Hoy se cumplen dos años del 13 de marzo de 2013, el día en el que Jorge Mario Bergoglio fue elegido como el primer Pontífice americano de la historia de la Iglesia. También fue el primer jesuita de la historia en llegar al trono de Pedro.
Tras la histórica renuncia de Benedicto XVI, ahora Papa emérito de la Iglesia -figura insólita- tuvo lugar un cónclave especial, un cónclave celebrado aún estando vivo el Papa anterior. Fueron tiempos convulsos para el pueblo católico: el escándalo vatileaks con las traiciones a Benedicto XVI, la no comprensión de la renuncia del Santo Padre, las elucubraciones sobre la Curia, el futuro de la Iglesia…
En esta situación llegaron los cardenales a Roma para celebrar el cónclave. En las reuniones de los cardenales antes del mismo, se habló de cambios necesarios en la estructura de gobierno de la Iglesia, de reformas que el próximo Pontífice tendría que afrontar con la ayuda de los cardenales.
Entraron los cardenales en la Capilla Sixtina, y en tan sólo dos días, la fumata blanca señalaba al mundo que la Sede Vacante había acabado, había Papa. La expectación era máxima, ¿Quién sería el elegido para llevar el timón de la Iglesia bajo las tempestades que parecían cercarla? La respuesta la dio el cardenal protodiácono, el francés Jean Louis Tauran, quién salió al balcón de la basílica de San Pedro en la noche romana del 13 de marzo. Entonó el famoso “Habemus Papam” para luego anunciar el nombre de Jorge Mario Bergoglio como nuevo Papa, con el nombre de Francisco.
Estas fueron las primeras palabras del Papa argentino:
¡Hermanos y hermanas, buenas noches!
Ustedes saben que el deber del Cónclave es dar un Obispo a Roma. Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo… pero estamos aquí… Les agradezco la acogida.
La comunidad diocesana de Roma tiene a su Obispo. ¡Gracias! Y primero que nada, quisiera hacer una oración por nuestro Obispo Emérito, Benedicto XVI. Recemos todos juntos por él, para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo custodie.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria con los fieles en San Pedro
Y ahora, comenzamos nuestro camino: Obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un camino de hermandad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Rezamos por todo el mundo, para que haya una gran hermandad.
Auguro que este camino de Iglesia, que hoy comenzamos y en el que me ayudará mi Cardenal Vicario, aquí presente, sea fructífero para la evangelización de esta ciudad tan bella.
Y ahora quisiera darles la bendición, pero primero, os pido un favor: antes de que el Obispo bendiga al pueblo, les pido que recen al Señor para que me bendiga. La oración del pueblo que pide la bendición para su Obispo. Hagamos en silencio esta oración de ustedes por mí.
Bendición Urbi et Orbi
Hermanos y hermanas, os dejo. Muchas gracias por la acogida. ¡Recen por mí! Nos vemos pronto: mañana quiero ir a rezar a la Virgen para que custodie a toda Roma. ¡Buenas noches y buen descanso.
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