El presidente de la Conferencia Episcopal Italiana habló del escándalo de las filtraciones
Por Gian Guido Vecchi
"Antes que nada quiero expresar la tristeza de todos nosotros, los pastores, por el pueblo de Dios. En estos momentos, se alimentan la confusión, el desasosiego, el desconcierto. La gente común se pregunta qué está pasando."
El cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, hace una pausa y suspira. "Verdaderamente, esto es cosa del demonio."
-¿Del demonio, eminencia?
-Sí, lisa y llanamente. Porque es algo que divide, que se propone dar la imagen de que el Papa y la Iglesia se han distanciado, y de que el Papa está solo, sin el apoyo del cuerpo episcopal. Y eso es un absurdo que yo desmiento, en particular, en nombre mío y de los obispos italianos. Mañana, martes, en la reunión nacional en Florencia, se lo diremos al Papa, y le haremos sentir todo nuestro aprecio y nuestro reconocimiento por su labor al frente de la Iglesia. Le confirmaremos a Francisco nuestra cercanía y nuestro apoyo leal y afectuoso.
Fueron publicados documentos reservados. El Vaticano dice que se trata de "informaciones ya conocidas": las que había pedido Francisco al inicio de su pontificado para luchar contra el despilfarro?
-Ésa fue desde el primer momento la intención del Papa y de sus colaboradores, de las personas más cercanas a él. El Santo Padre no está rodeado de gente malsana. Sería injusto meter a todos en la misma bolsa. Ciertamente puede haber algunos que se comporten de modo incorrecto, pero también eso forma parte de los procesos de reforma y no debe desalentarnos.
-Grabaron a Francisco a escondidas?
-Si fuera así, sería realmente un disparate. Querríamos que la gente no se dejase desconcertar por estos comportamientos. Quien traiciona la confianza del Santo Padre debe ser repudiado y juzgado. Queremos manifestar nuestra solidaridad con la gente buena, con todos aquellos que tienen fe en una Iglesia a la que alguien se ha propuesto desacreditar. Aunque con amargura, miramos hacia adelante.
-Pero el despilfarro existió, ¿no?
-El Santo Padre impulsó diversos procesos de control y de reforma, y queda claro que no son cosas que se logran de un momento a otro. Puede haber retrocesos o regresiones, pero Francisco está llevando adelante este proceso y podemos estar seguros de que lo seguirá haciendo con coraje y determinación. El Papa no se desalienta.
-Pero ¿de qué manera pretenderían "desacreditar" a la Iglesia?
-Por supuesto que puede haber malos ejemplos, pero no se puede describir a la Iglesia como si todos fuesen así. Cargar las tintas, sembrar dudas no está bien. Han pretendido ni más ni menos que dar la imagen de que el Óbolo de San Pedro es como un fondo de dinero turbio que en vez de ser utilizado para ayudar a los pobres se usa para fines incorrectos, y eso es inaceptable. Es la caridad que recibe el Papa y el Santo Padre sabe perfectamente cómo destinar esos fondos a buenas obras.
-¿Qué ocurrirá en la reunión de la Conferencia Episcopal?
-Por sobre todas las cosas, escucharemos al Papa. Es una reunión con agenda abierta a las indicaciones y reflexiones del Santo Padre. El tema es repensar, a la luz de Cristo, un humanismo que sea realmente humano, porque el humanismo que está avanzando en Europa, por lo que podemos ver, no hace más feliz al hombre ni más justa a la sociedad.
-Usted participó del último sínodo. ¿Habrá un sínodo de la Iglesia italiana?
-Veremos. En cuanto a lo demás, el Papa ya fue muy claro en su discurso por los 50 años del sínodo, cuando habló de sinodalidad también en las distintas iglesias y conferencias episcopales. La Iglesia sinodal, el caminar juntos, es un estilo, un camino que ya está abierto y que la Iglesia italiana se propone recorrer con convicción cada vez mayor.
Traducción de Jaime Arrambide
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