Acción de gracias por el Año del Beato Esquiú a los pies de la Virgen

Acción de gracias por el Año del Beato Esquiú a los pies de la Virgen

El provincial de la Orden Franciscana aseguró que fue un tiempo para subrayar su vida de santidad y destacar su compromiso ciudadano y evangélico. Hubo procesión y misa en la catedral catamarqueña.

 

El ministro provincial de la Orden Franciscana, Fray Emilio Andrada OFM, la comunidad de los Frailes Menores de Catamarca y peregrinos de la parroquia San José de Piedra Blanca participaron la noche del 10 de enero de la clausura del Año del Beato Mamerto Esquiú, en la catedral basílica y santuario del Santísimo Sacramento y de Nuestra Señora del Valle. 

En la última jornada, se realizó una caravana con la imagen del Beato Esquiú desde la parroquia San José de Piedra Blanca, su tierra natal, hasta el santuario mariano, donde se celebró la misa, presidida por Fray Andrada y concelebrada por el rector del templo, presbítero Gustavo Flores; y los sacerdotes de la comunidad franciscana de Catamarca, Fray Eligio Bazán y Fray Pablo Reartes.

En su homilía, Fray Andrada resaltó “el año dedicado a profundizar sobre el testimonio y el legado del ahora Beato Mamerto Esquiú”, cuyo “objetivo fue ‘profundizar en el conocimiento del fraile, su vida de santidad y destacar su compromiso ciudadano y evangélico’”.

El religioso mencionó “el lema que rigió todo el año, que fue el mismo que se escogió para el día de su beatificación: ‘Fray Mamerto, pastor y peregrino, testimonio de unidad’”, que le sirvió para reflexionar sobre aspectos del mismo, partiendo de la Palabra escuchada.

Asimismo, indicó que en el Evangelio “se percibe al Señor, como el único Pastor, Peregrino que va dando un mensaje de Unidad, cuando dice: Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo ´El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia’. A la vez, invitaba a unos hombres, simples pescadores, a que lo siguieran, prometiéndoles que llegarían a ser pescadores de hombres. Y ellos lo siguieron, dejándolo todo inmediatamente”.

En sintonía con esto, el fraile recordó lo que monseñor Luis Urbanc, obispo de Catamarca, afirmó al iniciar el año dedicado a Esquiú: “‘Mamerto Esquiú es uno de aquellos que, escuchando la voz de Jesús, lo dejó todo para seguirlo, ya desde el comienzo de su vida, en el seno de su familia’. De modo, entonces, que podemos afirmar que desde muy temprana edad estaban en el Beato Mamerto Esquiú, las cualidades de pastor, peregrino y artífice de la unidad”.

Para destacar la figura de Esquiú como pastor, citó a San Gregorio Magno, quien en su obra Regla pastoral decía: “Quienes están siempre atentos al ministerio de la predicación, no se aparten jamás del estudio de la Sagrada Escritura... Y ciertamente, el Beato Esquiú siempre estuvo atento a escudriñar en las Sagradas Escrituras, en el silencio del claustro, no por un fin simplemente erudito, sino para conocer y amar más profundamente a Dios, y poderlo expresar luego con su vida y palabra en el ministerio de la predicación. De hecho, son sus sermones los que le dieron notoriedad pública, no sólo en el ámbito de la Iglesia, sino en el ámbito civil”, puntualizó.

Luego tomó otro pasaje de la Regla pastoral, en la que San Gregorio dice: “Hay algunos que aspiran a la gloria de la dignidad, bajo la apariencia del gobierno de la comunidad cristiana... Estos no pueden administrar dignamente el oficio pastoral que han recibido, porque han llegado al ministerio de la humildad por el camino del orgullo”.

