A poco más de cinco meses de la asunción del nuevo arzobispo de La Plata crece un clima de tensión interna en la Iglesia local en la que se debate casi todo: desde los nombramientos dentro de la estructura eclesiástica y la política social, hasta la figura de Angelelli y el respaldo al papa Francisco.
El arranque fue en sí mismo el preanuncio de que lo que vendría no iba a ser nada fácil. Lejos de una transmisión de mando normal y civilizada, el arzobispo, ahora emérito, Héctor Rubén Aguer, se retiró en junio pasado después de casi dos décadas de conducir la arquidiócesis de La Plata y su reemplazante, monseñor Víctor Manuel Fernández, asumió en su lugar sin que hubiera formalmente una ceremonia de traspaso. Se evitó así la foto imposible que los mostrara juntos en fraternal abrazo.
Se sabe, Fernández es un discípulo dilecto de Jorge Mario Bergoglio a quien Aguer enfrentó constante, abierta y veladamente persiguiendo el frustrado anhelo de arrebatarle la conducción de la Iglesia argentina si no para sí, para el sector ultraconservador de la institución del que en los últimos años se convirtió en principal referente. No sólo perdió en ese plano, sino que su contrincante ascendió al peldaño más alto de la jerarquía mundial del catolicismo y cuando Aguer presentó su renuncia el papa Francisco se la aceptó de inmediato; de un modo tan acelerado que constituye un verdadero récord del que nadie recuerda demasiados antecedentes.
Para asegurarse de evitar el cruce entre Aguer y Fernández, se decidió nombrar administrador interino a uno de los auxiliares de la curia, Alberto Bochatey, un hombre con buena llegada al Vaticano al que el pontífice le encomendó nada menos que el seguimiento del caso de los abusos de los religiosos del Instituto Antonio Próvolo.
Antes de dimitir siguiendo las normas canónicas, Aguer estaba convencido de que permanecería en la curia al menos hasta septiembre para celebrar los veinte años de su desembarco en La Plata. Repetía ante quien quisiera escucharlo que era un acuerdo con Francisco. Sin embargo, cuando el papa dispuso en forma exprés su salida, la molestia del flamante emérito lo llevó a activar algunos hilos para hacer conocer su disgusto por lo que consideró un destrato.
Previo al recambio, sólo hubo tiempo para un encuentro privado entre Aguer y Fernández, de cuyas alternativas ambos se cercioraron de mantener en reserva. El sucesor, que en esos días viajó al Vaticano a recibir precisas directivas, hizo un esfuerzo de buena convivencia y hasta llegó a considerar, en una de las entrevistas que concedió luego de conocerse su designación que “es más lo que tengo en común que lo que me distingue de Aguer”, le dijo a la revista La Tecla.
En su discurso de asunción formal, el 16 de junio último, Fernández -al que todos llaman Tucho -, reservó una mención elogiosa para con Aguer y hasta dijo que lamentaba su ausencia en la ceremonia. El planteo resultó casi convincente y conciliador para los asistentes que colmaron la Catedral, pero, no logró el mismo efecto entre quienes leyeron sus dichos en la prensa.
En esa homilía Tucho cuestionó la iniciativa para legalizar el aborto, pidió al clero mayor “cercanía con la gente” y anunció el inicio de una “nueva etapa” para la Iglesia local: “Agradezco todo lo que hizo monseñor Aguer en estos años y no pretendo sustituir su capacidad ni su sabiduría, pero hay distintas etapas y ahora la Iglesia me pide que inicie una nueva y que aporte lo que yo recibí de Dios”. Lo escuchaban la gobernadora María Eugenia Vidal secundada por funcionarios provinciales, entre ellos el vicegobernador y presidente del Senado provincial Daniel Salvador. También estaba en primera fila el presidente de la Suprema Corte de Justicia bonaerense,Eduardo Pettigiani; además de los jefes comunales de la región capital.
GRADUALISMO
En un principio, el nuevo arzobispo, eligió tomar medidas sutiles y, sobre todo, nada disruptivas. En ese contexto fueron ratificados los dos auxiliares, Alberto Bochatey y Nicolás Baisi. Sólo movió unas pocas fichas en algunas parroquias y hasta aceptó mantener en la cancillería -un lugar clave en el día a día de la curia- a María de los Ángeles Cabrera, una laica consagrada que ocupaba el mismo cargo en la anterior gestión.
