En su bendición pascual, el Papa Francisco pasó revista a los principales focos de conflicto en el mundo y se refirió a la inestabilidad social en diversas zonas de América Latina
Por ANDRÉS BELTRAMO ALVAREZ
“Alivio y consuelo a la población civil de Siria, la amada y martiriada siria, víctima de una guerra que no cesa de sembrar horror y muerte”. En un mundo que coquetea una vez más con la violencia bélica, el Papa alzó su voz a favor de la paz. En su bendición pascual, imploró a Dios que sostenga los esfuerzos de quienes ayudan al pueblo sirio. Condenó un ataque contra refugiados en Alepo, clamó por la armonía en Tierra Santa y todo el Medio Oriente, centrando su llamado en Irak y Yemen.
“Es de ayer el último innoble ataque a refugiados en fuga que ha provocado numerosos muertos y heridos” lamentó el líder católico, desde el balcón central de la Basílica de San Pedro y antes de impartir su bendición “urbi et orbi” (a la ciudad y al mundo), que fue transmitida por 160 emisoras televisivas en todo el mundo.
Con esas palabras, se refirió al atentado con bomba lanzado la víspera contra un convoy de vehículos para una evacuación masiva, pactada el viernes por el gobierno de Bashar al Assad y los rebeldes sirios. Al menos 112 personas murieron en el episodio.
Más adelante, el Papa pidió que Jesús resucitado sostenga los esfuerzos de quienes, especialmente en América Latina, “se comprometen en favor del bien común de las sociedades, tantas veces marcadas por tensiones políticas y sociales, que en algunos casos son sofocadas con la violencia”. Se refirió así a la inestabilidad social en Venezuela, en Argentina y en otros países de la región.
Instó a que “se construyan puentes de diálogo, perseverando en la lucha contra la plaga de la corrupción y en la búsqueda de válidas soluciones pacíficas ante las controversias, para el progreso y la consolidación de las instituciones democráticas, en el pleno respeto del estado de derecho”.
También invocó ayuda para Ucrania, “todavía afligida por un sangriento conflicto”, para que vuelva a encontrar la concordia y acompañe las iniciativas promovidas para aliviar los dramas de quienes sufren las consecuencias. Deseó que los pueblos de Sudán del Sur, de Somalia y de la República Democrática del Congo, que padecen “conflictos sin fin”, agravados por la terrible carestía que está castigando algunas regiones de África, “sientan siempre la cercanía del buen pastor”.
El Papa sostuvo que, en toda época de la historia, Cristo resucitado no se cansa de buscar a los hombres, “perdidos en los desiertos del mundo”, para atraerlos, con su amor misericordioso, al camino de la vida. Añadió que va a buscar a quien está perdido en los laberintos de la soledad y de la marginación, haciéndoles sentir su voz.
Por eso, siguió, el resucitado “se hace cargo” de cuantos son víctimas de antiguas y nuevas esclavitudes: trabajos inhumanos, tráficos ilícitos, explotación y discriminación, graves dependencias. Se hace cargo –precisó- de los niños y de los adolescentes que son privados de su serenidad para ser explotados, y de quien tiene el corazón herido por las violencias que padece dentro de los muros de su propia casa.
Sostuvo que Jesús se hace compañero de camino de quienes se ven obligados a dejar la propia tierra a causa de los conflictos armados, de los ataques terroristas, de las carestías, de los regímenes opresivos. “A estos emigrantes forzosos, les ayuda a que encuentren en todas partes hermanos, que compartan con ellos el pan y la esperanza en el camino común”, dijo.
Por eso auguró que, en los momentos más complejos y dramáticos de los pueblos, Cristo guíe los pasos de quien busca la justicia y la paz; y done a los representantes de las naciones el valor de evitar que se propaguen los conflictos y de acabar con el tráfico de las armas.
Pidió a Dios, que no deja de bendecir al Continente Europeo, dé esperanza a cuantos atraviesan momentos de dificultad, especialmente a causa de la gran falta de trabajo sobre todo para los jóvenes.
“Todos nosotros, cuando nos dejamos dominar por el pecado, perdemos el buen camino y vamos errantes como ovejas perdidas. Pero Dios mismo, nuestro pastor, ha venido a buscarnos, y para salvarnos se ha abajado hasta la humillación de la cruz. Y hoy podemos proclamar: Ha resucitado el Buen Pastor que dio la vida por sus ovejas y se dignó morir por su grey. Aleluya”, apuntó.
“Este año los cristianos de todas las confesiones celebramos juntos la Pascua. Resuena así a una sola voz en toda la tierra el anuncio más hermoso: Era verdad, ha resucitado el Señor. Él, que ha vencido las tinieblas del pecado y de la muerte, dé paz a nuestros días. Feliz Pascua”, sentenció.
Al final, impartió la bendición “urbi et orbi” a la multitud que llenó la Plaza de San Pedro. Antes, al final de la misa de resurrección y antes de su mensaje, saludó a los fieles con un largo giro a bordo del papamóvil.
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