Habían comenzado antes de la media sanción en Diputados. El rol del Papa Francisco y la presión de otros credos.
En la Iglesia se descontaba que el proyecto de legalización del aborto iba a ser aprobado en la Cámara de Diputados. Ya había ocurrido en 2018 y ahora, siendo un proyecto del presidente de la Nación, Alberto Fernández, más todavía. Solo quedaba esperar un milagro. Por eso, desde que la iniciativa legal fue girada al parlamento, los obispos vienen manteniendo discretos contactos con senadores, especialmente del oficialismo, en procura de volver a lograr su rechazo, seguramente más ajustado que hace dos años.
No por esperada, la aprobación dejó de profundizar el malestar con el Gobierno en los medios eclesiásticos católicos, que además de la oposición sustancial al proyecto por considerar que hay vida desde la concepción, critican su oportunidad: tras un 2020 con pandemia y más de 40 mil muertos, un sistema sanitario exigido y una crisis económica que la cuarentena agravó. Y que tenga un tratamiento acotado en vísperas de las fiestas para que sea aprobado antes de fin de año.
Pero el malestar alcanzó también a las otras confesiones históricas. Fue sintomático que el miércoles –convocados por el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Poli- se congregaran para rezar cada uno según su credo por “la vida desde la concepción” y tomarse una foto el rabino de la AMIA, Gabriel Davidovich; los presidentes del Centro Islámico, Aníbal Bakir, y la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas (ACIERA), pastor Rubén Proietti, entre muchos otros.
El propio Papa intervino directamente en el debate con una carta de respuesta a otras de mujeres de barrios populares de la zona metropolitana en la que le manifestaban su oposición a la legalización del aborto para desacreditar el argumento de que ellas son las que más demandan su aprobación porque son las principales víctimas de la ilegalidad. Francisco las felicitó, les dijo que no es una cuestión religiosa y que es moralmente inaceptable eliminar una vida para resolver un problema.
Sugestivamente el pontífice canalizó su respuesta a través de la diputada del Pro Victoria Morales Gorleri, enrolada con los celestes. No menos sugestivo es que el Papa optó por responderle con un llamado a otro celeste del Pro, Cristian Ritondo, jefe de bancada de su espacio en la cámara baja, que le había enviado un mail en el que, entre otras cosas, ratificaba su oposición al proyecto. Que se sepa, no se contactó con ningún legislador kirchnerista.
Días pasados, el senador chaqueño del Frente de Todos, Antonio Rodas, visitó al presidente del Episcopado, monseñor Oscar Ojea, para dejar en claro que –pese a ser parte del oficialismo- se opone al proyecto. Más aún: ofreció sus servicios para que Ojea se reuniera con otros senadores peronistas, especialmente los dubitativos, para tratar de que voten en contra. En las cercanía del obispo dijeron que aceptó esa posibilidad.
La diferencia de siete votos en contra que posibilitaron hace dos años el rechazo en el Senado hoy se acortó para los celestes. El recambio en las últimas elecciones no los ayudó. Por caso, por la ciudad de Buenos Aires de Cambiemos se fue Federico Pinedo, que está en contra, y entraron Martín Lousteau y Guadalupe Tagliaferri, que están a favor. Lousteau le había pedido a Rodríguez Larreta que su compañera sea verde.
La posibilidad de que esta vez tenga que desempatar el titular del Senado, en este caso, Cristina Fernández de Kirchner, también mereció la atención de la Iglesia. Conscientes de que ella tiene una alta valoración de su compromiso social, varios curas villeros decidieron contactarla para que vuelva a su antigua posición de rechazo (dijo que su hija la llevó a cambiar) o, al menos, para que no presione a su bancada.
Pero esta vez los celestes no la tienen nada fácil.
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