Escuchamos cómo María fue al encuentro de su prima Isabel: “Sin demoras”… -dijo el Papa, entre otras cosas, en el Santuario de Guadalupe en Méjico, en febrero del 16-. El encuentro con el ángel a María no la detuvo, porque no se sintió privilegiada. Es la mujer del “sí”, un sí de entrega a Dios y, al mismo tiempo, un sí de entrega a sus hermanos…
Escuchar este pasaje evangélico en esta casa tiene un sabor especial -expresó Francisco- María también quiso visitar a los habitantes de estas tierrasde América en la persona del indio san Juan Diego… Así como se hizo presente al pequeño Juanito, de esa misma manera se sigue haciendo presente a todos nosotros; especialmente a aquellos que como él sienten “que no valían nada”.
El Papa aseveró que la Virgen nos dice que tiene el “honor” de ser nuestra madre. Eso nos da la certeza de que las lágrimas de los que sufren no son estériles. Son una oración silenciosa que sube hasta el cielo y que en María encuentra siempre lugar en su manto. En ella y con ella, Dios se hace hermano y compañero de camino, carga con nosotros las cruces para no quedar aplastados por nuestros dolores.
¿Acaso no soy yo tu madre? ¿No estoy aquí? No te dejes vencer por tus dolores, tristezas, nos dice. Hoy nuevamente nos vuelve a enviar, como a Juanito; hoy nuevamente nos vuelve a decir, sé mi embajador, sé mi enviado a construir tantos y nuevos santuarios, acompañar tantas vidas, consolar tantas lágrimas.
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