Durante años se creyó que había sido un accidente vial. No hace mucho aclararon la verdad. Una historia para no olvidar
por Luis Badilla
Argentina recuerda que se cumplen 41 años del homicidio de monseñor Enrique Angelelli. El obispo fue muerto el 4 de agosto de 1976 simulando un “accidente de tránsito”, provocado en el Fiat 125 en el que viajaba junto con un sacerdote que resultó gravemente herido. Monseñor Angelelli, obispo de La Rioja, estaba catalogado como un obispo “incómodo e insidioso”, según la definición que utilizaron en varias oportunidades los militares que gobernaban el país, encabezado por el dictador Jorge Videla. Fue uno de los primeros obispos latinoamericanos asesinados por la violencia política pero su sacrificio fue el último en ser reconocido. Durante 35 años la opinión difundida sobre las verdaderas causas de la muerte del prelado, dentro y fuera de la Iglesia argentina, y también en el exterior, era la que se declaró desde el primer momento: “un triste accidente en la ruta”. Pero desde el principio muchas personas pusieron en duda la versión oficial. L’Osservatore Romano habló de “un extraño accidente”. Sin embargo, la verdad tardó mucho en abrirse camino y recién en los últimos tiempos se puede tener la esperanza fundada de que se haga justicia a un pastor ejemplar cuyo martirio permaneció oculto bajo una montaña de mentiras, omisiones y calumnias. Después de muchas décadas recién podemos estar seguros de que el nombre de monseñor Enrique Angelelli se debe incluir en el triste elenco de decenas y decenas de sacerdotes, y también de laicos y religiosos, que en estos últimos cincuenta años fueron víctimas en América Latina de la represión militar, del crimen organizado (narcos), de los paramilitares y de las guerrillas. Entre estos pastores se encuentran: monseñor Oscar Romero (24 de marzo de 1980, El Salvador), cardenal Juan J. Posadas Ocampo (24 de mayo de 1993, México), monseñor Isaias Duarte Cancino (16 de marzo de 2002, Colombia) y monseñor Jesùs Jaramillo (20 de octubre de 1989, Colombia), a quien el Papa Francisco proclamará beato el próximo 8 de septiembre en Colombia.
Una historia para ser contada y no olvidar. Este aniversario llega precisamente en el momento en que un tribunal federal de Buenos Aires vuelve a enviar a juicio al dictador Videla, a su ministro del Interior, el ex general Luciano Benjamín Menéndez y otros dos militares, todos ellos bajo graves sospechas de haber organizado y ejecutado el asesinato de monseñor Angelelli. Las motivaciones del tribunal son muy concretas: “El homicidio de monseñor Angelelli y la tentativa de homicidio de Pinto (NdR: padre Arturo Aído Pinto, que viajaba junto con el obispo) es parte del plan sistemático de las Fuerzas Armadas para eliminar personas incómodas”, afirma el diario La Voz del Interior. La justicia argentina reabrió el caso recién en 2010 cuando numerosos testigos, personas bien informadas, algunos ex militares “arrepentidos” y pruebas irrefutables pusieron en evidencia la falsedad de la tesis oficial del accidente de tránsito. Por otra parte la investigación, que nunca había sido completa, permitió saber con certeza que el obispo fue asesinado porque llevaba en su automóvil toda la documentación que demostraba fehacientemente que dos semanas antes los sacerdotes Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville habían sido asesinados por las fuerzas represivas de la dictadura. Hay que recordar que Jorge Videla, ya condenado a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad, fue recientemente condenado a otros 50 años de cárcel por el robo de niños nacidos durante el cautiverio de mujeres disidentes y que fueron entregados en adopción a parejas cercanas a los militares.
