La Pastoral Social de Córdoba señaló cuáles deberían ser las prioridades de los políticos argentinos en esta campaña electoral, y sería importante que su llamado al consenso fuera escuchado.
La Iglesia Católica suele difundir duros documentos sobre la realidad política y social en la Argentina. Por lo general, son pronunciamientos elaborados al cabo de alguna conferencia episcopal que, además de hacer foco en esos temas sensibles, no dejan de aludir a situaciones igualmente escabrosas, como la corrupción en el ámbito del Estado o el narcotráfico.
Con una relación institucional “normal” con el Gobierno nacional, y referenciada en la palabra siempre influyente del papa Francisco, la Iglesia argentina se mantiene expectable respecto del proceso electoral del año en curso, que renovará cargos ejecutivos y legislativos nacionales, provinciales y municipales.
En ese contexto de fiebre proselitista, la Pastoral Social Arquidiocesana de Córdoba difundió días atrás una carta abierta a la dirigencia política. La nota lleva por título “Salvemos la patria: acuerdos y prioridades”. Un encabezamiento reflexivo que no debe haber sido del agrado de muchos de quienes hoy tienen la responsabilidad de conducir los destinos del país.
Entre los pasajes de mayor actualidad que tendrán que ser observados con urgencia por la multitud de políticos en campaña, la Pastoral Social enumeró como prioridades “la pobreza, la inseguridad, el consumo problemático, la educación y la violencia” que se verifica a diario en las calles.
La Iglesia Católica suele difundir duros documentos sobre la realidad política y social en la Argentina. Por lo general, son pronunciamientos elaborados al cabo de alguna conferencia episcopal que, además de hacer foco en esos temas sensibles, no dejan de aludir a situaciones igualmente escabrosas, como la corrupción en el ámbito del Estado o el narcotráfico.
Con una relación institucional “normal” con el Gobierno nacional, y referenciada en la palabra siempre influyente del papa Francisco, la Iglesia argentina se mantiene expectable respecto del proceso electoral del año en curso, que renovará cargos ejecutivos y legislativos nacionales, provinciales y municipales.
En ese contexto de fiebre proselitista, la Pastoral Social Arquidiocesana de Córdoba difundió días atrás una carta abierta a la dirigencia política. La nota lleva por título “Salvemos la patria: acuerdos y prioridades”. Un encabezamiento reflexivo que no debe haber sido del agrado de muchos de quienes hoy tienen la responsabilidad de conducir los destinos del país.
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Entre los pasajes de mayor actualidad que tendrán que ser observados con urgencia por la multitud de políticos en campaña, la Pastoral Social enumeró como prioridades “la pobreza, la inseguridad, el consumo problemático, la educación y la violencia” que se verifica a diario en las calles.
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El titular de la entidad es el presbítero Munir Bracco, quien oficia como delegado del arzobispo de Córdoba, Ángel Rossi. Es decir, la carta tiene el aval de la máxima autoridad de la Iglesia Católica en la provincia.
Se hace un llamado a alcanzar “acuerdos y consensos” para revertir aquellas flaquezas de la actualidad argentina, un desafío para nada sencillo a la luz de la crispación que caracteriza la relación entre los contendientes electorales de todo orden.
“En estos tiempos electorales en los que las palabras abundan, es imperioso tener gestos concretos. Y que todos los que tenemos responsabilidades y roles importantes en la sociedad descubramos que el poder es para el servicio a los demás y que la política es un instrumento para la transformación de la realidad, para beneficio de todos los ciudadanos, especialmente los más postergados”, señala otro pasaje de la misiva.
La dirigencia política en general (de hecho, también los cordobeses y las cordobesas que batallan por futuros cargos ejecutivos y legislativos) no puede permanecer indolente cuando una institución como la Iglesia pontifica que será difícil salir de la situación “lamentable” que vive el país sin un acuerdo que deje de lado los “revanchismos y el discurso del odio”.
Nada más ilustrativo de la andanada de improperios y de chicanas que se dispensan los adversarios, que mantienen al electorado en una situación de desconcierto y de cierta abulia de cara a las urnas que vienen.
Son tiempos de moderar los discursos de tribuna y de aportar a la sociedad propuestas serias y creíbles, en bien de emerger del pozo y de celebrar con esperanza los 40 años ininterrumpidos de la democracia recuperada en diciembre de 1983.
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