Por José María Poirier
Las recientes expresiones del papa Francisco sobre el aborto selectivo de la Alemania nazi ciertamente no favorecen al debate que se ha ido instalando en la sociedad argentina; porque ya es un tema que involucra, más allá del Congreso, a buena parte de los ciudadanos de nuestro país, a favor o en contra de la propuesta de ley. Es impropio comparar los planes sistemáticos del nazismo con la búsqueda de un marco regulatorio para decisiones individuales en una democracia. Las palabras de Bergoglio tampoco aparecen demasiado en sintonía con la sensibilidad y la prudencia con que se manifestaron inicialmente muchos obispos argentinos. Al tiempo que afirmaron: "La vida humana es un don", (y que "esta es una experiencia compartida de muchos hombres y mujeres, sean creyentes o no"), consideraron la importancia de "establecer como prioritaria la educación sexual integral de la ciudadanía". Y agregaron: "A veces en la historia de otras personas no es así, no es algo deseado, esperado, decidido", y para otros: "La concepción de esa vida no fue fruto de un acto de amor, y hasta pudo haber sido consecuencia de una acción de abuso y violencia hacia la mujer".
Está claro que, tanto desde lo filosófico como lo moral, la Iglesia fue y es claramente contraria al aborto. Y en este sentido no puede modificar su prédica, porque entiende que se atenta contra una vida humana e indefensa. Pero las cuestiones que suscita el debate son múltiples y señalan, en nuestro caso, la imposibilidad de avanzar en lo legislativo con consensos y formas que, atendiendo las razones de cada grupo, sepan encontrar propuestas por encima de las posiciones más extremas. Es verdad que el Papa no se dirige a los argentinos solamente, sino que su mensaje apunta a toda la grey católica y tiene una significación universal. Lo que no quiere decir que Bergoglio desconozca el peso que sus palabras pueden tener en su patria, que tan bien conoce. ¿Pesó más su temperamento o el deseo de no dar motivos de escándalo a los sectores más tradicionalistas?
Posiblemente era un debate que el país se debía hace mucho y que no encontró las personas y los momentos más indicados para estudiar en profundidad una propuesta de ley que abarcara al mayor número posible de ciudadanos.
Otras cuestiones abiertas a propósito de la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo son la objeción de conciencia de profesionales para quienes realizar un aborto es inadmisible desde su propia concepción moral, cómo educar en la responsabilidad a jóvenes generaciones que resultan las más expuestas frente a este drama, cómo no caer en la hipocresía de enunciar una cosa y practicar otra, cómo acompañar a las mujeres más desprotegidas y acabar con los abortos clandestinos, cómo afrontar desde el Estado el costo económico que todo esto supone.
Resulta evidente que estamos ante un dilema grave y que no sirven las posturas extremas ni las manifestaciones pasionales o rígidamente ideológicas. Sobre los senadores pesará en adelante la seria tarea de legislar con equilibrio y sentido del bien social. Para todos los que somos contrarios al aborto siempre vale exponer nuestras razones y, fundamentalmente, ser coherentes con nuestros principios.
El autor es coordinador de actividad cultural de la Universidad del CEMA.
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