El Obispado de San Isidro comunica el fallecimiento del querido Padre Edel Torrielli, sábado 13 de diciembre. Incansable y generoso sacerdote de Tigre en la Diócesis de San Isidro.
Después de una larga enfermedad falleció a los 79 años. Sacerdote querido por todo el pueblo de Tigre y valorado por los distintos ámbitos de la sociedad. El 8 de julio de 2010 fue declarado ciudadano ilustre del Partido de Tigre.
Nació en el Delta de Tigre, en el Arroyo Felicaria el 23 de marzo de 1935.
Ordenado sacerdote el 14 de agosto de 1969. Reconocido docente y artista. Sus cuadros han sido reconocidos permanentemente y como él mismo decía: “Desde que yo me acuerdo pintaba”.
En el año 1976 llegó a la Parroquia Inmaculada Concepción de Tigre. 11 años después llegó a la Parroquia San Francisco de Asís también de Tigre, donde fue hasta el momento de su muerte el Párroco Emérito.
Pequeñas palabras sobre un grande
Edel ha sido una de esas personas que una quisiera que no mueran jamás. Es tan triste dejarlo partir que el alma se acobarda, pero instantáneamente se nos presenta su modo de vivir la vida que ha sido muchísimo más que una filosofía: su paso por este mundo fue todo un testimonio de la alegría del cristiano, modelo de quien experimenta a Cristo Resucitado en cada instante de la existencia.
Su inagotable buen ánimo ha sido contención en los momentos más duros, motivación para emprendimientos, fortaleza en la debilidad, claridad en la oscuridad de la duda, esperanza aun en la desesperanza, entrega total y confiada en la Divina Providencia, abandono en manos de Dios, vida en la propia muerte.
En sus colores supo retratar su infinito amor a sus raíces y en sus jardines una nostalgia isleña lo acompañó en su servicio al pueblo de Tigre. La tierra lo llora en cada sauce hasta convertir sus lágrimas en ríos caudalosos por donde navegan las almas conocedoras del sacrificio delteño y una bendición del cielo nos llueve justo a la hora de misa.
Su Pascua nos deja una llama encendida en lo más íntimo del corazón. Quienes tuvimos la gracia de Dios de haberlo conocido desde su llegada a Tigre, podemos decir sin dudar que hemos besado a un santo. Todos mis recuerdos de Edel son del color de la simpleza de la vida que él supo transmitirme. Su buen humor y paternalismo dejaron huella profunda en el corazón - tanto de fieles como de sacerdotes que compartieron momentos inolvidables con él.
Hoy me toca despedirlo. Al verlo en su féretro, entre lágrimas, esbocé una sonrisa. Creo que fue un destello de su espíritu que me sigue enseñando a vivir el dolor santamente. ¡Qué cosa tan inexplicable es el amor! Con Edel se va parte de mi vida y a la vez nace una relación infinita.
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