queremos asegurar que Sri Lanka no sigue por este camino. El clero budista ha pedido que alguien independiente y neutral dirija los asuntos del país, durante seis meses o un año, junto con un Gobierno de todos los partidos, con tecnócratas e independientes que puedan sacarnos de este desastre. Y luego que haya nuevas elecciones. No podemos fiarnos de esta gente. Necesitamos un nuevo comienzo.
¿Qué debería tenerse en cuenta a la hora de negociar un rescate con el Fondo Monetario Internacional?
El punto de partida deberían ser las necesidades de la gente, no del establishment político. Deberían insistir en que se fortalezca la democracia, se elimine la corrupción, se asegure la transparencia y se restaure el Estado de derecho. También que se apruebe una nueva Constitución. Necesitamos, además, ayuda humanitaria directa. Pero que se canalice a través de las instituciones que se preocupan por la gente, no de ministros y parlamentarios corruptos. Por ejemplo, que en vez de dinero se envíen a los hospitales medicinas y aparatos. Incluso el combustible debería llegar a través de fuentes independientes.
¿Está satisfecho con la salida del presidente Rajapaksa del país?
No conozco las circunstancias de su salida. Pero es necesaria una investigación independiente de todas las prácticas corruptas que han arruinado el país, que se lleve a los responsables ante la justicia, y que se sepa dónde fue el dinero y por qué algunos acusados no han sido juzgados por ser parientes de la familia gobernante. No defiendo la venganza, pero debemos saber qué ha ocurrido.
Hasta mayo los hermanos Gotabaya y Mahinda Rajapaksa ostentaban tanto la jefatura de Estado como la de Gobierno. Mahinda y el ex primer ministro Ranil Wickremesinghe se han alternado en el poder desde 2001.
Es una enfermedad del sur de Asia: los apellidos en la esfera política. Se suceden todo el tiempo personas de un grupito de familias. También se debe al sistema electoral, que no es totalmente transparente.
«Ranil, vete a casa». Manifestante con un cartel contra el ex primer ministro y presidente interino, Wickremesinghe, el pasado domingo. Foto: AFP / Arun Sankar.
¿Hay gente preparada para romper esta inercia y que surja un nuevo liderazgo?
Esta es una oportunidad maravillosa para todos, especialmente para los que aman este país. Es un lugar hermoso, pero necesitamos políticos honrados y elegir a un nuevo equipo que nos lidere en el futuro. De lo contrario, nos deslizaremos hacia una situación incluso peor.
¿En medio de una crisis tan grave, la vida de la Iglesia se ha visto afectada?
Las celebraciones continúan, pero con muy pocos participantes. Solo los que pueden acudir a pie.
Insiste siempre que tiene ocasión en que se llegue hasta el fondo de los atentados contra iglesias y hoteles en la Pascua de 2019. En medio de problemas en apariencia mucho mayores, ¿por qué sigue siendo importante?
Aún estamos esperando descubrir qué ocurrió realmente. Se han hecho varios intentos, incluso he viajado a Ginebra, [al Consejo de Derechos Humanos de la ONU], para ello. Queremos una investigación totalmente independiente y más amplia, porque se ha alegado que hubo una mano política detrás.
Comentá la nota