 

“También aquí –afirmó- vemos que el Beato Esquiú no aspiró a la dignidad pastoral, más bien la rechazó cuanto pudo, salvo en el caso que le constara que el cargo de obispo que se le ofrecía, venía realmente dado como voluntad de Dios. La humildad pastoral de Esquiú es quizás lo que le valió el cariño y admiración de ricos y pobres, de ilustrados y simples, incluso de fieles fervorosos y otros menos firmes en su fe, porque lo único que él procuraba, era servir a los demás para que se convirtieran y se hicieran discípulos del Señor”.

En cuanto al testimonio de Esquiú como peregrino, Fray Andrada consideró que “podría sernos suficiente ir a un itinerario de los muchos lugares que lo vieron pasar durante su no tan prolongada vida... Sin embargo, no es a este tipo de peregrinaje exterior al que me voy a referir, sino un tipo de peregrinaje o camino interior. Decía un gran autor: ‘…en la medida en que el alma se unifica, descubre la dirección a seguir, descubre que le corresponde buscarla. Así es que se pone al servicio del bien, o a servir para el bien’”.

“Es verdad, sólo el alma interiormente unificada, sabe en qué dirección debe orientar su vida, su camino, su peregrinar. Se trata de esa capacidad que seguir ‘la propia voz interior’, que, como sensatos y prudentes, sabremos poner a consideración de otras personas autorizadas espiritualmente. Y en esto, el Beato Esquiú, fue un verdadero peregrino, pues nunca hizo lo que se le ocurría, sino que cada paso en su camino de la vida fue fruto de una profunda y sincera reflexión ante el Señor, y contando con la mediación de la necesaria consulta a sus superiores. Para él, seguir a Jesús, era estar dispuesto también a ‘dar la vida’, lo cual nos consta por su desempeño tanto como fraile sacerdote, como obispo y pastor”.

Al referirse a Esquiú, como testimonio de unidad, afirmó que “también aquí podríamos hablar de sus discursos y de su empeño en concientizar a los habitantes de esta tierra nuestra de la imprescindible consigna de unidad, para poder alcanzar el loable fin del bien común”. Sin embargo, enfocó el tema desde la interioridad, mencionando las palabras de San Juan Clímaco, un monje del desierto: “‘Cuando un hombre está completamente unido a la caridad divina, incluso el aspecto exterior de su cuerpo, como un espejo, refleja el esplendor de su alma’. Y algo de esto es lo que se percibía en Esquiú (…). Él supo tomarse a sí mismo como punto de partida, pero no como objetivo final, sino que unió todo su ser al servicio de los demás. Nadie da lo que no tiene, dice un conocido refrán. Y nuestro beato inspiró la unidad porque estaba unido interiormente en cuerpo, alma y espíritu al Señor”.

“Sabemos que la ley de Cristo es la caridad en la unidad, y que solamente llegan a cumplirla aquellos que no la quebrantan ni aun cuando son maltratados. Ayer el Beato Esquiú, como hoy nosotros, estamos llamados a unirnos escuchando el grito de los pobres para desafiar las estructuras de pecado que crean y perpetúan esta situación. Sabemos que eso no podemos hacerlo solos, por nuestra fragilidad e inconsistencia interior, pero unidos, apoyándonos unos a otros, somos capaces de lograr que algo cambie”.

Luego de repasar los tres aspectos del Beato Esquiú como pastor, peregrino y testigo de la unidad, invitó: “Pongamos algo de eso en práctica en nuestras propias vidas, según las posibilidades de cada uno. Porque también nosotros podemos practicar la humildad en tanto vamos teniendo conciencia de la grandeza inherente a nuestras personas y a nuestro destino, grandeza que sólo debemos –como el Beato Mamerto Esquiú- a la gracia de Dios”.

Al finalizar la misa, se llevó a cabo la procesión llevando la imagen del Beato Mamerto Esquiú precedida de las reliquias portadas por Fray Pablo Reartes alrededor de la plaza 25 de Mayo. A lo largo del trayecto se meditó sobre distintos aspectos de su vida, matizado con canciones y oraciones.

En el Paseo de la Fe se impartió la bendición final, y entre vivas culminaron los actos en honor del Beato Mamerto Esquiú, pastor y peregrino, testimonio de unidad.

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