El cardenal Bergoglio le dio la extremaunción, y hoy avanza su causa beatificación en Italia
Reconocida en vida como una madre para seminaristas y sacerdotes, la Hermana Bernardita de la Inmaculada Sesso (1918-2001) dejó en su tierra natal italiana, en la Argentina y en Estados Unidos una estela de cariño y respeto, fama de santidad. Y poco más de 20 años después, su causa de beatificación da un importante paso, con el cierre de la fase diocesana en Roma, la diócesis en la que falleció.
El cardenal Leonardo Sandri, vicedecano del Colegio Cardenalicio, presidió en la basílica de San Juan de Letrán la misa de acción de gracias por el proceso canónico, que continúa ahora en la Congregación para la Causa de los Santos, donde luego de luego de otro exhaustivo proceso, si así se considera, se declararía las virtudes heroicas de la Sierva de Dios.
Adele Sesso nació en Montella, Italia, en 1918, en el seno de una familia pobre. Desde joven sintió un llamado a la consagración religiosa, y si bien pretendía unirse a las hermanas vocacionistas, como una hermana suya, terminó ingresando en la Congregación de las Hermanas Pobres Bonaerenses de San José en Roma, una familia religiosa que había sido fundada en el siglo XIX en la Argentina por la venerable Madre Camila Rolón, obra que ya había cruzado el océano. En distintas iniciativas de la Congregación, sirvió en casas de Argentina, Estados Unidos e Italia.
Desde niña rezaba y servía de manera especial a seminaristas y sacerdotes, servicio que profundizó de manera especial desde su Congregación y que le valió el apodo de «madre» para ellos. Si bien no había ingresado con las hermanas vocacionistas, vivió en su familia religiosa ese mismo compromiso con las vocaciones sacerdotales.
Sirviendo en el Seminario de Richmond, Estados Unidos, desde la Cocina, se hacía querer. «En el Seminario todos la querían, la respetaban, la ayudaban, ella era para todos ‘Madre’, no sólo alimentaba el cuerpo, sino que alimentaba a los que estaban atribulados, tristes, indecisos en su vocación. Los mandaba a rezar, ponerse a los pies de Jesús Sacramentado; que hagan oración. Pero también estaba atenta al comportamiento de ellos, al respeto, la delicadeza, la prolijidad, la presencia, el testimonio», recuerda un testimonio citado en su biografía oficial.
Y ayudando con los novicios jesuitas, conoció estando en la Argentina al entonces padre Jorge Bergoglio, quien luego ya Papa recordaría de ella: «Cuando yo, como maestro de novicios y también como superior provincial, tenía algún problema con alguien, le mandaba a hablar con ella. Y ella, dos ‘bofetones espirituales’, y la cosa se arreglaba. Esa sabiduría de las mujeres de Dios, de las mamás».
Entre otras cualidades, se recuerda que enfrentó enfermedades con serenidad y heroísmo, narran en su biografía.
Su último destino fue su Italia natal, donde se dedicó a los oficios de cocinera y portera. Pero los seminaristas y sacerdotes para los que había sido «madre» no la habían olvidado, y seguían visitándola. Uno de ellos, en 2001, le dio la extremaunción «in Articulo Mortis», poco antes de morir. Era aquel jesuita, en ese momento ya Arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio. Ese febrero había sido creado Cardenal, y hacia octubre de año fue convocado a participar en el Sínodo de los Obispos, del que fue Relator Adjunto. La Madre Bernardita murió el 12 de diciembre de ese año, luego de besar con fe un crucifijo y pedir: «Jesús, hazlo pronto».
Si bien los testimonios de su fama de santidad se encuentran tanto en Estados Unidos como en la Argentina, como falleció en Roma allí se inició el proceso, que acaba de culminar.
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