El arzobispo emérito de Buenos Aires presidió en Roma una misa de acción de gracias por la canonización de la primera santa nacional, de la que participaron numerosos obispos argentinos.
El cardenal Mario Poli, arzobispo emérito de Buenos Aires, presidió este lunes en Roma la misa de acción de gracias por la canonización de Mama Antula. Concelebraron monseñor Jorge García Cuerva, arzobispo de Buenos Aires y monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, miembro de la familia antulana.
Estuvieron presentes, además, los argentinos monseñor Alberto Bochatey OSA, obispo auxiliar de La Plata y secretario general de la CEA; monseñor Daniel Fernández, obispo de Jujuy y presidente de la CEMIN, monseñor Santiago Olivera, obispo castrense y delegado para las Causas de los Santos de la Conferencia Episcopal Argentina; monseñor Vicente Bocalik CM, obispo de Santiago del Estero; monseñor José Luis Corral SDV, obispo de Añatuya y monseñor Enrique Martínez Ossola, obispo auxiliar de Santiago del Estero.
También hubo representantes de la Embajada Argentina, agregados militares, senadores italianos representando al exterior, Diputados, el secretario de Culto Francisco Sánchez y el jefe de gobierno porteño Jorge Macri.
En su homilía, el cardenal Poli expresó: “Estoy feliz de sumarme a la alegría de todos los que celebran la santidad de nuestra querida Mama Antula, que por la sabia decisión de la Iglesia ya forma parte de esa enorme multitud de amigos nuestros en el cielo”.
A su vez, subrayó que “en todos los tiempos la Iglesia existió para evangelizar, para ser canal del don de la gracia y reconciliar a los pecadores con Dios”, y señaló: “Hay muchos modos de poner por obra ese mandato apostólico. Nuestra Mama Antula lo asumió con el estilo misionero de una incansable peregrina de los Ejercicios Espirituales”.
Haciendo referencia el evangelio del día, indicó que “en cierto modo nuestra santa peregrina tuvo algo de María y de Marta”. “Como discípula, desde muy joven declaró su voluntad de seguir a Jesús, sin otro sostén que el de pertenecer a un beaterio de mujeres unidas en el ideal de perfección que les ofrecía la espiritualidad ignaciana”, describió.
No obstante, reveló que Mama Antula “supo reservarse los esperados momentos en que se entregaba a un continuo trato interior con Dios. La oración de acción de gracias, de intercesión y de alabanza dominaban ese tiempo exclusivo y excluyente de su vida cotidiana”.
“Las virtudes teologales que María Antonia recibió en el bautismo -consideró- son la clave para entender el arrojo de su empresa” y subrayó “la perseverancia en mantenerse fiel al ministerio que recibió por inspiración y la paciencia para sobreponerse ante las pruebas”.
También expuso que “lo que hoy nos sorprende y edifica es su incondicional confianza en los cuidados amorosos de la providencia”, y destacó que “nuestra santa santiagueña no ponía límites a su misión peregrina”.
“Hoy los argentinos necesitamos que santa María Antonia de San José nos ayude a retomar el camino del encuentro fraterno y solidario. ¡Cómo la necesitamos!”, exclamó. Y refiriéndose a los numerosos escritos de la santa consideró: “Apenas me he quedado en el inicio de su largo camino interior. Solo intenté asomarme a lo que ha sido su bella, verdadera y sabia personalidad, siempre en un segundo plano con el mejor espíritu josefino”.
“Ahora, esa mujer fuerte, amante apasionada de la virtud y propagadora incansable de la devoción puede continuar su deseo de pasar haciendo presente las acciones divinas de Dios en las personas”, concluyó.
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