“Excelencia, ¡usted debe tener mucho cuidado!”. El 4 de agosto de 1976, mientras monseñor Enrique Angelelli viajaba en su automóvil (después de celebrar la misa en El Chamical) conducido por el padre Arturo Pinto, fue sobrepasado y chocado varias veces por un vehículo donde viajaban tres militares, hasta que el vehículo Fiat 125 terminó volcando. El juicio ficticio se cerró en 1987 sin ningún veredicto (en base a las cuestionadas leyes de Obediencia debida y Punto final), confirmando la tesis del accidente. En 2004 había cambiado el clima político del país y el juez Herrera Piedrabuena, comprometido en la búsqueda de la verdad sobre las violaciones de derechos humanos durante el régimen militar, escuchó a 14 personas sospechosas, entre ellas el mismo Videla. El 2 de agosto de 2006, por su parte, el difunto presidente Néstor Kirchner decretó que el 4 de agosto de cada año sería día de luto nacional, en homenaje al prelado. Algunas semanas antes de su muerte, monseñor Angelelli había pedido noticias al comandante del Tercer Cuerpo del Ejército, general Luciano Benjamín Menéndez sobre dos sacerdotes y un laico que habían desaparecido. En esa oportunidad, el general Menéndez le respondió: “Excelencia, ¡usted debe tener mucho cuidado!”.
Un pastor bueno y solícito. Monseñor Enrique Angelelli, nacido el 17 de junio de 1923 y asesinado cuando tenía 53 años, fue una de las miles de víctimas del funesto “Proceso de Reorganización Nacional”, eufemismo con el cual diversas dictaduras militares argentinas (marzo 1976 – diciembre 1983) denominaron la política y la técnica, sistemáticas y planificadas, destinadas a eliminar físicamente cualquier tipo de oposición. Enrique Angelelli entró al seminario siendo muy joven, a los 15 años. Fue ordenado sacerdote en Roma y el 9 de octubre de 1949 volvió a la ciudad de Córdoba, Argentina, donde fue nombrado auxiliar por Juan XXIII el 12 de diciembre de 1960. Desde el principio su obra pastoral, muy sensible a la promoción humana y muy cercana a los más pobres, contó con el apoyo de los fieles aunque al mismo tiempo tampoco faltaron resistencias. En 1964 fue desplazado de su cargo y gracias a eso pudo asistir a las sesiones del Concilio Ecuménico Vaticano II. El 3 de julio de 1968 el Papa Pablo VI nombró a monseñor Angelelli obispo de La Rioja. Su vida episcopal no fue fácil. Desde el primer momento su obra y su presencia pastoral en los sindicatos, con la gente del campo, los obreros y los estudiantes fueron consideradas por muchos como “un magisterio irresponsable e ideológico”.
La provocación de Anillaco. El 13 de junio de 1973 Angelelli visitó la ciudad de Anillaco, lugar de nacimiento del ex presidente Carlos Menem. El obispo fue recibido con hostilidad. Terratenientes y políticos anticlericales, encabezados por el gobernador Amado Menem, hermano del ex presidente, irrumpieron violentamente en la iglesia donde se celebraba la Santa Misa para protestar contra monseñor Angelelli por el apoyo que proporcionaba a las cooperativas rurales. La reacción del obispo fue inmediata: suspendió la Misa exhortando a los violentes a abandonar el templo. Monseñor Vicente Zaspe Faustin, arzobispo de Santa Fe, y el General de la Compañía de Jesús, padre Pedro Arrupe, fueron encargados de realizar una investigación y al finalizar la misma expresaron su total solidaridad con el obispo declarando que su comportamiento había sido correcto.
Dos sacerdotes y un laico asesinados. En junio de 2011 comenzó formalmente el proceso para pedir una posible beatificación de Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville, que según las pruebas que tenía monseñor Angelelli fueron asesinados por los militares. El 18 de julio de 1976 los presbíteros de La Rioja (Chamical) fueron secuestrados por un grupo de “desconocidos”. Algunos días después se encontraron los cuerpos de los dos sacerdotes con evidentes señales de tortura. Una semana más tarde se conoció la noticia de que un laico, Wenceslao Pedernera, había sido secuestrado y ajusticiado en la localidad de Sañogasta. El obispo de La Rioja, monseñor Roberto Rodríguez, abrió el proceso diocesano para una eventual causa de beatificación y confió la delicada documentación a fray Angelo Paleri. De la muerte de estas tres personas se estaba ocupando, con una cuidadosa investigación, monseñor Enrique Angelelli, y esa fue con toda probabilidad la razón por la cual lo mataron.
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