Crónica de una tarde calurosa y emotiva en la Plaza de Mayo. Las cenizas de Hebe ya descansan junto a los restos de Azucena Villaflor.
Por: Sebastián Rodríguez Mora
En los últimos 2328 jueves, las Madres de Plaza de Mayo marcharon en reclamo de memoria, verdad y justicia por sus hijos e hijas desaparecidas durante la última dictadura cívico-militar. Pero este jueves no tendrá igual. Hebe María Pastor de Bonafini, fundadora de la asociación, falleció el último domingo y decenas de miles de personas acompañaron sus restos, que descansan junto a la pirámide de Mayo.
La Plaza hervía de calor pasado el mediodía. El sol también fue protagonista de la tarde de jueves en el centro porteño, pero las columnas de militantes, los familiares y personas sueltas se fueron sumando. «Hebe nos dejó la familia: hay acá un montón de compañeras y compañeros que vienen y se sienten en familia. No es solo para encontrarse en la búsqueda de compañeros, sino compartirlo. Además fue feminista antes de saber que lo era. Nos demostró que como mujer nunca se achicó», comentó Jazmín, del área de Salud de la Tupac Amaru, una de las organizaciones que se hizo presente.
Justamente jazmines poblaban el aire sofocante en algunas regiones de la multitud. La gente trajo flores para acercar como ofrenda en una ceremonia que por momentos parecía no tener un centro hacia el que mirar. Por ahí andaban, atascados, Emily y Callum, turistas recién aterrizados desde Liverpool. No tenían idea de lo que estaba pasando. Sin la experiencia de primerear el paso en los efímeros pasillos que se abren cuando tanta gente se reúne, los ingleses reconocieron de inmediato la figura de «disappeared», por lo que costó poco explicar el porqué de lo multitudinario.
Alrededor de las 16, la combi con las Madres que acompañaron hasta el final a Hebe de Bonafini hizo su ingreso hacia el medio de la Plaza. Apenas después, llegó el primer llanto para muchos y muchas que lograban ver lo que pasaba sobre la reja perimetral de la Pirámide. Las cenizas de Hebe fueron depositadas junto a los restos de Azucena Villaflor, otra de las fundadoras de Madres, asesinada por la dictadura. Acompañó la urna un rosario enviado especialmente por el Papa Francisco.
El padre Paco de los curas villeros encabezó un momento de religiosidad desde el escenario totalmente alejado de cualquier rito. En diálogo con Tiempo precisó lo que se lleva en un día como este: «Hebe nunca tuvo componendas ni se casó con nadie, que es algo que a mí me cuesta a veces. Ella luchó no sólo por los 30 mil sino por el hambre en nuestro país. Ese tiene que ser nuestro desvelo porque es la forma de que la memoria de ella esté presente».
«Hebe representa la paz y la concordia después de los desastres que hicieron los militares -comentó un poco después y casi al pasar Jesús, un comerciante que se acercó por su cuenta- Nos dejó un recado de amor. Nunca había venido un jueves y ahora que ella no está tenemos que ser muchos más que antes. Los dirigentes también tienen que estar acá para recordarla a ella y seguir su legado».
Por ahí andaba Wado de Pedro. Entre foto y foto con militantes, Tiempo le consultó cuál creía que era el legado de Hebe. «Para nosotros fue un faro, un ejemplo -respondió el ministro del Interior- Ella comenzó peleando por la memoria, verdad y justicia y contra la impunidad en plena dictadura. Para quienes somos familiares de desaparecidos, los que seguimos militando en organismos de derechos humanos, tanto Hebe como Estela de Carlotto y el resto de las Madres fueron el ejemplo de que uno tiene que luchar toda su vida por una causa justa y que se cumpla, más o menos. Esa lucha es una forma muy digna de vivir», comentó.
La combi Madre volvió a moverse: sobre el escenario montado a espaldas de la desembocadura de la calle Reconquista, el integrante de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Demetrio Iramain, invitó por los parlantes a realizar junto a ellas una vuelta grande, propia de los números de este jueves inesperado. Por Rivadavia, doblando por Bolívar a la derecha del Cabildo, y regresando sobre Hipólito Yrigoyen, una media vuelta apretada de miles casi vació el centro de la Plaza. En las fuentes, las infancias -y no tanto- se hundían y volvían a salir del agua popular en un momento en que la sombra bajo las banderas y los árboles cotizaba. No faltaron desmayos y raudas corrieron las botellitas con alguna bebida dulce fría para recomponer.
Héctor Recalde, ex diputado por el Frente de Todos, se acercó al escenario que ya iba preparando el acto central. Según declaró a este diario, «lo que deja Hebe es lo que pasa acá hoy, esta concurrencia de tantos compañeros que con diferencias buscan el mismo proyecto nacional, popular, democrático, republicano y feminista. Este es el mejor homenaje que podemos hacerle».
Sobre las tablas, los 98 años de Visitación de Loyola buscaron las palabras para despedir frente al micrófono la despedida. «Debería haberme ido yo primero», dijo ella, y tantas gargantas se anudaron. Desde Mar del Plata, la madre Irene de Chueque compartió sobre Hebe: «La política es construir un proyecto para que la riqueza sea del pueblo. Me enseñaste todo, gracias».
A la izquierda del escenario, abajo, referentes del oficialismo, como el gobernador Axel Kicillof, los ministros Tristán Bauer y Victoria Tolosa Paz, la intendenta Mayra Mendoza y la titular del INADI, Victoria Donda, se acompañaban en silencio, aplaudiendo las intervenciones.
Cuando ya el acto se desgranaba y el sol seguía agrediendo, pero ahora oblicuo, Andrés «Cuervo» Larroque narró para la prensa una anécdota compartida con Hebe de Bonafini. «Una vez durante el gobierno de Macri me llamó y me dijo que quería volver a hacer las marchas de la resistencia, que ella había discontinuado cuando Cristina era presidenta porque entendía que en ese momento el enemigo no estaba en la Casa Rosada. Ella me dijo que quería que caminemos las 24 horas, pero que no quería que estuviéramos para la foto y nos fuéramos. Fue en agosto, un día de muchísima lluvia, y le cumplimos».
La tarde se va, las columnas desfilan hacia afuera de la Plaza o bajan hacia el subte. Entre el silencio o las conversaciones en voz baja, alguien grita: «¡Con alegría, como quería Hebe!».
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