Quizás la decisión más relevante, de ese primer momento, fue el recambio de autoridades del Seminario Mayor, donde designó como formador de filósofos a Andrés Rambeaud -que venía de conducir Caritas local-, y a Fernando Sagaspe como director general espiritual, además de otros nombramientos en el plantel de profesores.
También fue removido el vocero del arzobispado, el padre Christian Viña,fiel escudero del emérito con el que sigue trabajando en tareas de prensa. En cambio, Fernández no intervino, hasta el momento, en la Universidad Católica de La Plata ni en la Fundación Catedral, dos espacios estratégicos que han sido blanco de cuestionamientos y donde se afincó durante años el núcleo duro del aguerismo.
Pese a que Aguer decidió permanecer en el territorio y se recluyó, rodeado de su círculo más íntimo de amigos laicos y leales religiosos en la Casa de Ejercicios Nuestra Señora de Luján, ex Seminario Menor, ubicado en Los Hornos, orientó sus actividades públicas hacia la Ciudad de Buenos Aires. Entre tanto, sigue bregando por la ortodoxia desde sus tradicionales plataformas de difusión: el programa televisivo por canal 9 “Claves para un Mundo Mejor” conducido por el inefable Héctor “Tito” Garabal y el envío radiofónico “Los dos reinos” emitido por radio Provincia de Buenos Aires.
Los siguientes pasos de Fernández fueron nombrar al padre Cristian Manuel Gonzalvez como director de Cáritas -área que sigue bajo la supervisión de Baisi-, en reemplazo de Rambeaud y dar a conocer los lineamientos precisos de su misión pastoral: actitud de “misión permanente”, acompañamiento y ayuda a los pobres, en línea con la propuesta de Francisco de “crecer en la comunión evangelizadora", expresada por el prelado en su primera carta pastoral difundida en septiembre pasado.
A ello se sumó la reforma en el Estatuto del Consejo Presbiteral, donde el arzobispo reservó para sí el nombramiento de una mayoría de los decanos, y el impulso de la perspectiva sinodal que implica el funcionamiento de una diócesis de un modo más asambleístico que da mayor participación tanto del clero como de la feligresía.
Luego delineó la nueva conducción de la Pastoral Social, que dejó en manos del presbítero Rubén Marchioni que es al mismo tiempo secretario ejecutivo de Pastoral Social del Episcopado. El de Marchioni es un caso extraordinario: pasó, sin detenerse en estaciones intermedias de colaborador íntimo de Héctor Aguer a ferviente defensor de Francisco y ladero de su enviado platense.
Entre las medidas que llamaron la atención figura la confirmación en el cargo del párroco Esteban Alfón, quien protagonizó un escándalo al echar a patadas a una joven que celebraba su graduación universitaria en las escalinatas de la Catedral. Aguer había evitado definir la situación de Alfón y dejó a su sucesor la decisión.
TENSIONES
Como sea, hasta ahí, las tensiones parecían en equilibrio, todavía eran disimulables y, en última instancia, sólo reflejaban una diferencia de estilos. Sin embargo, algunos episodios de las últimas semanas sacaron a la superficie otro tipo de discrepancias que revisten un mayor espesor y demuestran la existencia de círculos de resistencia a la nueva gestión.
En las Jornadas de Actualización del Clero llevadas a cabo entre los días 18 y 20 de septiembre en la Casa de Ejercicios Espirituales Ceferino Namuncuráel nuevo pastor de la Iglesia platense propuso al presbiterio trabajar sobre las líneas pastorales para su gestión y, sobre el final, propuso enviar una carta de apoyo a la gestión de Francisco que estaba sufriendo fuertes cuestionamientos.
“Sentimos en principio un profundo dolor cuando usted es agredido tan cruel e injustamente, tanto desde dentro como desde fuera de la Iglesia. Sabemos que Dios Nuestro Señor está guiando todas sus acciones y sus palabras y estamos convencidos de que usted, Santo Padre, está iluminando el camino de esta humanidad que, dominada por la ceguera del individualismo y el materialismo, vive en medio de la desdicha, la violencia y la inequidad”, se indicó en el texto, cuyo contenido fue atribuido al padre Jorge González, integrante de la Pastoral Social.
