El Prefecto del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso, el Cardenal George Jacob Koovakad, aseguró que incluso los “no creyentes” también están pidiendo la recuperación del Papa Francisco, hospitalizado con neumonía bilateral desde el pasado 14 de febrero.
Por Victoria Cardiel
“Junto con los fieles cristianos y los creyentes de otras tradiciones religiosas, muchos no creyentes también aprecian y aman al Papa Francisco y están preocupados por su salud”, aseguró el Cardenal Koovakad durante el rezo del Rosario por su salud que presidió ante la Curia Romana este miércoles por la tarde en el Aula Pablo VI del Vaticano.
“Desde todo el mundo, en estas semanas en las que el Santo Padre está ingresado en el hospital -recordó el purpurado-, han llegado conmovedoras muestras de solidaridad y cercanía, junto con la promesa de muchas oraciones elevadas al Cielo por su curación”.
El purpurado introdujo los Misterios Gloriosos. El rezo del Rosario fue retransmitido en directo a través de las pantallas instaladas en la Plaza de San Pedro.
Tuvo lugar a las 18:00 (hora local) justo después de que el Predicador de la Casa Pontificia, Roberto Pasolini, impartiera la séptima meditación de los Ejercicios Espirituales que también fue seguida en directo por el Pontífice desde el hospital.
El Cardenal Koovakad, que también es el encargado de organizar los viajes internacionales del Papa Francisco, invitó a “confiar” las condiciones de salud del Santo Padre y de todos los enfermos del mundo “al maternal amparo de María”.
“Encomendamos al Papa y a todos los enfermos al amparo de la Santísima Virgen”, indicó. Y añadió: “Unamos nuestra invocación a la de los pobres, porque su oración es la más eficaz, como sugiere la Sagrada Escritura”.
En este sentido, se refirió a este pasaje de la Biblia, perteneciente al Libro del Eclesiástico, el más extenso de los escritos sapienciales: “La oración del pobre llega a los oídos de Dios y su juicio será a su favor. El ruego del pobre atraviesa las nubes, y no se calma hasta que llega. No desiste hasta que el Altísimo no interviene”.
Después de las cinco decenas de Ave María, se cantó el Salve Regina, seguido de las Letanías Lauretanas y la invocación a Dios para que “nos conceda gozar siempre de salud de cuerpo y espíritu”, y por intercesión de la Virgen María, “nos salve de los males que ahora nos entristecen para guiarnos a la alegría sin fin”. Finalmente, el rezo comunitario terminó con el Oremus pro Pontifice.
Comentá la nota