El amigo del Papa Francisco y misionero en Madagascar: “Seguimos rezando por un milagro”

El amigo del Papa Francisco y misionero en Madagascar: “Seguimos rezando por un milagro”

La amistad entre el Papa Francisco y este misionero, que hace 36 años fundó en un inmenso vertedero a las afueras de la capital de Madagascar, la ciudad milagro de Akamasoa, donde actualmente viven con dignidad más de 40.000 personas, comenzó en las aulas de un noviciado argentino.

 

Por Victoria Cardiel

Era el año 1967. El entonces sacerdote Jorge Mario Bergoglio era maestro de novicios en Villa Barilari en San Miguel. En concreto, profesor de Teología. “Yo tenía 19 años y él tenía 30. Fui su discípulo durante 6 meses”, asegura en conversación con ACI Prensa el P. Pedro Opeka.

Al año siguiente, en 1968, el P. Opeka, sacerdote de la Congregación de la Misión (CM) de San Vicente de Paúl, que cumple este año 400 años de su fundación, decidió renunciar a las comodidades del primer mundo para vivir y sufrir con los desheredados de la tierra. 

Nada más llegar a Antananarivo, capital de Madagascar, con tan sólo 22 años, le impactó especialmente la realidad de los basureros. Hasta vio a niños pequeños pelearse con cerdos y perros por unos restos de comida. Un infierno de “violencia, robos, mentiras, envidias y ninguna solidaridad”, en sus propias palabras, que le empujó a ponerse en marcha.

Pero primero tenía que formarse y consagrar su vida a Dios. El P. Opeka estudió Filosofía en Eslovenia y Teología en Francia. En 1975 fue ordenado sacerdote en la Basílica de Luján y al año siguiente regresó a Madagascar, donde ha permanecido hasta la actualidad.

En ese tiempo perdió la pista de su “amigo” Jorge Mario. “No lo vi más, pero cuando fue elegido Papa hace justo 12 años, yo estaba en Roma y retomamos la relación que acabó siendo una profunda amistad”, recuerda.

Desde entonces fueron conversando de vez en cuando por teléfono. Hasta que se volvieron a ver cuando el Pontífice visitó en 2019 la ciudad de Akamasoa, que significa “amigo bueno”.

Su hospitalización ha sido un motivo de honda preocupación para la comunidad. “Aquí rezamos todos los días y todos los domingos por él. En nuestra Misa dominical hay 10.000 personas y siempre pedimos por su recuperación. Le enviamos mensajes y cantos para darle coraje”, explica. 

El P. Opeka no esconde que, con el pasar de los días ingresado con una neumonía bilateral, también ha crecido la angustia de las personas por el Papa: “Pensábamos que serían 10 días y volvería al Vaticano, pero ya ha pasado un mes. Se siente un dolor en el pueblo de Akamasoa, y seguimos rezando por un milagro”.

De estos 12 años de pontificado, el P. Opeka se queda, sobre todo, con lo que considera la “más valiosa enseñanza” del Papa Francisco.

“El Pontífice nos llama a ir a la periferia, a donde la gente sufre. Sus palabras vienen del corazón, de la vida real, no de la teoría. Impactan y dan coraje a quienes luchan por los más pobres”, señala.

Según el sacerdote argentino, “toda persona tiene sed de amor, fe y justicia, y el Papa lo entiende mejor que nadie”.

Construyeron una ciudad donde antes había un vertedero. Crédito: Cedida Akamasoa

“Las encíclicas del Papa son manuales de espiritualidad tanto para creyentes como para no creyentes. Laudato Si’, por ejemplo, es un manual sobre el cuidado de la creación. Todo lo que ha escrito Francisco es tan fuerte porque nace de la vida real”, manifiesta.

La última vez que se vieron en persona fue en junio del año pasado. Un encuentro privado en la Casa Santa Marta, su residencia en el Vaticano, del que no hay fotos. Antes de ese encuentro, se habían visto en Pascua en otro encuentro sin cámaras sin periodistas, cuando lo vio algo decaído.

“Me dijo que había tenido una bronquitis muy fuerte y aunque se logró curar volvió a enfermarse”, señala al constatar el cuadro clínico con el que ingresó hace casi un mes en el Gemelli. La enfermedad del Pontífice derivó en neumonía bilateral.

El misionero argentino asegura que la “humanidad necesita líderes espirituales y políticos visionarios” como el Pontífice.