En la misiva, que fue llevada a Roma por Bochatey y entregada en mano a Bergoglio, se indicó que los sacerdotes de la diócesis “hemos decidido por unanimidad hacerle llegar esta carta que quiere expresar cercanía y fidelidad en este difícil momento que atraviesa nuestra querida Iglesia y usted como cabeza de la misma”. Por otra parte, se manifestó “un gran orgullo de trabajar diariamente para una Iglesia comprometida con los que más necesidades padecen. También orgullo de pertenecer a una Iglesia abierta a todos, sin excluidos, sabiendo que la misericordia de Dios es infinita”.
Ocurre que, ciertos sectores del clero, refractarios a la figura de Fernández, cuestionaron la legitimidad y representatividad de la carta y aseguraron que no fue discutida durante el encuentro. Cerca del arzobispo, que no respondió a la requisitoria de 0221.com.ar, reconocieron que la carta no fue debatida sino “solo puesta a consideración”. En tal sentido, las fuentes consultadas consideraron que “el mensaje fue leída a todos y si bien no hubo debate sobre el contenido cualquiera podría haberla objetado y no lo hicieron”.
ALIADOS
“Aguer se retiró pero no afloja; está a la expectativa. Permanentemente envía mensajes a sus aliados del Vaticano para señalar las desviaciones de la Iglesia vernácula liderada por Bergoglio”, resume un observador calificado de la vida diocesana con despacho cerca de la Catedral.
Las críticas internas sobre Fernández crecieron a principios de octubre luego de que el jerarca reuniera a media docena de dirigentes gremiales y representantes de organizaciones sociales de la región en un encuentro religioso en el que echó mano a un discurso plagado de giros y frases típicamente peronistas que erizó la piel de algunos grupos de laicos ultraconsevadores que añoran la figura de Aguer.
Como Aguer antes, Fernández se vinculó rápidamente con los líderes sindicales de la zona. El mejor ejemplo de ello fue la participación activa del prelado en el conflicto de Astilleros Río Santiago. Pero si hubo una intervención del nuevo obispo en la que se empezó a exhibir un perfil distintivo para la arquidiócesis a los ojos del gran público fue la bendición a un grupo de cartoneros realizada a principios del corriente mes en la explanada de la Catedral en apoyo a sus reclamos al municipio por un nuevo sistema de recolección y reciclado. “No es mucho lo que piden y es mucho lo que sufren”, advirtió el religioso al ser consultado por la prensa en esa ocasión. Se trató, claramente, de una movida impensada en la gestión anterior más afín a los cócteles recoletos que a las manifestaciones populares.
Dos fines de semana atrás la curia realizó en el colegio Inmaculada un homenaje a quien fuera obispo de La Rioja monseñor Enrique Angelelli. Al acto, presidido por Tucho asistieron el obispo de Mendoza Marcelo Colombo y unos pocos curas locales; además del presidente del Partido Justicialista de La Plata, Luis Lugones, hermano del obispo Jorge Lugones, titular de la Pastoral Social del Episcopado.
Todo muy lindo, salvo por la fuerte tormenta de aquel día mermó la cantidad de público y por los volantes que aparecieron esparcidos por toda la cuadra que rezaban: “En La Plata homenajean al obispo montonero, encubridor de la guerrilla marxista”. Es que la figura de Angelelli, próxima a ser canonizada por impulso del propio Francisco, realimenta la grieta en la Iglesia Argentina por su postura de compromiso con sectores revolucionarios vinculados con la lucha armada. Una de las voces alzadas con persistencia en contra de la iniciativa ha sido la de ex arzobispo platense. En una carta de lectores publicada por el diario La Nación el 5 de agosto, Aguer -que firma como miembro de número de la Academia Nacional de Ciencias Políticas- había reiterado aquel rechazo.
En el arzobispado creen que el emérito pudo estar detrás de la panfleteada. Una señal de que la guerra fría puede estar empezando a calentarse.
El asunto tendrá un nuevo capítulo con la presentación, este lunes en la Catedral, del libro “Los mártires de La Rioja. Esperanza para la Argentina contemporánea”, del cura e historiador de la arquidiócesis platense Pablo Pastrone, en el que se rescata la figura y el testimonio de Angelelli y de los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville y el laico Wenceslao Pedernera, que, según el anuncio de Francisco, serán beatificados en abril próximo.
Comentá la nota