El Papa Francisco y el escritor mexicano Octavio Paz. La historia desconocida de una admiración poética
Por Andrés Beltramo Álvarez
Ciudad del Vaticano
Una poética admiración. El Papa, se sabe, es un fino lector. Conoce bien a los grandes de la literatura latinoamericana. Y, entre ellos, tiene un especial entusiasmo por el mexicano Octavio Paz. En los últimos meses lo citó en tres oportunidades, no sólo en discursos sino también en su exhortación apostólica “La alegría del amor”. Ese conocimiento no es casual. Bergoglio aprendió a saborear al Premio Nobel gracias a otro de sus referentes intelectuales, el filósofo uruguayo Alberto Methol Ferré.
Preclaro exponente del pensamiento rioplatense, Methol dirigió por años la revista Nexo. Gracias a sus constantes búsquedas literarias, a principios de los años 80 descubrió el poema “Hermandad” de Paz. Quedó tan fascinado por aquellos versos que pidió a un amigo suyo, mexicano, buscar y entrevistar al autor. Ese amigo era, nada más y nada menos, que el notable periodista y político Carlos Castillo Peraza. La entrevista fue incluida en el número 5 de la publicación, correspondiente al primer semestre de 1985, bajo el título: “Octavio Paz: Alguien me deletrea”. Para ese tiempo Jorge Mario Bergoglio ya seguía casi obsesivamente todo lo que generaba el pensador uruguayo y recibía con puntualidad sus revistas. Él también quedó seducido con la poesía, tanto que decidió citarla textualmente en su discurso de despedida durante su viaje a México, el 17 de febrero pasado en el aeropuerto de Ciudad Juárez.
“Soy hombre: duro poco y es enorme la noche. / Pero miro hacia arriba: las estrellas escriben. / Sin entender comprendo: también soy escritura / y en este mismo instante alguien me deletrea”. El Papa no sólo leyó estos versos, también hizo una peculiar interpretación y la aplicó a su gira mexicana.
“Tomando estas bellas palabras, me atrevo a sugerir que aquello que nos deletrea y nos marca el camino es la presencia misteriosa pero real de Dios en la carne concreta de todas las personas, especialmente de las más pobres y necesitadas de México. La noche nos puede parecer enorme y muy oscura, pero en estos días he podido constatar que en este pueblo existen muchas luces que anuncian esperanza; he podido ver en muchos de sus testimonios, en sus rostros, la presencia de Dios que sigue caminando en esta tierra, guiándolos y sosteniendo la esperanza; muchos hombres y mujeres, con su esfuerzo de cada día, hacen posible que esta sociedad mexicana no se quede a oscuras”, aseguró.
Con esa exégesis Francisco pareció acompañar la profunda búsqueda interior de Paz quien, si bien se catalogaba como un “pagano”, en realidad descubrió en su propia obra una reminiscencia espiritual y cristiana implícita. Algo que quedó plasmado en su entrevista con Castillo Peraza. En ese texto, el poeta confesó que al escribir la frase “alguien me deletrea” no sabía exactamente qué quería decir y, al mismo tiempo, desnudó ciertas dudas existenciales.
“Al releerme, como un lector más, me digo: una de dos, o ese alguien es otro como yo o ese alguien está más allá de los hombres. Alguna vez creí que en Oriente, en el budismo, encontraría una respuesta, el nombre o un vislumbre del nombre de ese alguien. Pero descubrí que de Oriente me separa algo más hondo que del cristianismo: no creo en la reencarnación. Creo que aquí nos lo jugamos todo, no hay otras vidas. Sin embargo, en Oriente descubrí una ‘vacuidad’ que no es la nada y que me hace pensar en el Uno de Plotino, una realidad que está antes del ser y del no ser. Tal vez ese Uno puede ser el que me deletrea. Pero de él no podernos decir nada…”, apuntó.
Palabras que seguramente motivaron la imaginación de un Bergoglio amante de la cultura popular sudamericana. Tanto que citó ese poema en su despedida mexicana. Pero no fue la única vez que mencionó al escritor en su paso por el país, también lo hizo en su ya famoso discurso a los obispos en la catedral metropolitana, la mañana del sábado 13 de febrero. En esa ocasión no mencionó su nombre, sólo hizo referencia a “un inquieto y notable literato de esta tierra”. Habló del “destino incumplido de México” y de la importancia de la Virgen de Guadalupe, en una referencia al ensayo “Laberinto de la Soledad” sobre la identidad mexicana. Un escrito, por cierto, también referenciado en la entrevista a Nexo.
Parafraseando a Paz, Francisco precisó que “en Guadalupe ya no se pide la abundancia de las cosechas o la fertilidad de la tierra, sino que se busca un regazo en el cual los hombres, siempre huérfanos y desheredados, están en la búsqueda de un resguardo, de un hogar”.
Otro gran ensayo del también diplomático mexicano fue motivo de atención particular de parte del pontífice. En su exhortación apostólica “Amoris Laetitia”, sobre el amor y la familia, incluyó una frase de “La llama doble”. Lo hizo en el capítulo cuatro, titulado “El amor en el matrimonio”. Al describir las cualidades del amor recordó que, para Paz, la cortesía “es una escuela de sensibilidad y desinterés”, que exige a la persona “cultivar su mente y sus sentidos, aprender a sentir, hablar y, en ciertos momentos, a callar”. Todo esto para recordar que “el amor no obra con rudeza, no actúa de modo descortés, no es duro en el trato. Sus modos, sus palabras, sus gestos, son agradables y no ásperos ni rígidos. Detesta hacer sufrir a los demás”.
Vatican Insider
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