“El que vive el Evangelio acepta a toda la gente del mundo como su familia. Es una elección radical amar a los enemigos. El Papa Francisco despierta a los discípulos de Jesús, porque nos hemos dormido, nos hemos encerrado en nuestras iglesias. Y la Iglesia no tiene fronteras, el Evangelio no tiene fronteras”, añade.

Visita del Papa Francisco a Akamasoa en 2019

La visita del Papa Francisco a Akamasoa en 2019 fue un momento “inolvidable para el pueblo”, asegura el misionero argentino. Ante 10.000 niños y jóvenes de Akamasoa, el Papa Francisco dejó claro que la pobreza “no es una fatalidad”.

El P. Opeka con la gente de Akamasoa. Crédito: Cedida por Akamasoa

Al contrario, la experiencia de Akamasoa, señaló entonces el Pontífice, es la prueba de cómo “los cimientos del trabajo mancomunado, el sentido de familia y de comunidad posibilitaron que se restaurase artesanal y pacientemente la confianza en uno mismo y en los demás, desde la convicción de que el sueño de Dios no es sólo el progreso personal, sino principalmente el comunitario”.

El sacerdote fue testigo de la profunda conexión que estableció con los malgaches. “Los chicos le cantaron una canción en español que hoy para nosotros es casi un himno y la cantamos muchas veces”, asegura.

El P. Opeka pudo acompañar al Pontífice en el papamóvil durante un recorrido de dos kilómetros en medio de una multitud entusiasta. 

El Papa Francisco planta un árbol baobab en Madagascar. Foto: Vatican Media .

“La alegría fue indescriptible. Cuando me vieron con el Papa, la gente estaba tan contenta de verlo. Y para mí fue como si San Pedro directamente me dijera: ‘Mira, mira la alegría de esta gente’. Y yo le respondí: ‘Sí, Santo Padre, la veo, la veo’. Fue un momento inolvidable. El Papa Francisco tiene una percepción especial de la verdad, de lo que es auténtico. Tiene unas antenas especiales y lo siente. Y cuando siente la autenticidad del pueblo, de los jóvenes, de los niños”.

En medio de esa multitud, el P. Opeka tomó la mano del Pontífice y proclamó: “Este es el Papa de los pobres, el Papa de los pobres”. 

Francisco y el P. Opeka durante el encuentro. Crédito: Vatican Media

Una imagen que retoma ahora al decir que su verdadero legado es haber hecho vivo el Evangelio: “El verdadero Evangelio es la fraternidad, la ayuda mutua, el saber perdonarse y vivir auténticamente, no en las apariencias”.

Akamasoa, no es un proyecto de cooperación

El P. Opeka deja claro que Akamasoa no es un proyecto de cooperación al desarrollo, sino un combate urgente contra la pobreza. “Aquí se lucha sin intermediarios, estamos solos frente a la miseria y la extrema pobreza. Avanzamos juntos con altibajos y perdonándonos unos a otros por no estar a la altura de los desafíos que asumimos”.

Donde antes se amontonaba la basura, lograron construir una ciudad bien urbanizada y pavimentada. Sin embargo, los inicios no fueron fáciles: “No teníamos  medios financieros, pero yo tenía la certeza de que Dios nunca abandona a los más pobres”.

El P. Opeka lleva casi toda la vida de misionero en Mdagascar. Crédito: Akamasoa

Al ser consultado sobre cómo logró la financiación necesaria para ayudar de forma permanente a 29.000, escolarizar a 14.000 niños y beneficiar a más de 500.000 personas. El P. Opeka lo tiene claro: “¡La providencia. Dios es nuestro mejor socio financiero!”.

Ahora en esta ciudad malgache cuentan con escuelas, hospitales, bibliotecas y otros servicios. “Cuando los padres de familia pobres descubren la responsabilidad, dejan de robar y buscan trabajo y sus niños van a la escuela. Las familias reencuentran la alegría de vivir y la ayuda mutua. Descubren que el amor por sus hijos da sentido a sus vidas”.

“No es el dinero el que hace los milagros, es el amor, la fe, la pasión, el coraje y la perseverancia”, afirma este misionero argentino de la Orden de San Vicente de Paúl, hijo de inmigrantes eslovenos.

En todo caso, no está todo resuelto. “Aquí la gente tiene que caminar un kilómetro de ida y otro de vuelta para conseguir agua. El Estado ha instalado algunos tanques de plástico en ciertos barrios, pero seguimos sufriendo por la falta de agua”.

Sin embargo, insiste en que su sufrimiento está lleno de dignidad. “No les regalamos nada. Tenemos cerca de 3.000 personas empleadas en la construcción de viviendas y 500 más en las canteras, picando piedra”.

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