Ayer, jueves, el juicio oral y público por encubrimiento de autores o cómplices del atentado a la AMIA tuvo su 50ª audiencia, con la excluyente declaración, ante el Tribunal Oral Federal Nº 2, del periodista Raúl Kollmann.
Si bien las referencias a la comunidad judía estuvieron muy lejos de ocupar el centro de su testimonio, el impacto de las mismas -sobre todo, las últimas- las convirtió en el aspecto más resonante del día, al punto que motivó el primer pedido de careo entre un testigo y un imputado.
“Tuve una reunión con (el entonces titular de la DAIA, Rubén) Beraja en su oficina del Banco Mayo (que también encabezaba hasta su liquidación, en 1998) y me dijo que la comunidad debía disculparse con (el Presidente de la época, Carlos) Menem porque le había hecho mucho daño, pero no lo publiqué para protegerlo porque era muy ‘en falsa escuadra’ y le tenía cariño”, aseguró el colega ante los constantes cuestionamientos de la defensora del primero, Valeria Corbacho, quien acto seguido reclamó confrontar a ambos cuando los jueces lo determinen.
“Siempre me pareció que había una alianza entre la DAIA, los fiscales (Eamon Mullen y José Barbaccia) y el juzgado (a cargo del luego destituido Juan José Galeano), donde se mezclaban las cosas, y por eso (la letrada querellante Marta) Nercellas habló con un imputado, (el policía bonaerense Bautista) Huici, con un equipo de grabación; el tema llegó hasta el Colegio de Abogados y creo que fue absuelta”, afirmó a poco de empezar su extensa alocución.
En ese sentido y si bien “había un gran clima de disconformidad antes del acto por el aniversario de 1997, me sorprendió el discurso de Laura Ginsberg en nombre de los familiares (de víctimas), que denunció lo que se veía desde el primer día: que los dirigentes de la AMIA y la DAIA tenían una posición blanda y condescendiente y no eran firmes a la hora de exigir respuestas”, e incluso “por la tarde fueron a pedir disculpas a la Casa Rosada; eso ya fue demasiado”, recordó Kollmann con evidente molestia.
En tanto, el último poseedor conocido de la Trafic usada como coche-bomba, Carlos Telleldín dijo que declararía si la DAIA garantizaba la seguridad de su familia y Beraja se reunió con (su entonces abogado, Víctor) Stinfale en el Banco Mayo, pero no sé si hubo acuerdo” entre ellos, admitió.
El ex líder comunitario “tenía mucha personalidad y una posición muy fuerte como para que alguien polemizara con él”; no obstante, “nunca nos dijo que él o el banco tuvieran que ver con el libro para que (el principal imputado) contara a quién le había dado la camioneta”, reconoció el periodista.
La decepción de la defensa de Beraja con el testigo venía de antes, cuando dijo no recordar varias de sus críticas al Gobierno y la investigación, incluso en una entrevista que él le habría hecho, o cuando calificó a la denuncia de irregularidades y obstrucciones efectuada por la AMIA y la DAIA en 1997 como “una evaluación de cuatro juristas -(Raúl) Zaffaroni, (Ricardo) Gil Lavedra, (León Arslanián y Andrés D’Alessio)- que pidieron las autoridades comunitarias, con 50 ó 70 páginas de suaves críticas”.
Por otra parte, en ocasión de la visita del entonces presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, “familiares (de víctimas) le pidieron a (su esposa) Hillary que mandara un equipo del FBI (Oficina Federal de Investigaciones); vinieron una semana, revisaron los papeles y después (el entonces titular del Departamento Unidad de Investigaciones Antiterroristas, el hoy acusado de encubrimiento Jorge) Palacios me mostró su informe: eran 20 páginas con apuntes sobre la investigación, donde decía que había que investigar a (el imputado empresario de origen sirio Alberto Jacinto) Kanoore Edul”, destacó Kollmann.
El juicio continuará el jueves próximo, con la declaración del ex prosecretario del Juzgado en lo Criminal y Correccional Federal N° 9 Agustín Gamboa, que quedó pendiente el 18 de agosto.
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