Hoy también la iglesia celebra la memoria de la Beata Ana Catalina Emmerick (1774-1824), famosa por sus fenómenos místicos y revelaciones.
Nace ella en Flamschen, cerca de la ciudad de Coesfeld.
Tuvo corta instrucción escolar, pero todos destacaban sus conocimientos, especialmente en materia religiosa.
Le gustaba visitar las iglesias, asistir a misa, también rezaba el viacrucis en las calles.
Quiso entrar a un convento pero no pudo realizar su sueño, por lo que regresa a la casa paterna, donde trabajaba de costurera.
Finalmente entra, en 1802, al convento de Agnetenburg de Dulmen, junto a una amiga suya Klara Sontgen. Siempre estaba dispuesta a hacer las labores más penosas. Al principio no era muy estimada, por su origen humilde; algunas de sus hermanas le criticaban un cumplimiento demasiado estricto de la regla. Ella soportó los sufrimientos con serenidad de espíritu.
De 1802 a 1811 enfermó con frecuencia, padecía grandes dolores.
En 1811 ella sale del convento de Agnetenburg, por causa de la secularización. Un sacerdote refugiado de Francia en Dulmen, el Padre Lambert, la recibe como ama de casa. Pero poco después enferma, se tiene que meter en cama y hace venir a su hermana menor, Gertrud, para que cuide la casa.
Preocupada por los otros
En ese tiempo recibe los estigmas de Jesucristo; pero ella ya venía recibiendo los dolores de las heridas de Cristo de forma mística. Era gran amante de la Virgen.
Se preocupaba mucho por el bien de los demás. Postrada en su cama confeccionaba vestidos para niños indigentes. Acogía con suma caridad a muchos visitantes.
Empezó a tornarse famosa, entre otras razones por sus estigmas. Varios personajes del movimiento de renovación de principios de S. XIX la visitaron: Clemens August, barón de Droste zu Vischering, Bernhard Overberg, Friedrich Leopold von Stolberg, Johann Michael Sailer, Christian y Clemens Brentano, Luise Hensel, Melchior y Apollonia Diepenbrock.
De especial importancia fue el encuentro con Clemens Brentano, quien la visitó por vez primera en 1818. Desde entonces permaneció 5 años en Dulmen; visitaba cada día a Ana Catalina para apuntar sus visiones, que él publicó más tarde.
En el verano de 1823 la Beata se fue debilitando cada vez más. Ella unía sus sufrimientos a los del Señor. Fallece el 9 de febrero de 1824.
Comentá la nota